Alfredo Carquez Saavedra

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El agravamiento del conflicto armado en el este de Europa aflora una vez más la grosera hipocresía y cinismo descarado de gobiernos europeos, estadounidense e incluso de algunos presidentes latinoamericanos que, como Iván Duque, están en la nómina de la Casa Blanca. Y en esa ola de alarma generalizada e histeria premeditada los medios de comunicación subordinados al orden establecido, retroalimentan la desinformación al presentar el tema como si el problema hubiese surgido de la nada, como si el gran oso ruso estuviese pasando por un momento de locura.

Usted puede consultar cualquier “gran” medio de comunicación y verá cómo se adorna gráfica y discursivamente a favor de Ucrania y en detrimento de Rusia, la historia de una guerra presentada como producto de ambición expansionista de Vladimir Putin, obviando el contexto y los antecedentes de un hecho que pudo haberse evitado y que, además de dejar sufrimiento y destrucción, servirá para llenar los bolsillos de los fabricantes de armas y reconstructores de infraestructura, especialmente de compañías estadounidenses de ambos ramos.

Los socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, ese grupo de países llevados de la nariz por Washington, se han hecho de la vista gorda durante más de ocho años frente a lo que se esperaba iba a convertirse en un escenario bélico. Al mismo tiempo jugaban con fuego al avanzar amenazadoramente hacia la frontera rusa. En ese lapso nada dijeron sus gobiernos ni sus medios de comunicación y redes sociales, acerca de los derechos humanos de los habitantes de Donetsk y Lugansk, sometidos a bombardeos, ataques de las fuerzas armadas ucranianas y paramilitares neonazis, bloqueos y cortes de servicios fundamentales como agua, gas y electricidad.

Y aquí en Venezuela veo cómo noticieros de televisoras privadas, anclas, entrevistadores sabelotodo y opinadores de oficio, repiten conscientes y/o inconscientes el discurso de Biden. Se rasgan las vestiduras clamando por el cese de las hostilidades, pero dejando ver que la culpa es de Moscú.

Todos estos tienen en común, además de su neo-rusofobia, un importante grado de ceguera frente a lo que sucede, por ejemplo en Yemen, donde Arabia Saudita (y paramilitares colombianos) cometen genocidio, y en Palestina, donde los gobiernos nazis de Israel han hecho horrores ante el silencio cómplice de eso que Globovisión llama la comunidad internacional, la misma que, por cierto, en su breve momento de gloria, reconoció a Juan Guaidó.

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