VEA / Ildegar Gil

Por siempre y para siempre, en la memoria de Venezuela las palabras vaguada y deslave estarán asociada a la tragedia que en el año 1.999 dividió en dos (2) la historia de lo que entonces era el estado Vargas, hoy La Guaira. Esa vez, en diciembre, las lluvias parecían amenazar con perpetuarse en esa franja del constante caliente litoral central.

Los recuerdos definen que cuando el calendario marcó el día 15, miércoles para más señas, las precipitaciones se ensañaron contra el terruño. La noche, en una palabra, fue infernal. Los términos vaguada y deslave, en su acepción más lúgubre, habían llegado para quedarse dejando a su paso un registro nunca preciso de víctimas fatales. «Sin embargo, autoridades señalaron que entre 7.000 y 30.000 perdieron la vida en el desastre natural.», señala el portal laverdaddemonaagas.com.

La añoranza emana a propósito de otra tragedia: la que vive el pueblo de Las Tejerías, estado Aragua, región particularmente castigada en días recientes por severas lluvias donde -nuevamente-, vaguada y deslave recobran su sentido macabro. Veintidós víctimas fatales y 52 personas desaparecidas fue el saldo reportado por la vicepresidenta, Delcy Rodríguez, el domingo 9 de octubre.

Mientras las autoridades locales y nacionales prosiguen los trabajos de rescate, y a la par de la solidaridad mostrada por naciones hermanas, sobrevivientes del suceso presentado hace casi 22 años elevan sus voces para demostrar que no son indiferentes ante el dolor de sus hermanas y hermanos del estado central. A través de Diario Vea, canalizaron su palabra de acompañamiento, con la convicción de que sabrán imponerse ante tan trise coyuntura.

No están solos

Auristela Machado tenía su casa en la parroquia Macuto, específicamente en el sector Las 15 letras. Hoy, desde Catia La Mar, habitando en un urbanismo «…que me entregó Hugo Chávez«, lanza su mensaje de fraternidad.

«Hermanos de Las Tejerías, nosotros pasamos por esto y es un dolor muy grande pero no están solos. El Gobierno los está ayudando y antes que el Gobierno, Dios. Él va a estar con ustedes como ha estado con nosotros», dijo.

No oculta que desde «…que vi la noticia tan devastadora y ví lo mismo, volví la película para atrás». Aún celebra que -de forma directa-, no sufrió pérdidas familiares aunque asume como propias «…las de mis hermanos de todo el país…». No obstante el tiempo transcurrido, confiesa que «…eso te queda grabado todo en la mente, los ruidos del agua, abres un chorro con fuerza y ya crees que es el río».

Rezo por ellos

Carola Salcedo Fernández, tiene su residencia en Maiquetía, parroquia desde la que vivenció los desmanes de los torrenciales aguaceros de aquel año. Su entorno familiar fue duramente castigado, y aunque felizmente no contabilizó decesos, la afectación tocó sus sentimientos.

«Rezo por esos compatriotas que hoy sufren lo que yo sufrí», expresa esta docente que admite que «…para bien o para mal desde lo familiar, económico y social, la tragedia cambió la vida de cada persona…».

Reiteró su palabra de aliento «…y fuerza para seguir y lograr superar las pérdidas (…) con mucha fe y convicción en uno mismo».

¡Resurgirá!

Visiblemente emocionado, Pablo Álvarez no lo dudó: “Las Tejerías resurgirá de nuevo por su gente. La volveremos a ver de pie, alegre y viva”.

La tormenta de finales del siglo pasado lo sorprendió en Maiquetía. Hoy, desde Catia La Mar, sabe que hechos como aquel y el actual son hijos de una naturaleza que “…nos golpea y nos demuestra lo débil que somos”, pero –paralelamente-, está consciente de la posibilidad de resurgir “…en la unión, la esperanza y el trabajo conjunto”.

Hay que seguir luchando

Los Corales fue una de las zonas más impactadas por aquel fenómeno. Elimercy Buitrago, habitaba en el piso 10 del Conjunto Residencial Parque Mar, afectado por las aguas hasta en cinco (5) niveles previos.

Informada de cuanto ocurre en Las Tejerías, comenta que «solo te puedo decir que no es fácil la partida de un ser amado. Y menos de forma inesperada como lo sucedido».

Apoyada en lo que fue una tormentosa vivencia que la llevó a tomar la decisión de mudarse a Caracas, insta a vecinas y vecinos del infortunio de hoy «…a seguir luchando por quienes quedan…».

Les reflexiona que «…seguro eso harían quienes ya no están físicamente con nosotros».

Hacemos recolecta

«Sé lo que es este pesar. Por eso aquí en Valles del Tuy hacemos una recolecta para nuestra gente de Las Tejerías», relató Rafael Colmenares, quien para entonces era un muchacho de 22 años de edad.

Indica que siguen vivos los recuerdos originados en Macuto, luego de «…pasar metido ahí tres días…» bajo la lluvia.

Fuerza y voluntad

En 1.999 Juan Alvarado tenía 24 años. Asevera que «…sé lo que han vivido las personas en Las Tejerías porque lo viví durante tres días».

Fiel creyente en un ser supremo, le da las gracias porque «… sobrevivimos a esa tragedia…», y -como en los testimonios anteriores-, ofrece su expresión de solidaridad «…con ellos como persona y con sus familiares. Tengan mucha fuerza y voluntad en Dios».

Les pide que no dejen de transitar el camino del reencuentro con los seres queridos, de cuyo paradero han dejado de saber.

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