Pedro Estacio

@Urgentess

Antes de emitir con claridad algún sonido discrepante, ¡disculpen lectores, no estoy frente a un micrófono en la radio! me paseo por los vaivenes de lo que es la campaña electoral de 2021 y frente a la cual no hay que ser muy inteligente para saber que la única variación que ha tenido en años es el uso de las redes y el modelo político de las últimas dos décadas, por lo demás, al menos en la oposición, nada nuevo ha surgido.

Y es la misma algarabía la que caracteriza a quienes se oponen a la revolución bolivariana, porque la única oferta que tienen en concreto, comprobable, no la pueden mostrar, están escondidas, como son los desastres que han encerrado los intentos de golpes de Estado, los tiroteos, las dañinas marchas, las guaribas, los asesinatos y los daños a los bienes de la nación.

Más de uno de ellos -estudiantes, profesionales, empresarios, políticos veteranos, amas de casa, etc.- suele decir que nunca compartió con los desadaptados que mostraron tales conductas y llenaron de violencia las calles del país.

Ello pudiera ser cierto, pero resulta que no es tan fácil deshacerse de una carga criminal tan pesada, porque la mayoría de esas personas que se han vestido de demócratas y comparten los temas políticos, hoy día, siempre estuvieron identificadas con la idea de eliminar la revolución bolivariana.

Como dicen por ahí, nunca se metieron directamente en vainas, pero en sus pensamientos aplaudían tales acontecimientos y fue siempre un tema muy vivo en el medio ambiente neuronal. Si hay algo realmente maravilloso, pero a la vez terrible en la vida de los seres humanos, es que el cerebro de las personas funciona como una óptima grabadora, con una potencia de un equipo 5G, con la gran diferencia de que lo que capta, lo que graba, no puede ser borrado, no hay un botón que haga desaparecer lo que la persona pensó o aquella idea que concibió, que disfrutó, y con la que se identificó.

 

¿Por qué escribo todo esto?

Simplemente porque ante la carencia de hechos concretos y comprobables que los electores puedan medir y comparar lo único que queda es prometer, prometer y seguir prometiendo y levantar la bandera de que lo que padecemos actualmente es obra y gracia de los gobernantes de turno, es decir, la revolución bolivariana, sin atreverse a decir que quien ha generado los males que tiene el país ha sido Estados Unidos, con sus propios intereses y los lacayos que tiene en Venezuela y en otros países cuyos gobiernos están acostumbrados a darles la espalda a sus pueblos, asunto que está pasando en la actualidad.

Pero la fiesta electoral no está sola sino acompañada por la fuerza mediática que se opone, con alguna sutileza y en ocasiones con descaro, a la revolución bolivariana. En estos momentos nadie -que yo sepa- está realizando un análisis global a los medios de comunicación. Ninguna institución actualmente adelanta un proyecto, con varias personas, analizando a los medios de comunicación, sus normales y transculturizadores programas, los valores, el rol de su agenda publicitaria y las opiniones que ignoran y las que venden en sus noticieros. Daría para libros, libritos, programas, programitas, etc., etc.

La revolución bolivariana, la misma sobre la que persiste un petitorio de discusión ideológica, claro que tiene sus fallas, y la misma, como ha dicho Hugo Chávez, debe ser criticada porque la crítica permite ir a donde están las fallas y superarlas. Pero una cosa es criticar las fallas e indicar las razones por las cuales ocurren y otra es ignorar sus causas y endosárselas a una gerencia sin indicar las razones por las que ocurren. Por lo demás, solo aprecio algarabías, solo algarabías y engaños a los electores.

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