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Néstor Rivero Pérez

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El 15 de octubre de 1823, encontrándose en la localidad portuaria de Quilca, al sur de Perú, a una distancia de ciento treinta kilómetros de Arequipa, el general Antonio José de Sucre -al frente de 3.500 efectivos-, expone en seis cartas consecutivas del mismo día, dirigidas al Libertador Simón Bolívar, sus apreciaciones sobre el difícil cuadro bélico que por entonces atravesaba la patria de Manco Capac.

El arribo de Bolívar

Si bien la aureola de gloria que ya nimbaba la frente de Antonio José de Sucre, era reconocida por los distintos sectores de Perú, conscientes de su valor, disciplina, capacidad administrativa, ascendiente sobre las tropas y genio militar, virtudes que se habían confirmado con la victoria de Pichincha en Ecuador, algunos jefes de tropa, tanto peruanos como argentinos o de  otras nacionalidades, resentían de la juventud y ensalzamiento que rodeaban al héroe cumanés. De este modo, una equívoca significación de los méritos ajenos y malentendida emulación, debieron inducir a varios de dichos generales, a emprender campaña hacia el sur de Perú, sin buscar acuerdos con el héroe grancolombiano, quien el 24 de mayo de 1823, había sido designado por el Congreso, como general en Jefe del Ejército Unido de Perú. Sería con la presencia de Simón Bolívar en tierra inca, cuando el principio de autoridad comience a ser reevaluado por oficiales como José de La Mar, Agustín Gamarra, Andrés de Santa Cruz y De La Fuente. No obstante, el Libertador debió sortear entre septiembre de 1823 e inicios de agosto del año siguiente, escollos y un gran aislamiento, casi que insalvables, para imponer finalmente la estrategia que llevaría a las victorias de Junín y Ayacucho, dando al traste con el poder colonial en Perú.

A caballo y dictando

Hora a hora del mismo día 15 de octubre, desde el amanecer y hasta entrada la  noche, Antonio José de Sucre, con su cuartel general en Quilca, y conciente de la necesidad de datos y observaciones fidedignas en que se encontraba el Libertador en Lima, dictó a su secretario, o transcribía de propia mano -como acostumbraba las más de las veces a exponer sus ideas- los pliegos que haría llegar a Simón Bolívar, con los adjuntos documentos que en los últimos días había recibido de otros, para iluminar del mejor modo posible el juicio del Padre de la Patria, sobre la real situación de la contienda contra España  en la tierra inca.

Santa Cruz

Saliendo de Lima al frente de 5 mil soldados, una errática percepción por parte del general Andrés de Santa Cruz, hizo terminar en fracaso la Segunda Campaña de Intermedios  al sur de Perú, iniciada en mayo de 1823, sin esperar  a  Sucre, quien por esos días arribaba a tierra inca, con refuerzos grancolombianos y con la aureola de vencedor en Pichincha. Así, Santa Cruz embarcaría sus tropas en El Callao entre el 14 y 25 de mayo, al tanto que Sucre había desembarcado en dicho puerto el día 10. A poco más de un mes después, el 15 de junio, concluyó la llegada de las fuerzas de Santa Cruz a Iquique, en el sur de Perú, para dar inicio a un extenuante desplazamiento por las áridas tierras y que concluyó, sin haberse producido ningún combate, en la disolución de su ejército, debido a enfermedades y a la deserción. De haber aguardado a Sucre, su capacidad estratégica y sus refuerzos, se hubiese dado una conjunción de fuerzas más que suficiente, como lo comenta Vicente Lecuna, para imponerse sobre los efectivos a las órdenes de Canterac (Crónicas Razonadas de las Guerras de Bolívar, Tomo III).

“Temores verificados”

“Mis temores… se han verificados (…) Y 5 mil hombres perfectamente situados con bastante moral en un país patriota y en la oportunidad de haber libertado a Perú, no tiene ya sino los recuerdos de sus faltas para contemplar su disolución (…) Nadie sabe por qué se ha perdido el Ejército. Santa Cruz, cuando le he preguntado por qué no libró su suerte a una batalla, me ha respondido que cuando trató de darla, se le había extraviado el parque” [Antonio José de Sucre a Simón Bolívar,  Archivo de Sucre, Fundación Vte. Lecuna, Cs, 1974, Tomo III (1823), pág 497].

Sinóptico

Hipatia, filósofa y matemática

El 15 de octubre de 2002, la Unesco inauguró la nueva sede de la Biblioteca de Alejandría (Egipto), construida en homenaje al célebre repositorio de textos que por 700 años fue considerado el más grande del mundo en su género. La gran Biblioteca fue depósito de más de 900 mil manuscritos, teniendo como usuaria a Hipatia, cuyo amor al saber hicieron de su nombre sinónimo de estudio y que se la calificare como “madre de las Ciencias”. Sin embargo, en tiempos en que la Iglesia disputaba con el paganismo, una turba fanatizada tachó a Hipatia de descreída, maga o bruja por sus experimentos, linchando a la bella filósofa y matemática. Hipatia escribió sobre álgebra y astronomía, concibiendo astrolabios y  un densímetro.

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