Néstor Rivero Pérez

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El 13 de noviembre de 1460 murió en Sagres -al suroeste de Portugal-  el príncipe  Enrique de Portugal, quien ha pasado a la historia como Enrique el Navegante. Sus contribuciones al desarrollo de la náutica y las exploraciones en el océano Atlántico y la franja marítima del África Central, definieron un nuevo capítulo de la historia universal, caracterizado por el expansionismo geográfico y colonial y el sojuzgamiento de poblaciones aborígenes en otros continentes, configurándose de este modo las bases del capitalismo industrial.

Antes de Colón

Con agudeza suficiente como para captar el significado de innovaciones y prácticas experimentales en el uso de las velas e instrumentos de navegación desconocidos en Europa, así como en la fabricación de embarcaciones, el príncipe Enrique supo percibir temprano el beneficio que dichas aplicaciones acarrearían a la corona portuguesa. “A partir de 1416, Enrique promovió activamente una serie de expediciones a las islas Canarias y Madera y a las costas africanas. Los marinos auspiciados por el príncipe lograron incorporar efectivamente las islas atlánticas de Madera y Azores y llegaron hasta el golfo de Guinea. En 1460, año de su muerte, Portugal ya estaba comenzando a bordear dicho golfo, situándose a la cabeza del proceso expansivo de la Europa moderna. El mérito del gran señor de Sagres consistió en haber puesto al servicio de la empresa una parte del peso inmenso del Estado monárquico” [http://www7.uc.cl/sw_educ/historia/expansion]. 32 años después de desaparecido Enrique, el genovés Cristóbal Colón, aprovechando los avances en tecnología marítima impulsados por aquel, cruzó el Atlántico para arribar a la América, creyendo haber llegado a Catay, en el Asia.

 

Vuelco hacia al mar

Habiendo terminado en fracaso la aventura militar que Enrique había patrocinado en 1437 sobre la franja de Tánger, al norte de África -y en la cual su hermano Fernando terminó prisionero, para morir seis años después en cautiverio-, aquel resolvió dedicar el resto de su vida al estudio de la náutica, las exploraciones y adquisiciones territoriales para la Corona portuguesa. Enrique atrajo a su corte en Sagres a prestigiosos viajeros y científicos de su época, como el mallorquín Jehuda Cresques, o los lusitanos João Gonçalves Zarco y Diego Gómes.

 

Circunstancias

La era de los viajes de exploración y conquistas marítimas que le tocó iniciar a  Enrique, antecedió a las décadas en que Castilla se imponía frente a los moros dentro de la Península Ibérica, limitando las opciones lusas para el asentamiento de migraciones internas, y nuevas tierras para el cultivo de trigo y caña de azúcar, demandándose asimismo especias, cuero de ganado y tinturas, así como oro y plata de los que Portugal carecía. Quienes veían a Lisboa como capital de una novel potencia imperial, solo tenían por delante la conquista de los mares, para lo cual se debía renovar todo el sector náutico.

Méritos de Sagres

Gil de Eanes, primer europeo en cruzar el Cabo Bojador, lo logró en 1434 con el apoyo de Enrique. Y numerosos cronistas suponen que fue en Sagres donde se logró perfeccionar el diseño de las embarcaciones ampliadas que se conocen como la ‘carabela’ y la ‘nao’, equipadas con brújula, vela latina e implementos como “el astrolabio, el cuadrante y el nocturbalio” [https://unahistoriacuriosa.wordpress.com], prohijándose un salto sorprendente en la cobertura de los viajes más seguros hacia distintos puntos, Atlántico adentro. En la página de Canarias Avanza con Europa, se lee: “La carabela fue diseñada a principios del siglo XV en Portugal, concretamente en la Escuela de Navegación de Sagres, fundada por el príncipe Enrique el Navegante. La invención de la carabela, junto con la nao, fueron determinantes para la expansión de España y Portugal por el mundo, pues brindó la oportunidad de emprender con seguridad y rapidez largos viajes oceánicos” [https://www3.gobiernodecanarias.org].

Sinóptico

1950

Magnicidio de Carlos Delgado Chalbaud

El 13 de noviembre de 1950, hace 70 años, fue asesinado a balazos en el interior de una casa en la urbanización Las Mercedes (Caracas), el comandante Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar que gobernaba desde 1948, y quien poco antes había sido secuestrado en el puente del sector de Chapellín, mientras se trasladaba en vehículo hacia su despacho en el Palacio de Miraflores.

Según confesión ofrecida en el libro Por qué yo maté a Delgado Chalbaud, Pedro Díaz, integrante del grupo de secuestradores, habla de que Delgado forcejeó con sus captores intentando liberarse. Al parecer los autores del secuestro inicialmente no pretendían liquidarlo, sino obligarle a renunciar y sacarlo del país. Ambiciones y odios heredados e intereses del capital hidrocarburífero extranjero, terminan configurando el cuadro de fatales circunstancias.

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