Tal día como hoy, hace 200 años, Bolívar escribe la Elegía del Cuzco
El autor es historiador, docente y abogado.

Néstor Rivero Pérez
El 10 de julio de 1825, hace 200 años, el Libertador Simón Bolívar escribió a Esteban Palacios y Blanco -su tío materno y padrino de confirmación-, una singular epístola a la que la posteridad tituló “Elegía del Cuzco”, por sus figuras literarias y tono sentimental, que oscila entre el plañido de párrafos y evocación de días y seres que le retrotraían a la “más tierna infancia”. El original, hoy dentro del Archivo del Libertador, había sido heredado por Bartolomé Palacios.
El tío Esteban
Con su Elegía el Libertador quiso inspirar en don Esteban, la visión de Caracas que este pudo fijar antes de partir hacia la Península, a finales del siglo XVIII -cuando Bolívar era un niño- permaneciendo el tío durante cuatro décadas en Europa. Allá Esteban Palacios confrontó imponderables, desde el de diputado de Cortes, hasta la prisión, por haber sostenido en París amistad con Antonio Nariño. En Europa don Esteban permaneció hasta 1825, cuando ya culminada la gesta continental de su glorioso sobrino Simón Bolívar, vuelve a Caracas.
Hombre de mundo
El mismo día 10 de julio, el Libertador escribe al vicepresidente Francisco de Paula Santander, resaltando los rasgos de probidad y talento de don Esteban, de quien dice “ha corrido cortes… tiene mucho juicio y ha leído… es un hombre en todo muy parecido a [Fernando] Peñalver, pero con infinitamente más mundo, pues ha pasado en Europa 40 años (…) Ha perdido toda su fortuna”. Ante la petición de Bolívar, de que se tome en cuenta al tío para algún destino, el vicepresidente ofrece a Palacios la intendencia de Guayana o el cargo como administrador en Bogotá, escogiendo don Esteban lo último.
La Caracas de la epístola
El día anterior, 9, al leer en el Cuzco correspondencia de su hermana María Antonia, Bolívar se entera del arribo del tío Esteban a la América, procediendo el 10 a escribir la conmovedora epístola, que aún hoy trae a la imaginación de lectores que gustan de la estilística, cuadros del plácido valle de Caracas en años muy anteriores a la devastación producida por la Guerra a Muerte y la cuchilla de la naturaleza, la que se hizo sentir con el fatídico sismo del 26 de marzo de 1812.
Aquella Caracas que se pinta en la Elegía, se veía cruzada de norte a sur por cristalinas quebradas que descendían del Waraira Repano en ambiente bucólico.
La fábula de Epiménides
La evocación reflejada en la conmovedora misiva, retrotrae a sus lectores, a los años de niñez del niño Simón, cuando ya desaparecido su padre, don Vicente Bolívar, el niño departía con su madre María de la Concepción Palacios y Blanco, sus tíos, hermanos y ayas.
Se remitía Bolívar así, a evocaciones que le remontaban a cuatro décadas atrás. De allí su referencia al “sueño de Epiménides”, personaje que durmió por cincuenta años en una caverna, y quien según la fábula al despertar, sin percatarse del tiempo transcurrido, quiso cumplir la última encomienda que le indicó su padre, de recoger una oveja extraviada en el campo.
Así “salió de la cueva y quedó admirado al ver cuánto había mudado el aspecto del país… y vio que… no sabían lo que quería decir.(…) en casa de su padre y le preguntaron quién era y qué buscaba. Al fin, con gran trabajo… le reconoció un hermano suyo (…) Una aventura tan extraordinaria hizo mucho ruido en todo aquel país, y Epiménides fue mirado como un hombre especialmente favorecido por los dioses…” [http://www.e-torred].
Contestación
Si el Libertador se conmovió al enterarse del retorno de don Esteban a su ciudad natal, este resultó no menos impresionado con la lectura de la epístola que le enviare su portentoso sobrino-héroe y su decisión en cuanto a asignarle de su peculio cinco mil pesos, que para la época constituía una pequeña fortuna “(…) Aún hay en la Tierra algún rasgo celestial, porque yo acabo de experimentarlo, y solo lo que emane de tal mansión puede llenar el gran vacío del espíritu humano” [Esteban Palacios al Libertador; 11 de noviembre 1825].
Sinóptico
1936
Murió Rafael de Nogales Méndez
Este luchador internacionalista venezolano, intervino en campañas militares del Medio Oriente y Centroamérica, a favor de Augusto César Sandino, enfrentando la invasión de EEUU. De dicha experiencia Nogales produjo un libro. Nogales Méndez llegó hasta China y combatió en la I Guerra Mundial como bey (mariscal) del ejército turco. Perseguido por los gobiernos de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, los restos de Nogales Méndez -quien había muerto en Panamá, se vieron retenidos en demasía en el puerto de La Guaira, so pretexto, bajo la gestión de Eleazar López Contreras, de “trámites”, para su completo ingreso al país.
Su vida de acción concita hoy el interés de las nuevas generaciones, por el cúmulo de sucesos políticos y bélicos en que intervino durante las primeras décadas del siglo XX. De sus libros destacan El saqueo de Nicaragua, Cuatro años bajo la Media Luna y Memorias de un Soldado de Fortuna.