Néstor Rivero Pérez

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El 31 de diciembre de 1822, hace doscientos años, el Libertador Simón Bolívar desde San Miguel de Tulcán (Ecuador) dirige sendas epístolas al Presidente del Congreso General que sesionaba en Cúcuta y al Vicepresidente de -la Gran- Colombia Francisco de Paula Santander.

Principio de Intangibilidad

De acuerdo al Diccionario Jurídico Panhispánico, elaborado por la Real Academia Española y la Cumbre Judicial Hispanoamericana, se concibe la intangibilidad como la “Imposibilidad de modificación de las resoluciones judiciales una vez firmes”.

Así el procedimiento de revisión debe entenderse como “remedio de carácter excepcional y extraordinario en cuanto supone desviación de las normas generales” (https://dpej.rae.es), inferido por tanto como excepción “al principio de intangibilidad de la cosa juzgada”.

En cuanto al derecho laboral, campo donde mayor desarrollo ha encontrado, la intangibilidad se manifiesta como la irrenunciabilidad de los derechos adquiridos y prohibición absoluta de su vulneración por ningún agente o autoridad de la relación laboral. Así se recoge en jurisprudencia del Ecuador donde se asienta “El principio de intangibilidad constitucional nace desde sus inicios cuando el hombre observa que lo primordial para vivir en sociedad es el derecho al trabajo, el cual no puede ser menoscabado, dividido, quebrantado, profanado, vulnerado en definitiva no se puede ser violado cuando este ha sido adquirido por el individuo bajo los términos y condiciones que la sociedad plasma como tal”. (http://repositorio.utmachala.edu.ec)

Bolívar: una Constitución intangible

Y en la Gran Colombia el Libertador, adelantándose en dos siglos al examen e interpretación de dicho principio de Intangibilidad, le dio aplicación en lo referente a la noción de constitucionalidad. De este modo, al aprobar la nación su Texto Supremo, constituyéndose en Estado, la voluntad del soberano, o conjunto de la Nación con sus mayorías y minorías, debe ser respetada por quienes la representan desde el Ejecutivo o como integrantes del cuerpo legislativo. Y así lo expone el Padre de la Patria el 2 de diciembre de 1822, en carta al vicepresidente Santander en momentos en que este se encontraba al frente del Poder Ejecutivo en Bogotá mientras Bolívar dirigía el Ejército durante la Campaña del Sur. El Libertador advierte a Santander del “espíritu de innovación que ha cundido en esa capital (…) yo he consagrado mi vida a la integridad de -la Gran- Colombia (…). Mi política ha sido siempre por la estabilidad, por la fuerza y por la verdadera libertad”.

Los móviles

De paso por San Miguel de Tulcán -localidad fronteriza entre Ecuador y Nueva Granada, el Libertador, al frente de las operaciones militares para la pacificación de la realista Pasto, dirigió ese mismo día 2 de diciembre comunicaciones al Presidente del Congreso que sesionaba en Bogotá y al Vicepresidente de -la Gran- Colombia. Y la posibilidad de modificación de la Carta Magna, aprobada el año anterior en Cúcuta, apuntaba hacia el régimen federal contrario a la visión centralizada que Bolívar veía como la conveniente para asegurar la integridad del naciente Estado.

“Me iría de -la Gran- Colombia”

“(…) juré la Constitución y me constituí su garante. Esta Constitución es inalterable por diez años. (…) me creo autorizado a instar al Poder Ejecutivo para que haga los esfuerzos más eficaces a efecto de procurar que la actual legislatura no altere en nada el código fundamental de -la Gran- Colombia (…) ligado por un juramento a este código no debo obedecer a ninguno que lo vulnere y viole…mi resolución es separarme de -la Gran- Colombia antes de dar asenso a leyes que aniquilen la obra maravillosa del Ejército Libertador” (Simón Bolívar a F P Santander, Tulcán, 2/ 12/1822).

Sinóptico

1936

Don Miguel de Unamuno

Este día falleció, en Salamanca, a sus 72 años de edad Miguel de Unamuno, escritor, hombre de profundas convicciones civilistas y autor de una prolífica obra como ensayista, novelista, y poeta. Desde 1901 hasta unos meses antes de su muerte se desempeñó como catedrático y rector de la Universidad de Salamanca, a cuyo nombre se encuentra íntimamente vinculado.

En 1931 Unamuno acompañó a José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala en la lectura del Manifiesto de la “Agrupación al Servicio de la República” acto realizado en el balcón del Ateneo de Madrid y que dio nacimiento a la II República Española. Sin embargo, cinco años después la mayoría del grupo, incluido Unamuno, se distanciaron de la República debido a los excesos y “desórdenes civiles” de muchos de sus seguidores. Empero en octubre de ese mismo año 36 Unamuno en acto público de Salamanca inmortalizaría ante el fascismo encarnado en el general Francisco Franco y Millán Astray su valeroso civismo gritándole a este último “Venceréis, pero no convenceréis”. Dos meses después murió en su casa.

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