Néstor Rivero Pérez

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El 20 de marzo de cada año, desde 2012 y por decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, se celebra el Día Internacional de la Felicidad, la cual bien puede definirse como el logro de la plenitud individual, tanto la espiritual, y en lo físico y lo material, en correspondencia con las políticas de Estado y stándares de solidaridad de quienes ocupan un territorio.

“La mayor felicidad para el mayor número”

Los gobiernos están obligados ofrecer a sus ciudadanos, o súbditos, el mayor volumen de satisfacciones a objeto de hacer posible la liberación de los agobios que obstruyen la consecución de una existencia dichosa. Tal es presupuesto de Jeremy Benthan, formulador del utilitarismo y su cuantificación de la felicidad, y para quien “el individuo se encuentra gobernado por dos sentimientos: el dolor y el placer que determinan su comportamiento. En el contexto del Estado de derecho liberal, el legislador debe garantizar a los destinatarios de las normas que produce, la mayor cantidad de satisfacciones” (Karolina Baquero Puerta / Fuente: https://www.dialnet.unirioja.es). Y tal paradigma, en los términos del programa emancipador de la Gran Colombia se plasma a su vez en la expresión del Libertador Simón Bolívar ante el Constituyente de Angostura de 1819, cuando afirmó “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible” (Discurso ante el Congreso de Angostura).

“Sanciones” y desdicha

En sociedades que inscriben su devenir histórico dentro de los criterios de bienestar provenientes de Occidente, y que involucran nociones como ‘calidad de vida’, niveles alimentarios, certeza del empleo y estabilidad familiar y hogareña, se resiente dicho cuerpo de percepciones cuando los habitantes de un territorio son víctimas de medidas de impacto económico que degrada dicha calidad de vida. Y en el caso de la Venezuela Bolivariana, sus distintos estratos demográficos han sentido el impacto que las medidas coercitivas unilaterales se le aplican a este país, desde que, en 2017, el exPresidente Donald Trump de EEUU, dio inicio a su guerra híbrida contra la patria de Bolívar. Así, las “sanciones” han delimitado estrategias que apuntan a reducir “la ingesta calórica de la población, aumentaron las enfermedades y mortalidad (tanto para adultos como para menores) y desplazaron a millones de venezolanos…del país como producto del empeoramiento de la depresión económica y la hiperinflación” (https://cepr.net).

Sociedades felices

Son seis los factores empleados por la ONU para identificar los márgenes de felicidad de que se disfruta en las distintas regiones del globo “ingresos, libertad, confianza en el gobierno, esperanza de vida saludable, apoyo social y generosidad” (https://www.agorarsc.org). Y de 150 países en los que se mide dichas dimensiones, año tras año países del norte de Europa como Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suiza y Holanda, permanecen entre los primeros. Sin embargo, el bienestar material y económico que sustenta dichos stándares de felicidad interna pasa en cada uno de ellos, por la tasa del ingreso nacional y modo en que distribuye la riqueza de dichos Estados, en el marco de la división internacional del trabajo, ejerciendo este grupo como se sabe, una condición de centro, respecto al grueso número de países ubicados en los roles periféricos de subdesarrollo y meros proveedores de materia prima. Y a ello se suman profundos desniveles internos en educación y cultura, sin la cual jamás podría hablarse de una sociedad en la que impera la calidad de vida y la felicidad.

Sardanápalo o la virtud

De otra parte, la idea de “felicidad” retrotrae a los conceptos enunciados por el filósofo Aristóteles cuando en su Moral, a Nicómaco sostiene que al descartarse que la felicidad se alcanza mediante excesos dionisíacos, como los que dieron triste celebridad al rey asirio Sardanápalo -quien todo lo satisfacía con desmesura, comilonas, borrachera y apetito sexual, amaneciendo desolado cada nuevo día, hasta que murió en el curso de una orgía-. Así el Estagirita concluye en que a la felicidad se llega mediante el ejercicio de la virtud, un don de la práctica moral.

Sinóptico

2003

“Armas químicas” como excusa

Este día, bajo el alegato de que Irak poseía “armas de destrucción masiva” tropas de EEUU y países en coalición invadieron la República de Irak. Luego de terminar la contienda el gobierno estadounidense reconoció que se habían equivocado por cuanto no se encontraron las “armas químicas”. Tampoco se probó nexo alguno entre Saddam y Al Qaida. El informe entregado ante “el Congreso de EE.UU. por el inspector especial para la Reconstrucción de Irak, Stuart Bowen, en el año 2012 indicó que los sesenta mil millones gastados durante la ocupación norteamericana no condujeron a cambios positivos considerables en ese país. «El dinero se fue como el agua en la arena» (https://www.telesurtv.net).

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