Néstor Rivero Pérez

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El 14 de octubre de 2010 falleció en Cambridge (EEUU), a la edad de 85 años, el matemático franco-estadounidense Benoit Mandelbrot, cuyos aportes como creador de una rama especialísima de las matemáticas, la Geometría de los Fractales, ha inducido a divulgadores científicos  a caracterizarlo como “El último grande de las Matemáticas” [https://www.gaussianos.com].

Datos personales

Mandelbrot se desempeñó como profesor en las universidades de Harvard y de Yale, aunque “fue su trabajo en IBM en el “Centro de Investigaciones Thomas B. Watson”, de Nueva York lo que más le ayudó en sus estudios, ya que allí le brindaron libertad total en sus investigaciones” [https://www.gaussianos.com].

La noción de ‘fractal’

En 1975 Mandelbrot  -con fundamento en los estudios que a principios del siglo XX adelantó el matemático galo Gastón Julia sobre “las funciones complejas y los conjuntos de longitud infinita”,  concibió el término “fractal”, como aquella forma irregular en la naturaleza “que se repite… una y otra vez a escalas infinitamente más pequeñas. Este patrón se puede encontrar en todo el mundo natural, como los copos de nieve, las nubes o las conchas marinas. Pero los fractales también se pueden usar para describir cómo funcionan las cosas en astronomía, informática, economía, finanzas, e incluso en el mercado de valores” [https://hdnh.es/benoit]. En 1982 Mandelbrot dio a la imprenta su obra más conocida, La geometría fractal de la naturaleza. Mandelbrot supo prestar atención a temas y fenómenos matemáticos y físicos que hasta entonces habían concitado escaso o ningún interés en sus colegas, tales como “la investigación de la morfología de lo «amorfo»” [Benopit Mandelbrot, (Introducción) Geometría Fractal de la Naturaleza, Editorial Metatemas – Fundación La Caixa, Barcelona, 1997, 662 págs (página 15)]. Se trata de aquellos aspectos que, tal como sostiene Mandelbrot, “Euclides descarta por informes”.

Una geometría insuficiente

Ante la insuficiencia de la geometría clásica y  su noción clásica de “regularidad”, para explicar el desenvolvimiento de la naturaleza, en el marco de la Teoría de la Relatividad, así como la incursión tecnocientífica en fenómenos como la radiactividad y al interior de las magnitudes nanotecnológicas, se hacía impostergable respuestas que sobrepasasen los límites tradicionales, a objeto de arribar a hipótesis y conclusiones que se aproximasen de mejor modo a la complejidad de nuevas constataciones de la física teórica y el laboratorio en punto a las partículas. Y si la naturaleza está formada por “contornos irregulares” (Wikipedia). Así, en los años ‘60 y ‘70 el meteorólogo del MIT Edward Loretz, ofreció su hipótesis según la cual “las pequeñas diferencias en un sistema dinámico, como la atmósfera, podrían desencadenar enormes y, a menudo, insospechados resultados” [https://www.um.es], dando nacimiento a la Teoría del Caos.

Palabras del autor

En su obra más difundida, Mandelbrot escribió: ”Es incapaz de describir la forma de una nube, una montaña, una costa o un árbol, porque ni las nubes son esféricas, ni las montañas cónicas, ni las costas circulares, ni el tronco de un árbol cilíndrico, ni un rayo rectilíneo (…) muchas formas de la naturaleza son tan irregulares y fragmentadas que la naturaleza no solo presenta un grado superior de complejidad, sino que esta se nos revela completamente diferente. (…) La existencia de estas formas representa un desafío (…) la investigación de la morfología de lo “amorfo”. (…) “En respuesta a este desafío, concebí y desarrollé una nueva geometría de la naturaleza y empecé a aplicarla a una serie de campos. Permite describir muchas de las formas irregulares y fragmentadas que nos rodean, dando lugar a teorías coherentes, identificando una serie de formas que llamo fractales” [Benoit Mandelbrot, Geometría Fractal de la Naturaleza, Editorial Metatemas – Fundación La Caixa, Barcelona, 1997, 662 págs].

Sinóptico

1813

Simón Bolívar, “Libertador”

Este día la Municipalidad de Caracas aprobó que se aclamase a Simón Bolívar, con carácter perpetuo como “Libertador de Venezuela”. El supremo gozo de los mortales, la gloria, tiene dos sentidos: Uno religioso, que se refiere a la plena excelsitud del espíritu en cuyo colmo el hombre o la mujer disfrutan la bienaventuranza de Dios, al modo de revelación divina. Y el otro, laico y de signo pagano, que es el deleite supremo de la buena reputación, la obtención de nombradía por hazañas y realizaciones insuperables y que dan al mortal jerarquía heroica en medio de sus pares, e incitando la emulación y el honor. Tal era el sentido que Bolívar, librepensador aunque no ateo, de vocación quijotesca y con elementos masónicos en su pensamiento, dio al ideal de “gloria” al que tantas veces aludió en discursos y correspondencia. A la sesión municipal de aquel 14 de octubre, asistió un buen número de vecinos de Caracas.

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