Néstor Rivero Pérez

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El 28 de septiembre de 1833 murió Fernando VII, cuya figura ha pasado a la historia de España envuelta en dramáticas controversias, pues habiéndose constituido entre 1808 y 1814 -durante su confinamiento forzoso en Bayona (Francia) y sostenerse como rehén de Napoleón Bonaparte-, en el símbolo de la resistencia hispana frente a la invasión napeoleónica a su patria, pasó, en 1823, a operar como principal  patrocinante de la invasión de ese año a la Península, ejecutada por el ejército galo al que se conoce como “Los 100 mil hijos de San Luis”, y cuyo designio era el de dar al traste con la revolución liberal de Rafael del Riego.

Talante absolutista

Al regresar a España en 1814, luego de seis años de permanencia forzosa en Bayona, Francia, Fernando VII decretó la nulidad de la Constitución liberal de Cádiz, aprobada en 1812.

Dicho decreto dará la medida del talante antirreformador del monarca, quien dará inicio a una era de persecuciones en la Península contra los liberales y la oficialidad del ejército, que reclamaba la vigencia de la Constitución.

Entre los libros que examinan críticamente la actuación de este monarca, destacan El rey felón o los seis años inicuos, cuyo autor es Cristóbal de Castro y El Rey Felón, de José Luis Corral.

 

Reagrupamiento liberal

La aspiración de Fernando a gobernar dentro del absolutismo más extremo, conducirá al reagrupamiento de fuerzas liberales en el exilio y el ejército,  por el retorno a la Constitución.

Francisco Espoz y Mina, José María Torrijos y Uriarte, y Juan Van Halen entre otros, encabezarían conspiraciones antiabsolutistas. No obstante, el rey sostuvo su poder con apoyo del clero, la alta nobleza y gruesos sectores tradicionalistas de España.

El talante absolutista del monarca solo será doblegado durante el “Trienio Liberal” que arranca en 1820 con la Revolución de Rafael del Riego -hecho este que impele al restablecimiento y jura de la Constitución de 1812-, hasta la invasión de contingentes franceses (Los cien mil hijos de San Luis) en 1823, cuando Fernando reimpone su régimen absolutista, aunque con ligeros matices liberales.

Pérdida de las colonias

En 1833 la situación política en España había sentido el impacto de los sucesos tanto internos, que se reflejaban en la querella del liberalismo y el conservatismo de una parte, y de la otra, la pérdida de las colonias americanas que se habían independizado tras dura contienda de más de catorce años y que culminó con la jornada de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824.

Solo le quedaron en América las islas de Cuba y Puerto Rico, que la Corona perdería en 1898 en su guerra de ese año con EE. UU., junto con sus posesiones de Filipinas en el Extremo Oriente.

Leyes populares: Un atentado”

“(…) fui privado de mi libertad, y… de mis Reinos, y trasladado a un palacio… sirviéndonos de decorosa prisión, casi por espacio de seis años (…) Quedó todo a la disposición de las Cortes, las cuales (…) me despojaron de la soberanía (…) atribuyéndola a la Nación…y dar… una Constitución que… ellos mismos sancionaron y publicaron en 1812.

Este primer atentado contra las prerrogativas del trono (…) fue como la base de los muchos que a este siguieron (…) se sancionaron… leyes fundamentales… de un Gobierno popular (…) Por tanto, habiendo oído lo que (…) me han informado…y lo que acerca de cuanto aquí se contiene me ha (n) expuesto en representaciones… de varias partes del Reino… declaro que mi Real ánimo es, no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución (de Cádiz)… sino declarar aquella Constitución y decretos nulos y de ningún valor ni efecto…como si no hubiesen pasado jamás tales actos… y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquier clase y condición a cumplirlos y guardarlos.- Yo el Rey [Fernando VII]” / Fuente: http://www.historiasiglo20.org.

 

Sinóptico

1919

Un “quemado vivo” en EE. UU.

Durante este día -el primero del estallido racista conocido como “Disturbios de Omaha” acaecidos en dicha ciudad de Nebraska (EE. UU.)-, grupos ultraconservadores y supremacistas, actuando bajo la oleada anticomunista del así denominado “Temor Rojo”, detuvieron y procedieron a quemar vivo, al obrero afroestadounidense Will Brown.

Del mismo modo, la furia racista de estos días, que se sentiría en distintas ciudades de Norteamérica, intentó igualmente ahorcar al “alcalde de Omaha, Edward Parsons Smith, e  incendiar la Corte del Condado de Douglas” (Wikipedia). La movilización de tropa requeridas por la Primera Guerra Mundial, en la cual EE. UU. se hizo parte desde 1917, demandó de mano de obra alterna para ocupar los puestos vacantes por el enrolamiento de numerosos trabajadores activos. Y el temor infundado en la mayoría de los casos, de que se colasen promotores del socialismo y la revolución social, en un ambiente de segregación y anticomunista,  atizó los prejuicios en grupos de la población blanca de EE. UU., provocando atrocidades como la de Omaha.

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