Néstor Rivero Pérez

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El 15 de octubre de 1865 murió en Santiago de Chile, Andrés Bello, cuya vocación por la poesía, gramática, leyes, teoría de relaciones internacionales, educación, geografía y otras ramas del conocimiento, lo convirtieron en el humanista clásico por excelencia de la lengua castellana. En 1842 Bello fundaría la primera universidad de la nación austral, ejerciendo como su primer rector hasta el día de su muerte.

Sabiduría y conservatismo

Ciertamente que la incursión de Bello en los distintos campos del intelecto, lo hizo acreedor a las palabras del científico Ignacio Domeyko, cuando en oración fúnebre de homenaje a don Andrés, el 15 de octubre de 1865, dijo: “Dudaría la razón que en una sola vida, un solo hombre pudiera saber tanto, hacer tanto y amar tanto”.

He aquí el retrato de un polímata. Bello, si bien merece el título de polímata, hombre de muchas vocaciones, admirable como pocos en este sentido por su disciplina y rigor en el estudio, de otra parte sostuvo posturas políticas y sociales conservadoras, como se evidenció en su voto dentro del claustro universitario, y que resultó crucial para la expulsión de Francisco Bilbao como estudiante de la Universidad de Chile. Bilbao, quien presidía la Sociedad de la Igualdad, se vio enjuiciado por publicar en 1844 un manifiesto cuyo anticlericalismo horrorizó a los “pelucones” de Santiago.

 

Dos grandezas continentales

La de Bello con Bolívar fue una amistad en la cual ambos comprenden su rol en la historia. Bolívar, hombre de ideas y de acción en grado sublime, ha de dar valor a la contribución a que Bello está llamado en América una vez culminada la guerra contra España. De allí su llamado al gobierno de Bogotá para no dejar marchar a don Andrés a otro país de Nuestra América, y le ofreciesen cargo en la Gran Colombia desde el cual desplegar sus talentos. Ello se frustró por la disolución del naciente Estado. Bello legó a Hispanoamérica y a España una de las obras más voluminosas que se conozcan de un solo autor.

 

Con Bolívar

Bello mantuvo con Simón Bolívar la amistad respetuosa de quien dedica su existencia al mundo de bibliotecas y escritura, y ve encumbrarse hasta el pináculo de la gloria a uno de sus antiguos discípulos. El Libertador por su parte -se ve en su epistolario-, expresó siempre hacia don Andrés la deferencia y consideración que el guerrero y estadista ilustrado concede al hombre de elevada inteligencia y quien sin embargo permanece lejano a los campos de batalla. Es una amistad en la cual ambas partes comprenden su rol para el éxito de la empresa republicana. Bolívar, hombre de vuelo de ideas y de acción en grado sublime, ha de dar valor a la contribución a que Bello está llamado en América una vez culminada la guerra contra España.

 

Con Robinson

Algunas leyendas, sin sustento, sostienen que Rodríguez aporreó con un violín la humanidad de Bello. De lo que hay evidencia cierta es que en la vejez de ambos, se vieron en Santiago de Chile y conversaron sobre el café de Caracas, tan añorado por Bello. En todo caso sí resulta inocultable la diferencia conceptual entre uno y otro: Robinson enfrentaba su época fundando escuelas para artesanos, al tanto que Bello, más prudente, se ajustaba al orden oligárquico austral, para forjar nuevas instituciones.

Es preciso formar ciudadanos útiles”

“Bello decía: ‘No basta formar hombres hábiles en las altas profesiones; es preciso formar ciudadanos útiles, es preciso mejorar la sociedad y esto no se puede conseguir sin abrir el campo de los adelantamientos a la parte más numerosa de ella (…)’. Andrés Bello era un católico practicante; su noción de humanista ve el mundo dentro de los moldes del humanismo burgués” [L. B. Prieto Figueroa, Prólogo a la Obra Educativa de Andrés Bello (1982].

Sinóptico

Hipatia, filósofa y matemática

El 15 de octubre de 2002 la Unesco inauguró la nueva sede de la Biblioteca de Alejandría (Egipto), construida con patrocinio financiero de países árabes y la Unión Europea, como homenaje al célebre establecimiento de textos escritos que por setecientos años fue considerado el más grande del mundo en su género.

La gran biblioteca fue depósito de más de 900 mil manuscritos, teniendo como usuaria a Hipatia, cuyo amor al saber hicieron de su nombre sinónimo de estudio y que se la calificare como “Madre de las Ciencias”. Sin embargo, en tiempos en que la Iglesia disputaba con el paganismo, exhortaciones del obispo Cirilo acicatearon el fanatismo de la turba, que tachó a Hipatia de descreída, maga o bruja, por sus lecturas y experimentos, linchando a la bella filósofa y matemática. Hipatia escribió sobre álgebra y astronomía, diseñó astrolabios e inventó un densímetro.

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