Néstor Rivero Pérez

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El 28 de octubre de 1632 nació en la localidad de Wrington (Inglaterra) el filósofo John Locke, cuya obra ha servido en los últimos trescientos cincuenta años, como referente del liberalismo clásico, el contrastado con el modelo de sociedad postulado por Thomas Hobbes, para quien la autoridad del Estado es la única que puede garantizar condiciones para el desenvolvimiento de la sociedad.

Locke, antecesor

Locke, quien no utilizó el término de “contrato social” -acuñado un siglo después por J. J. Rousseau-, postulaba la idea según la cual todos los integrantes del cuerpo social concuerdan por propia decisión, con la vida dentro del conjunto, “en virtud de lo cual admiten la existencia de una autoridad, de unas normas morales y de unas leyes a las que se someten. El pacto social es una hipótesis explicativa de la autoridad política y del orden social” (Wikipedia).

Locke vs Hobbes

¿Quién predomina en el escenario histórico para sellar un modelo de sociedad, así como el ejercicio del poder o autoridad y en qué sentido ha de direccionarse esta última? En tanto que John Locke concibe al hombre por naturaleza como “un animal social” y que en su estado natural “los hombres cumplen sus promesas y hacen honor a sus obligaciones. Hobbes, por el contrario, piensa que el hombre no es por naturaleza un animal social, y que la sociedad no podría existir sin el poder del Estado” [https://www.alfdurancorner.com]. Y de la postura que se asuma en tan decisivo asunto dependerá el tipo de organización social y Estado que dará rumbo a la modernidad, en circunstancias en que fuerzas económicas profundas hagan aflorar a partir del siglo XVII los primeros componentes de un nuevo modo de producción y relacionamiento económico: El capitalismo y la revolución industrial.

 

Pacto originario

Thomas Hobbes fue el primer teórico en asomar la idea de un acuerdo primitivo entre quienes formaron la sociedad, planteándose la cuestión de “por qué debe existir y cómo ha de ser.

Para responder a estos interrogantes la figura del contrato social es clave, aunque Hobbes no use el término ‘contrato’ (que usará por primera vez Rousseau) para referirse a ese pacto originario. Si para Aristóteles y, en general, para el pensamiento clásico desde la antigüedad, el orden político es una continuación del orden natural, para Hobbes el orden político es, por el contrario, el resultado de un contrato, y por lo tanto, de una convención, de una decisión tomada libremente por quienes lo adoptan, y es eso lo único que puede fundamentar las bases del poder civil” [https://www.filosofia.net].

 

Liberalismo clásico

La visión lockiana, si bien se ha visto utilizada en las últimas dos centurias como fuente legitimadora de un sistema social y económico dominado por monopolios y megacorporaciones, el autor de Carta sobre la tolerancia no escribió sus textos con tales propósitos, sino para sustentar la refutación al absolutismo y su visión de la libertad como valor moral, en el marco de formaciones históricas en que privaba la sumisión al orden estamental del feudalismo europeo y la fidelidad al credo en que se criare el individuo; y ello en medio de las corrientes innovadoras inauguradas por Erasmo, Descartes y Galileo en sus respectivos campos de actividad.

 

Libre albedrío

Y esta visión que apunta hacia la configuración de la modernidad, da relevancia al libre albedrío. Así, el enfoque de quien en 1662 dio a la imprenta su obra Ensayos sobre el gobierno civil, contempla la premisa según la cual “Nada sucede en la vida, a menos que tú lo hagas suceder.

Todo es posible, si pones empeño. Nadie te va a ayudar, más que tú mismo” [Ibídem]. Se trata de una oda a la libertad en épocas en las cuales las sociedades aún se encontraban maniatadas bajo la férula de los monarcas y señores de la tierra, condes, vizcondes, marqueses y titulares de baronías, con su concepto de castas infranqueables y prejuicios tan resistentes como las mallas que cubrían al combatiente en las lides caballerescas.

Sinóptico

1861

Colegio de Ingenieros de Venezuela

Este día quedó instalado en el Colegio Santa María de Caracas, el Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV), cuya autorización había sido expedida tres días antes por el presidente Manuel Felipe de Tovar. Auspiciador de primera línea de esta institución gremial fue el ingeniero y educador Agustín Aveledo, cuyos estudios profesionales los había cursado en la Academia de Matemáticas, la cual daba títulos de teniente de ingenieros, agrimensura e ingeniero civil. De acuerdo a Eduardo Arcila Farías, los estudios de ingeniería y matemáticas comenzaron en el país en el tiempo colonial íntimamente vinculados a la profesión de las armas.

En 1831 Juan Manuel Cagigal pondrá en funcionamiento la Academia de Matemáticas, en cuyas aulas estudiarían Juan José Aguerrevere y Echenique, quien egresó como Teniente de Ingenieros y sería el primer presidente del CIV.

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