Néstor Rivero Pérez

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El 23 de octubre de 2015, hace siete años, los restos de Juana Ramírez, maturinesa y heroína de la gesta emancipadora, recibió los honores del Panteón Nacional. Su valerosa actuación al frente de una batería en la tercera batalla de Maturín del 25 de mayo de 1813, y mientras comandaba el cuerpo de mujeres, la hicieron acreedora al título de Juana La Avanzadora.

Maturín amenazada

Al salir de Barcelona con 2 mil efectivos rumbo a Maturín, el realista Domingo de Monteverde lanzó una proclama a sus tropas, anunciando la desaparición de los patriotas “con la misma prontitud con que se disipa el humo al impulso del viento”.

Apenas llega, envía un emisario a la plaza intimando la rendición incondicional. Los jefes que le aguardaban en la plaza eran los bizarros Carlos Manuel Piar, José Francisco Bermúdez, José Tadeo Monagas, Andrés Rojas y otros recios combatientes.

Se topó asimismo Monteverde con un factor hasta entonces ignorado en la contienda emancipadora: El nutrido grupo de mujeres que manejaba la artillería y que no se arredraba por el silbido de las balas.

Tras algunas acometidas realistas que dejaron como resultado unos cuatrocientos efectivos tendidos en el campo por la acción combinada de infantería, caballería y el cañoneo de los patriotas, a Monteverde no le quedó otra opción que huir, acompañado de una reducida escolta.

 

La Avanzadora

De acuerdo a tradiciones orales, Juana era hija de Andrés Rojas -general del Ejército Republicano que prestó sus servicios durante años a las órdenes de José Tadeo Monagas en la región del Oriente- y una esclava que al parecer fue a poco liberada, quedando la crianza de Juana bajo la dirección de Teresa Ramírez de Valderrama, de quien recibe el apellido. A partir de 1810, la joven se entusiasma con las ideas de la independencia de Venezuela.

Batería de Mujeres

En la tercera Batalla de Maturín resultó decisiva la participación de Juana Ramírez frente a unidades de artillería de mediano tamaño, del tipo culebrina. En un momento del enfrentamiento, Juana, “en medio de la lluvia de balas, atravesó el campo de batalla y arrancó su espada a un general muerto…” [Mireya Sosa de León].

Dicha espada sería posteriormente enarbolada por la heroína para sacudir los espíritus en combate por la libertad. Igualmente acostumbraba en las acciones atender a los heridos y enterrar a los fallecidos. Aquella acometida del 25 de mayo de 1813 indujo a sus camaradas de armas a consagrarla como “La Avanzadora”.

La tradición que recuerda a la célebre “Batería de Mujeres” la recoge Carmen Clemente Travieso en su obra Mujeres de la Independencia (1965). Juana había nacido en Chaguaramal, actual estado Monagas, hija de la esclava Guadalupe, cuyo propietario era precisamente Andrés Rojas, el futuro prócer de la emancipación en Oriente. Juana vivió en condiciones de pobreza según tradición, hasta 1866.

Las Belonas”

Evocando a Belona, -deidad de la guerra en el panteón romano-, el entonces brigadier Simón Bolívar, en el curso de la Campaña Admirable, dirige a sus soldados la proclama del 9 de junio de 1813: “Nuestras amazonas han combatido contra los tiranos (…) Las mujeres… del país que estáis pisando, combaten contra los opresores y nos disputan la gloria de vencerlos (…) ¿Habrá un solo hombre de la Gran Colombia tan indigno de este nombre, que no corra veloz a romper las prisiones en que gimen estas verdaderas Belonas?” Se forjaba entonces el ideal de patria.

Panteón para una parda

La elevación de Juana La Avanzadora -en su forma de restos simbólicos- al Panteón Nacional, contiguo al Mausoleo donde reposan las cenizas del Libertador Simón Bolívar, y al lado de muchos de los fundadores de la nacionalidad, constituye acto de justicia patriótica y de reivindicación social. El valeroso desempeño de Juana al frente de la Batería de Mujeres, arriesgando su vida frente a la fusilería y el cañoneo enemigo, evidencia que su resuelto proceder fue voluntario, animado por el ideal de patria, el que vibraba en su corazón al lado del sueño de abolición de la esclavitud. No todos se fueron con Boves. En toda ley, sus restos merecen los honores del Panteón.

 

Sinóptico

1976

Alejandro Colina y María Lionza

Este día murió en Caracas Alejandro Colina, realizador de la obra escultórica María Lionza sobre la danta, pieza que adorna la Autopista del Este de Caracas. Por propio talento, Colina es considerado el más grande escultor en la historia del país.

En una ocasión diría: “El oficio de mecánico me ha sido muy útil; lo aconsejo al escultor novel, pues solidifica el concepto de plástica” [Fuente: Revista Entre Rayas http://entrerayas.com]. Con 13 años inició estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, recibiendo clases de Francisco Herrera Toro y Cruz Álvarez. El mito de la dama legendaria, cuyo culto surge en Sorte (Yaracuy) fue esculpido por Alejandro Colina en 1951. La obra cuenta con una réplica en la región de Nirgua (Yaracuy).

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