Tal día como hoy Simón Bolívar escribió ocho epístolas, la mayor cantidad dirigida a distintos destinatarios en un mismo día
El autor es historiador, docente y abogado.
Néstor Rivero Pérez
El 10 de noviembre de 1824, hace doscientos años, con su cuartel general establecido en Chancay, localidad muy próxima a Lima (Perú), el Libertador Simón Bolívar redactó y/o dictó ocho epístolas en el curso del mismo día, dirigidas a distintos destinatarios, entre quienes destacaban el vicepresidente Francisco de Paula Santander, de la Gran Colombia; el historiador José M, Restrepo; el obispo Lazo de la Vega, en Mérida, y el Marqués del Toro, radicado en Caracas.
Récord epistolar
Tal fue, a lo largo de su vida pública, el día en que el Padre de la Patria produjo e hizo remitir el mayor número de cartas, según se observa en su epistolario, aunque en otras oportunidades escribiría una sola misiva extensísima, como la Carta de Jamaica.
Espíritus de bucolia
Del tono que emplea el Libertador en las cartas que envía ese día a Joaquín Mosquera y a Fernando Peñalver, se desprende una vocación de sosiego entre pastores y romances de campiña, que invita a evocar los personajes que Virgilio Marón retrata en su obra Bucólicas. Al jurista, diplomático y político de Popayán le escribe “Ya cambiaría con Ud mis dichas por tener un corazón tan sereno como el suyo”; al tanto que a Peñalver le dice “(…) me parece estar viendo esa alma tranquila y un corazón tan puro expresarse con el lenguaje de la cándida verdad”.
El Bolívar-filósofo
En su misiva al Marqués del Toro -con quien le unía el parentesco colateral de ser este primo de María Teresa del Toro y Alaiza -la extinta esposa de Bolívar-, el héroe se franquea en términos de desahogo emocional y reflexivo: “Entienda Ud mi querido Marqués, que mis tristezas vienen de mi filosofía; y que yo soy más filósofo en la prosperidad que en el infortunio. Esto lo digo para que no se crea que mi estado es triste y mucho menos mi fortuna”. El Padre de la Patria no obstante, expone al Marqués su íntima aprehensión al paso que ya asoma la finalización de su empresa emancipadora continental: “Puedo asegurar a Ud que francamente lo pasado parece un camino de flores y que mis dolores existen en los días futuros”. He aquí un autopresagio de 1830, año de las ingratitudes y el antibolivarianismo disgregador.
La marcha de la guerra
De otra parte, Bolívar expone al vicepresidente Santander, el horizonte halagüeño que a fines de 1824 comienza a ofrecer la contienda contra España y las fuerzas del Virrey de La Serna, acantonadas en el Cuzco. Bolívar informa al Vicepresidente, quien despachaba en Bogotá, que ha entregado el mando del Ejército Unido -el cual incluía a las fuerzas auxiliares provenientes de la Gran Colombia-, al general Antonio José de Sucre, para retornar Bolívar, tras la Batalla victoriosa de Junín, a Lima, y tomar dicha capital, estableciendo a su vez el sitio del Callao, y organizando el envío de refuerzos a Sucre, quien estaba al frente de las operaciones bélicas en la extensa franja cordillerana de Perú. Y sobreponiéndose a toda desavenencia derivada de las intrigas de Santander, el Libertador le informa en detalle, del estado de la flota que en las aguas del Pacífico apoyaba a las fuerzas de tierra en suelo inca.
Galanteo caballeresco
Este mismo 10 escribe el Libertador misiva a Mercedes Mutis, recién casada con el edecán Diego Ibarra, a quien ensalza: “El esposo que la suerte le ha destinado es de uno los mejores hombres que honran nuestro sexo”, exaltando las virtudes morales de Ibarra. En iguales términos saluda Bolívar el enlace de Joaquín Mosquera, deseándole que al lado de su esposa en adelante viva “cantando los versos de Horacio”.
“Sucre al mando”
“Los enemigos se han reunido en el Cuzco, tras del Apaurimac que tiene soberbias posiciones. Su fuerza es superior a la nuestra, porque ellos contaban el día de Junín más de 14 mil hombres en todo el país (…) El general Sucre ha quedado mandando el Ejército con órdenes de observar al enemigo y de aprovechar las ventajas que le ofrezca. Él hará esta guerra maravillosamente bien… está autorizado para todo, aunque muy recomendado de tener prudencia hasta que yo le lleve los nuevos refuerzos que vienen de la Gran Colombia”.
Sinóptico
1999
Ciencia para la Paz
Este día la Conferencia Mundial sobre la Ciencia celebrada en Budapest (Hungría), aprobó fijar el 10 de noviembre como “Día Mundial de la Ciencia y la Paz”, para fomentar una clara noción acerca del modo responsable en que debe ser gestionado el conocimiento científico, tecnológico e innovador, dado el poderoso impacto que dicha dimensión civilizatoria, tiene en la vida de las personas y comunidades. Así, la Declaración de Budapest puntualiza la necesidad de que la “práctica de la investigación científica y la utilización del conocimiento, deberían siempre orientarse al bienestar de la humanidad, incluida la lucha contra la pobreza, y respetar la dignidad y los derechos de los seres humanos, así como el entorno medioambiental global”.