Jesús Moreno

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Los hermanos del Partido Comunista Cubano realizaron su octavo Congreso Nacional, y, máximos jefes, como el presidente Raúl Castro, de 90 años, y el comandante del Ejército, Leopoldo Cintra Frías, entre otros, pasaron voluntariamente a su retiro de sus cargos en las estructuras del poder del Estado, la jefatura del Ejército y el comando del partido. Caso ejemplar en el mundo político si recordamos el precio en muertes, persecuciones, prisiones,  generados en otros partidos cuando se producen profundos cambios en sus altas direcciones políticas, ya sea generacionales o por diferencias tirantes entre sus más relevantes dirigentes, y mucho más cuando se tenía 62 años de ejercicio en el poder, en este caso la generación de Fidel Castro, desde 1959.

Así como se retiraron el comandante Raúl Castro y Leopoldo Cintra Frías, comandante del Ejército, lo hicieron otros grandes dirigentes para abrirle paso a nuevas generaciones en el mando de la Revolución Cubana y el país.

Los veteranos, ya longevos, y los más jóvenes, como el presidente Miguel Díaz Canel han participado en la resistencia tenaz, patriótica, soberana al imperio de Estados Unidos. País que ha tramado toda clase de conspiraciones, planes, ofensivas, amenazas, terrorismo, bloqueo, contra la Revolución Cubana, y, la bandera de la estrella solitaria ha salido victoriosa bajo la conducción del PCC y la generación saliente, por la resistencia de todo el pueblo cubano y sus fuerzas armadas, por allí son una misma cosa, un pueblo en armas y el partido como gran motor en la defensa de la patria, en la solución de sus problemas, desarrollo y la revolución.

Es mucha la historia que estos viejos dirigentes escribieron desde Fidel hasta Raúl, esa plegada de hombres y mujeres que los siguieron, por eso, el cambio generacional fue hermoso, puro, sin baño de sangre, sin odios ni persecuciones, con la unidad como principio fundamental que siempre guio con dignidad a la Revolución de siempre.

Se cristalizó con este octavo congreso en medio de duros debates, infatigables confrontaciones, el PCC y su octavo congreso salió fortalecido, listo para seguir su luz bajo la jefatura de Miguel Díaz Canel y el equipo de la dirección, en cuyas manos la Revolución no se perderá.

Lo sucedido en Cuba con el PCC es una gran lección histórica, un magnífico ejemplo de las luchas de la verdad y la unidad por un mundo mejor, aun en medio de fieras tentaciones, compras y provocaciones. En ello el enemigo es un verdadero poder mundial, con dinero, fuerza política, capacidad financiera y mediática a su lado.

Los cubanos para llegar, en el PCC, a esa sensatez han pasado mucho: Playa Girón, la crisis de los misiles en octubre de 1962, saboteos, crímenes, quema de cultivos (cañaverales), bloqueo, voladura de aviones, privaciones, negación de recursos, cerco económico; se han enfrentado con la resistencia indomable de sus dirigentes y todo el pueblo cubano y sus partido que celebró su octavo congreso, al que llegaron con su voluntad de hierro; pasó a buenas manos y seguirá marchando como pueblo libre, soberano y solidario, aunque veremos cambios que el mundo va imponiendo, un mundo pluripolar, policéntrico y ajeno a los dominios imperiales, como pueblos libres y soberanos que no pueden ser sometidos a ningún poder extraño sujeto a su mismo poder.

Ahora sin el comandante Fidel, sin Raúl y Leopoldo, también sabrán caminar porque la Revolución continuará en manos del pueblo y será de los pueblos de América Latina y el Caribe. Ese es el gran sueño por la humanidad, para crear, en verdad, un mundo mejor.

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