Alberto Vargas

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El Libertador, Simón Bolívar, padre de la Patria, en el “Manifiesto de Cartagena”, de 1812; la “Carta de Jamaica” de 1815; el discurso en el “Congreso de Angostura”, de 1819, entre otras proclamas de enorme trascendencia universalista, delineó su visón para la construcción de un Estado humanista, así como una concepción para la paz y la felicidad, tras la concepción de un gobierno Republicano.

Cuando se analizan los hechos del 19 de abril de 1810, y sus consecuencias inmediatas en el orden social, político, militar y económico, se observa que comienza en la naciente Venezuela el proceso de agudización de la lucha por la libertad e igualdad, que estará presente a lo largo de todo el desarrollo en el que están visibles un conjunto de factores, tales como:

  1. a) Las ideas del movimiento de la Revolución Francesa (1789) que llegarían a Venezuela de manera indirecta;
  2. b) Una acentuada decadencia del poder metropolitano;
  3. c) La complejidad ideológica, en correspondencia a los intereses de clases, bajo la versión antillana, francesa y española; por último,
  4. d) El surgimiento sistemático y progresivo de una conciencia nacional de clase a lo largo del proceso revolucionario que lidera Bolívar.

Tras el análisis de este conjunto de escenarios se explica el estallido compulsivo de luchas que dieron como resultado la crisis que justificaría el replanteamiento integral de la sociedad colonial venezolana.

A la luz de estos hechos, recogidos por la historiografía, es donde se resalta la figura de Bolívar, no tan solo por su accionar militar, sino por la claridad de visión política e histórica, que alcanzó su madurez en el proceso directo del proceso emancipador. Ello demuestra como él logró entender las particularidades de su momento histórico. Lo que manifiesta en cada una de sus intervenciones de manera progresiva y sistemática.

Bolívar, que luchó con la espada y la pluma para independizar a NuestraAmérica, en 20 años de vida política arremetió contra 300 años del criminal colonialismo sostenido contra NuestraAmérica.

Bolívar llevó a cabo una revolución categorizada como el suceso de mayor envergadura que registra la historia de la emancipación de la Patria Grande.

“Me he burlado de la muerte muchas veces, y esta me acecha delirante a cada paso”, escribió.

Bolívar a los 3 años de edad perdió a su madre y a los 9 al padre. Contrajo matrimonio a los 19 años y después de 10 meses de casado, enviudó. A pesar de tantas penalidades a su corta edad, realizó campañas de tan difícil travesía, que hay pocos ejemplos que puedan comparársele.

El escenario de su acción política y militar abarcó seis millones de kilómetros cuadrados; luchó contra una ideología dominante impuesta desde hacía 300 años (1492) y en la naciente Sociedad Patriótica que tuvo como escenario al Congreso de 1810, donde los defensores de la opresión que en última instancia representaban al criminal colonizador, chocó con el Bolivarismo que enemigo del pueblo se propuso disipar la ignorancia del pueblo, elevar las ideas de los ciudadanos a la más alta dignidad de mujeres y hombres libres, constituir y Estado.

Bolívar en un memorable discurso para contener al semillero oligárquico de apátridas, les dice que “esas dudas son triste efecto de las antiguas cadenas”, y les pregunta “¿trescientos años de calma no bastan? ¿Se quieren otros trescientos todavía?”. En consecuencia, agrega:

“…el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana. Vacilar es perdernos…”.

En Bolívar la construcción de una gran sociedad, debe reposar en el pilar moral, visto como el poder que permita deslastrarse de las malas costumbres, de los vicios y dependencia de la mujer y el hombre de NuestraAmérica.

Bolívar en materia económica combina las ideas que desarrolló Carlos Marx con el capitalismo que propició Adam Smith, para evolucionar hacia el Socialismo Bolivariano, con la participación popular, es decir, no es un socialismo que vela por el bienestar de las masas populares controlado por cúpulas partidistas ni asume el capitalismo que promueve la iniciativa privada como factor de desarrollo endógeno «sustentable».

El socialismo Bolivariano es la máxima expresión del humanismo social, al democratizar todas las estructuras de poder del Estado que se convierte en protector de las clases desposeídas y al servicio de las comunidades organizadas; estimula la participación popular en las fases de la economía y delega la gobernabilidad en la participación del pueblo organizado, es decir, se fundamenta en tres principios bolivarianos: igualdad, justicia y fraternidad.

La Doctrina Bolivariana une al pueblo y al ejército en un todo, con el fin de sustentar la Nación, preservar sus instituciones, defender la Patria, y no utilizar las armas para proteger y defender una sociedad de privilegios.

“El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política”, dijo Bolívar. También del pensamiento de Bolívar se desprende que es irrestricto en castigar la corrupción y todo aquel que atente contra los intereses del Estado, que no son más que los intereses del pueblo: “… el que roba al Estado le roba al pueblo, a las futuras generaciones y se roba a sí mismo”.

Bolívar enarbola una estructura jurídica de gobernabilidad, bajo un esquema de políticas sociales, donde impere la igualdad de oportunidades, respeto a la dignidad, la defensa de la territorialidad, estímulo al desarrollo endógeno sustentable, protección de los recursos naturales, incentivo a la inversión social y la organización del pueblo en estructuras productivas.

En la Doctrina Bolivariana subyace un esquema de conducta y comportamiento, que tiene sus raíces en la dignidad nacional y un respeto irrestricto a la territorialidad.

“El patriotismo es el fuego sagrado que no puede estar oculto; y en tanto se extienda en un sentido verdaderamente puro, tanto más habrá ganado la felicidad del país, cuya moralización demanda extraordinariamente todo paternal cuidado”.

Bolívar promueve la unidad y la integración de países que tienen en común su cultura, para poner freno a un imperialismo insaciable de poder y riquezas, que basan su estrategia de penetración en el colonialismo y la dependencia económica.

“Necesitamos un gobierno central para la América Meridional y la formación de una sola y poderosa nación americana; de un coloso capaz de enfrentar al poder supremo que no cesará de sus intenciones de dominar al mundo. Requerimos de una nación que no puede crearse sino con la fusión de toda la América Meridional en un cuerpo de naciones hermanas, que tengan en común su historia, su idioma y su cultura. Para nosotros la Patria es América”.

Bolívar es la capacidad de visualizar al futuro, es el desprendimiento incondicional sin recompensa, es la pasión por un ideal aún a costa de la vida, es la capacidad indoblegable para logras objetivos inalcanzables, es luchar y defender siempre la patria, es triunfar sin importar el tamaño del enemigo, es incentivar la economía nacional, es la obligación de luchar cada día por las futuras generaciones, para entregarles en herencia una Patria libre de la dominación extranjera, es llevar su Doctrina por todos los pueblos, es triunfar por encima de las adversidades, pero sobre todo es la llama que llevamos en el corazón todas y todos los revolucionarios de acción y convicción, que heredamos del universal hombre que fue y será Simón Bolívar, el Libertador.

Bolívar, en fecha, 6 de septiembre de 1815, en la Carta de Jamaica, ofreció el siguiente parte sobre Venezuela:

“En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos, y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de la América. Sus tiranos gobiernan un desierto; y solo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor en los campos y en los pueblos internos, hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela; y, sin exageración, se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todo resultado de la guerra”.

Este escenario que ofrece el Libertador sobre la martirizada Patria es una muestra del espejo histórico que ha padecido el pueblo venezolano.

Bolívar en estos tiempos apocalípticos que ha generado el capitalismo salvaje y amenazan toda forma de vida en la Madre Tierra, como lo certifican la historia y la ciencia, surge como el guía ante la barbarie que está devorando al planeta.

El Libertador una figura de primer orden dentro de la universalidad del mundo, elaboró toda una filosofía, una doctrina humanista que hoy retumba, pues responde al ideal para la transformación de la estructura del orden mundial.

Su revolución independentista y proyectos acerca del porvenir de la Patria Grande, como hombre militar y de Estado, teórico constitucionalista, visionario, lo consagran por sus escritos políticos, para asentar las bases de una existencia política viable y duradera para las naciones que aun anhelan un mundo desprovisto de carencias para una vida dignamente humana.

Unos de sus pilares fundamentales para la paz y la mayor suma de felicidad posible se encuentran recogidos en el Discurso de Angostura (1819), allí expuso:

“El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política”, para abolir la turbidez en la política antiética neoliberal cuyo signo es el dominio supremo de los pueblos. Por eso se debe insistir sobre el estudio y la profundización de la Doctrina Bolivariana.

Bolívar fue un hombre que se nutrió intelectualmente con los más grandes de las ideas universales como él mismo lo confiesa en una carta a la que alude a M. de Mollien por la forma injusta que lo trataba este francés que quizá, dijo el Libertador:

“… no haya estudiado tanto como yo a Locke, Condillac, Buffon, Dalembert, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filangieri, Lalande, Rousseaun, Voltaire, Rollin, Berhot, y todos los clásicos de la Antigüedad, así como filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses…”, y otros como Ferguson, Bentham y Constant. Por lo que precisa: “…es de creer que en Caracas o San Mateo no me habrían nacido las ideas que me vinieron en mis viajes, y en América no hubiera tomado aquella experiencia ni hecho aquel estudio del mundo, de los hombres y de las cosas que tanto me han servido en el curso de mi carrera política…”.

He aquí un hombre que luchó con la espada y la pluma para independizar NuestraAmérica. En 20 años combatió férreamente 300 años de colonialismo y realizó una revolución que fue el suceso de mayor trascendencia que registra la historia. Su acción militar y política abarcó 6 millones de kilómetros. Liberó cinco naciones, recorrió 123 mil kilómetros a caballo, es decir, cabalgó media vuelta a la Tierra en aras de la libertad de la América meridional.

Sus ideas de libertad las escribió en 92 proclamas, escribió 10 mil cartas en varios idiomas y su ejército nunca invadió, solo liberó pueblos. Es el hombre más prominente del siglo XIX, por eso ha sido el primero en la historia de la humanidad al que se le ha atribuido el título de Libertador.

Simón Rodríguez es otra referencia acerca de la Doctrina Bolivariana, a quien el Libertador llamó “filósofo consumado” y “el Sócrates de Caracas”.

Rodríguez en la historia de las ideas del siglo XIX ofrece luces para entender el compromiso histórico que aún tenemos con NuestraAmérica, y en especial con Venezuela. Su obra es una auténtica constelación de análisis, de un filósofo y maestro dialéctico.

Puede decirse de Rodríguez lo que afirmó el filósofo germano Nietzsche:

“Es mi ambición decir en diez frases lo que todos los demás dicen en un libro; lo que todos los demás no dicen en un libro”.

También se desprende del genio de Rodríguez:

“No quiero parecerme a los árboles que echan raíces en un lugar y no se mueven, sino al viento, al agua, al sol, a todo lo que marcha sin cesar”.

Rodríguez nació en Caracas, en 1771, y murió dentro de la misma pobreza en que vivió, en Amotape, al norte de Perú, en 1854.

Durante su vida pasó también como el seudónimo de “Samuel Robinson”.

Demostró que el drama de la pobreza tenaz que vivió no afectó su ancho espíritu, no envolvió la derrota, sino que generó en él la fortaleza moral, que erguida permite comprender mejor a la especie humana. Combatió con una excepcional energía como reacción ante el infortunio al criminal colonialismo europeo.

“Hay ideas que no son del tiempo presente, aunque sean modernas ni de moda aunque sean nuevas. Por querer enseñar más de lo que todos comprenden, pocos me han entendido, muchos me han despreciado y algunos se han tomado el trabajo de perseguirme”, escribió.

Nada adverso puede en él forzarlo a retroceder ni en el escribir ni en el pensar.

“Aquí no hay ni un pan”, tras lanzar esta frase quebrante. “¡Si Bolívar me viera!”.

En el lecho de muerte dijo ante el cura que trató de arrancarle una confesión:

“¡No tengo más religión que la que juré en el Monte Sacro con mi discípulo!”.

Sobre ese juramento que profirió hace más de 200 años, Bolívar ascendió en compañía de su profesor Simón Rodríguez a una histórica colina romana, el Monte Sacro, y allí juró luchar sin tregua por la libertad de Venezuela.

Las narraciones históricas dicen que al caer la tarde, Bolívar y Rodríguez admiraron el crepúsculo y la ciudad a los pies del monte. Los ojos de ambos recorrieron el amplio paisaje que se les ofrecía ante ellos, y ahí Bolívar recordó el campo y el paisaje venezolano, con un sentimiento de profunda ansiedad por la libertad de Venezuela, diciendo en voz alta y con firmeza:

«Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español».

El otrora joven Bolívar cansado de las injusticias juró, en el histórico Monte Sacro, liberar a NuestraAmérica de las cadenas opresoras del imperio español.

Ese espíritu de lucha, por la causa libertaria, continúa latente en los corazones de los que amamos la Patria Bolivariana.

En fecha 15 de agosto de 1806, para ese entonces, Simón Bolívar contaba con 22 años de edad. Y no solo fue por el fragor de la juventud que hizo ese juramento, sino porque así lo sentía.

El Juramento del Monte Sacro es un legado de más de dos siglos enunciado por un joven de ideas revolucionarias que maduraron hasta forjar un proyecto de libertad continental, con alcance social y moral para todos sus conciudadanos. Este hecho fue un reto fundamental que permitió iniciar una gesta independentista y así convertir los pueblos de América Latina y el Caribe en un territorio libre e independiente.

Bolívar nos recuerda esta expresión:

«Entonces, uno se encuentra a veces con jóvenes, y los que han leído el Manifiesto Comunista, o lo han llevado largo rato debajo del brazo, creen que lo han asimilado y dictan cátedra y exigen actitudes y critican a hombres, que por lo menos, tienen consecuencia en su vida. Y ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil», dijo Salvador Allende (en la Universidad de Guadalajara) quien también afirmó “algún día América tendrá una voz de continente, una voz de pueblo unido. Una voz que sea respetada y oída porque será la voz de pueblos dueños de su propio destino”.

El Robinson y maestro de Bolívar se alzó por encima del hambre y también mucho más allá de su desaparición física. Mostró un entendimiento preclaro no solo por Bolívar sino también por el amor a la Patria, en el propio momento, inclusive, en que se abría las puertas de su tumba. Escribió hasta los 80 y muere joven de mente y espíritu.

También el contexto de la época lo deja en evidencia José María Vargas en 1806 al escribir dado que no era la universidad la que educaba sobre lo nuevo:

“Cuán desgraciado fui en haber nacido en mí país. Seguí gramáticas latina, filosofía experimental sin experimentos, matemáticas hasta donde pude internarme sin ayuda de peritos; cuatro años de medicina, con un maestro inepto del todo, sin ciencias accesorias, sin conocimientos de anatomía, física y botánica”.

Rodríguez, que descubrió a tiempo su intelecto, se nutrió de los enciclopedistas que llegaron a Caracas sobre todo en las embarcaciones de la compañía Guipuzcoana, o desde las vecinas islas del Caribe, como contrabando. En esas páginas aprendieron a ser libres tras la lucha por la independencia.

“Para contar con una mayoría de hombres sensatos en la sociedad es menester cultivar la razón en los niños, haciéndoles aplicar el raciocinio a los asuntos sociales de su edad”, precisó, luego indicó, “de los viejos, nada nuevo puede esperarse; de hombres, puede esperarse algo; de jóvenes, mucho; de niños, todo. Quien los guíe piden los niños”.

Los niños y las niñas han de ser educados para que piensen en el bien común, en el bien de todos y todas, en la solidaridad, en el humanismo, en la paz y el amor.

Así, pues, erige esta lapidaria frase:

“Hay que enseñar a raciocinar; que los niños sean preguntones”. El raciocinio honra la necesidad de enseñar ciencias con exactitud, al margen de los dogmas. Aprender sin calcar conceptos, pues deviene una actitud crítica.

Censuró al expansionismo del eurocentrismo. Las ideas en NuestraAmérica en el siglo XIX advierten que la parte del mal llamado “nuevo mundo” (poblado desde hacía 15 mil años) colonizado por España y Portugal, estuvieron en la más extraña aventura: tratar de deshacerse de la propia formación cultural, para adoptar la otra (transculturización) que trajeron los colonizadores. Por eso, llegó a exclamar con firmeza: “¡América tiene que ser original!”.

Muchos intelectuales y políticos de la época ya habían sido seducidos por el colonizaje mental que comenzaba a acelerar al eurocentrismo y aunque había surgido la doctrina Monroe en 1823, al escudriñar la historia se corrobora que tanto la Revolución Francesa como la Declaración Americana, están circunscrita solamente al grito de libertad, pues en esencia en su fragor era ya un fruto de una digestión de las clases dominantes.

Esto no ha variado en nada. Por el contrario, el dominio del opresor se ha profundizado, incluso allende de los mares.

Traemos a colación, por ejemplo, la frase del general estadounidense Curtis Le May:

“Hagamos regresar al Vietnam a la edad de piedra”, en esta expresión demás está decir de qué lado está la barbarie, la criminalidad y la bestialidad.

Así en ese poderío omnímodo del salvajismo de unos pocos se hubieran puesto de acuerdo para adormecer a la especie humana y manipularla a su antojo, siempre conforme a sus intereses. Existe en la historia una maraña de perdición. Y al mismo tiempo están como Rodríguez, y otros tantos hombres y mujeres, tras el intento de devanar los conceptos de libertad e independencia que entrañan a lo humano, que han sido convertidos en términos metafísicos e irreales, para justificar más perdición, más control y más dominio sobre el género humano.

Rodríguez se sitúa en contraposición a las tendencias aburguesadas del resultado de las revoluciones que buscaron a ultranza repartirse el planeta Tierra al proponer una suerte de contrarrevolución opuesto al desmedro de los pueblos de NuestraAmérica, y atina otra frase lapidaria:

“La América española es original; originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales los medios de fundar uno y otro. ¡O inventamos, o erramos!”.

Sostiene la tesis de que hay que ir al razonamiento, a la restructuración del carácter. “Solo la educación impone obligaciones a la voluntad”.

También advirtió:

“¡Una voluntad recia, orientada por certero burilar educativo, da por consecuencia un Simón Bolívar!”.

Es apreciable que la Doctrina Bolivariana en su doble concepción que marca, traza, el camino desde la cosmovisión del conocimiento, que va más allá de todos los campos de la vida, que trasciende como un valor consustancial a la especie humana, es el fragor, la semilla que debemos poner a germinar para cosechar hombres y mujeres probos, abnegados por la Patria Bolivariana; también la Doctrina Bolivariana, en esa doble concepción, es acción, pues se traduce en la práctica:

“Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga”, dijo Rodríguez.

Hay que visualizar el poder del hombre y la mujer en el discurrir de la historia, que en última instancia es su propia historia, toda vez que como apunta el inmortal Rodríguez, “los hombres que figuran en las revoluciones son motores, no actores”.

De la misma manera sobre el papel de los y hombres y las mujeres en la historia, Carlos Marx precisó:

“El hombre hace la historia, pero sometido a circunstancia dadas”; entretanto Federico Engels escribió: “La historia la hacen los hombres, no siempre de acuerdo totalmente con su voluntad, sino en función de un paralelogramo de circunstancias”.

Rodríguez refuta que aún no hemos alcanzado la libertad. En ese sentido, indicó:

“Somos independientes, pero no libres; dueños del suelo, pero no de nosotros mismos. Otras fuerzas de las que empleamos para emanciparnos debemos usar para libertarnos: la de la razón”.

A la luz de estas apreciaciones del Maestro de Bolívar, en el marco de la historia de la civilización y la cultura de Nuestra América encontramos como respuesta la Doctrina Bolivariana, cuyo contenido esencialmente es un canto a la paz, a la fraternidad, a la unión, solidaridad y al humanismo, que en esta hora menguada que vive la humanidad aparece como un punto de cohesión, de unidad, para alcanzar una vida en la que todos y todas podamos vivir como lo que somos: seres humanos.

Así, podemos concluir aseverando que en los más hondos estratos de la conciencia humana está cobrando inusitada fuerza, está germinando la aurora de un proceso profundamente consciente, un parto maravilloso del pensamiento que vendrá a asegurarnos la oportunidad de luchar en mejores condiciones que nunca, con las únicas armas del intelecto, por una vida donde el niño, la niña, el joven, la mujer, el hombre y nuestros abuelos y abuelas, sientan verdaderamente vivir a plenitud y en toda su dimensión humana.

Bolívar tiene mucho que hacer todavía en NuestraAmérica. Ahí estará siempre como fuente de inspiración para la batalla al lado de su invencible y epopéyico pueblo.

1 pensamiento sobre “Universalidad de la Doctrina Bolivariana

  1. Este artículo debería darse a conocer entre las universidades, como estudio obligatorio para entender, conocer lo que es la Doctrina Bolivariana. Nuestro Libertador Simón Bolívar es el Padre de la Patria Grande. A él le debemos la inspiración que tuvo nuestro Cmdte. Hugo Chávez para reorganizar y darle una gran vuelta al destino de nuestra amada REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.
    Gracias por este artículo a su autor. Le sirvió como apoyo a mi hija en un trabajo de análisis para la Universidad.

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