Lic. José A. Amesty Rivera

Todavía repensando los hechos sucedidos contra la persona del profesor Carlos Lanz Rodríguez en Venezuela, y al margen de cualquier consideración al respecto, solo logramos llegar a la conclusión sobre la evidente maldad del ser humano.

A su vez, en este artículo, trataremos de no explicitar nombres ni hacer juicios de valor, recalcaremos la expresión “al parecer”, para dar el beneficio de la duda a los/as implicados en el vil asesinato; aludiremos algo en relación con la pregunta del título, y algunas otras consideraciones.

Existen muchas definiciones de ética revolucionaria, pero en todas se revelan las siguientes expresiones:

“Supone un alto sentido de la dignidad humana”

“Sensibilidad ante la injusticia”

“Es tener amor a la justicia social”

“El valor de la fidelidad a la causa revolucionaria, ello implica la no traición”

“La solidaridad, que se manifiesta con el respeto mutuo, ayuda a otros, hospitalidad, generosidad”

“Ser honesto, sincero y amistoso”

“Una práctica humanista de los sujetos políticos, que están comprometidos en la teoría y la acción con la justicia social”

“Ser ejemplo en una nueva actuación, impresa por valores como la honradez, la responsabilidad, la solidaridad, la austeridad”.

En cuanto al hecho mismo, la muerte de Carlos Lanz, horroroso, por cierto, no existen en los compañeros/as, supuestos líderes y lideresas de izquierda, revolucionarios/as, camaradas, al parecer incursos en el delito, ningún acercamiento sobre las expresiones citadas arriba.

No hay congruencia entre lo que se define como ética revolucionaria y el actuar de los personajes involucrados, al parecer, en el dantesco crimen.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué se pierde la ética revolucionaria?

Podríamos proponer, al menos, dos presunciones, la primera, un alto grado de corrupción, y la segunda, un alto grado de amor al dinero.

Recordemos que producto de las condiciones sociales de Venezuela, originadas por el bloqueo, el saqueo, y las condiciones de vulnerabilidad del pueblo venezolano, auspiciado por EEUU, el colectivo social se ha visto atrapado en unas condiciones que rayan en lo delincuencial para poder adquirir lo mínimo de sus necesidades básicas.

Esto ha llevado a la población a ser presa de la corrupción. Mal que algunos no creían ser absorbidos/as por él. ¿Cómo se explica que camaradas sean derrotados/as por esta descomposición de la sociedad venezolana? Y aquí recalco que no es un mal solo de Venezuela sino de toda la sociedad latinoamericana y mundial.

Y, al parecer, esto ha ocurrido en el hecho atroz sucedido con la vida de Carlos Lanz, camaradas, amigos/as, familiares, que se olvidaron, perdieron la brújula ética y se empantanaron en el lodo de la corrupción. Ya que el móvil del asesinato es, al parecer, la actitud corrupta de unos de sus actores.

En este caso, la corrupción lleva al segundo elemento, y es el amor, la codicia, el desear tener más dinero. Y de allí, no importan los valores, la ética, revolucionaria o no.

Aquí refiero como teólogo a un precepto bíblico, que se encuentra en 1 Timoteo. 6:10, el cual dice: “Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado… y se han causado terribles sufrimientos”.

Recalcamos, si este fue el móvil para quitar la vida a un ser humano, por amor al dinero, por ser codiciosos/as, sin duda alguna hubo en ellos/as un desvío de sus creencias más antiguas, de sus principios inalienables, de los valores básicos humanos, y por ello sufrirán por siempre sus actuaciones.

Recordemos, a su vez, que la avaricia y la corrupción forman parte de los antivalores, creados a lo largo de la historia de la humanidad, y fortalecidos y promocionados por el capitalismo. La crisis de valores está presente en este vil asesinato.

Otro elemento, en este caso, fue la nefasta idea de algunos sectores, de forzar los argumentos e indicios para echar la culpa al gobierno bolivariano, de estar detrás de la desaparición de Carlos Lanz.

También se intentó desviar el asesinato hacia un mero caso pasional como lo indica el autor Rolando Graterol Guzmán en su artículo “El asesinato de Carlos Lanz no es un crimen pasional, es un crimen político”, al señalar “el crimen tiene un contexto que no puede ser solo el de la relación conyugal disfuncional, sino el del cáncer de la corrupción que está enquistado como un tumor en plena metástasis en el Estado venezolano. Así que esto no es un crimen pasional, esto es un crimen político”.

Indicando, además, “dejémonos de la paja de pensar que todos nuestros males los causa el imperio y las potencias extranjeras. Esa fue la narrativa que en el caso de Carlos Lanz se quiso vender para que jamás se supiera lo que pasó. No, aquí los responsables somos todas y todos los que hemos dejado actuar a la corrupción a sus anchas. Guardamos silencio ante el corrupto, dejamos actuar a los que son capaces de abrir una bolsa para sacar un aceite, hasta la funcionaria de libre nombramiento y remoción que teje toda una red de corrupción a la vista de todo el mundo”.

Rematamos entonces, “Carlos Lanz no fue asesinado por un problema pasional o por un problema personal. Carlos Lanz fue víctima de un entramado de corrupción emanado desde la dirección del Instituto Nacional de Centros Educativos Socialistas, Inces, del estado Aragua. Carlos Lanz es asesinado por un sector de alto nivel de la burocracia que sintió amenazada su red de corrupción”.

En este sentido, nos urge revisar tal conducta y proponer ideas para bregar con esta situación. “Creemos que, con este fúnebre y terrible acontecimiento, se reivindica la necesidad de sanear la administración pública, revisar el comportamiento de los funcionarios públicos (desde los más altos niveles hasta los de menos nivel), de castigar a aquellos que se han anquilosado en el aparato estadal para enriquecerse, para lucrarse; de activar la contraloría social a través de los mecanismos creados para tal fin (consejos comunales, consejos de trabajadores, comunas, y otros)”.

Estamos urgidos/as de un plan, un programa, en el caso venezolano, para rescatarnos de la corrupción y el amor al dinero, en este sentido nos ayudan las palabras de Fidel Castro Ruz, y me permito parafrasear al Gigante…

(El revolucionario con ética) “es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas”.

Como elemento organizador, quizás nos ayude un plan nacional de Formación Sociopolítica, plan que fue pensado por el profesor Lanz y, contradictoriamente, algunos/as de sus verdugos/as.

En este plan hay presentes elementos que nos ayudarán a volver al camino del que nos desviamos, a volver a la senda antigua de la que no debimos salir, a volver al camino glorioso de la ética revolucionaria.

Camino que tanto Gramsci como el Che Guevara nos legaron y nos insisten hoy que debemos asumir como verdaderos revolucionarios, y que se traducen en valores rescatables hoy como dignidad, patriotismo, humanismo, solidaridad, responsabilidad, laboriosidad, honradez, honestidad, justicia, entre otros.

En su honor, Carlos Lanz merece que se constituya un movimiento que difunda y promueva su pensamiento; que prolongue su vida más allá de la muerte, en la siembra de saberes y de la tierra; que nos libere y nos haga un poco mejores y que vaya transformando lo mezquino en bondad, según Hindu Anderi, en su artículo “Carlos Lanz, el inclaudicable”.

Finalmente, dejamos tres elementos aclaradores y explicativos planteados por Luigino Bracci Roa en su artículo “Para un examen crítico del caso Lanz”, “¿Cuántos camaradas quedan en las instituciones públicas realizando gruesas tramas de corrupción, beneficiándose de contratos y comisiones al tiempo que emiten grandes discursos dándoselas de revolucionarios y engañando a tanta gente?

Hay que diferenciar, muy bien, a aquellos miembros del comité de búsqueda, que tenían sus intenciones oscuras, de aquellos que lo hacían por amor y aprecio al Prof. Carlos Lanz: porque lo conocieron, fueron sus alumnos o trabajaron con él y solo pedían su aparición con vida.

Hasta en una causa tan noble como la desaparición de un gran líder revolucionario, uno siempre tiene que estar revisando segundas y terceras intenciones de quienes lideran estas luchas. No se puede apoyar incondicionalmente a nadie.

La presión de la gente sobre el caso fue lo que mantuvo al Ministerio Público y los cuerpos policiales trabajando, e hizo que algún excelente profesional se diera cuenta de la mudanza de la empleada doméstica, (solo el pueblo salva al pueblo) lo que desembocó en la solución de este cangrejo”.

1 pensamiento sobre “Venezuela, Carlos Lanz. ¿Por qué se pierde la ética revolucionaria?

  1. La corrupción es un mal enquistado en muchos niveles de gobierno. Hay que combatirla pero, como hace ésto Juan bimba, cuando ve premiado a personas que, en sus cargos de elección popular, fracasan y luego son premiados. Ejemplo de esto hay muchos como el caso del ex-alcalde de San Sebastián de los Reyes dónde perdimos la alcaldía por su mala gestión y lo nombran Presidente de Industrias Diana. El ex-gobernador de Aragua a quien los simpatizantes del PSUV, le dieron la espalda en las elecciones internas para escoger al candidato a la gobernación. Afortunadamente, no perdimos pero, a el fracasado ex-gobernador, lo nombran ministro. En municipio Libertador del estado Aragua, al fracasado ex-alcalde lo dejan como nuestro jefe político. Y luego criticamos a los seudolideres bate quebrados de la oposición porque se mantienen en sus cargos después de tantos fracasos. Aún así, no pierdo la esperanza de una sociedad mejor. Saludos.

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