Néstor Rivero Pérez

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El 14 de agosto de 1956 murió en Berlín (Alemania Oriental) Bertold Bretch, a quien se reconoce como Padre del Teatro Épico, también caracterizado como Teatro Dialéctico, inspirado en la obra dramática del ruso Constantin Stanislavski.

Itinerario

Nacido en Augsburgo dentro de hogar acomodado, Bertold Bretch es enrolado como soldado alemán durante la I Guerra Mundial, se abre camino propio. Pronto descubrirá su vocación de dramaturgo, obteniendo lauros en el modo de escenificar el drama social visto desde el horizonte del trabajador, del oprimido. Así su estética propone despertar la sensibilidad del espectador, dilucidar el carácter de clase de la sociedad de la que forma parte. Bretch, resguarda los componentes estéticos de su mensaje, articulando personajes y parlamento con causas como la paz frente a los peligros del belicismo, la construcción de una sociedad con igualdad, frente a las distorsiones del capitalismo, y ello en tonos entre lo burlesco y lo descarnado y en donde el realismo también ofrece cuadros de simbolismo. Ya en sus años juveniles había dado a conocer un texto mediante el cual critica “la euforia de la guerra” que contagiaba a gran parte del pueblo germano y a la que Bretch delataba como “propaganda dirigida”, la cual buscaba captar a “los tontos” según escribió. Y este principio sabrá cuidarlo a lo largo de su obra: mensaje político sin desvirtuar la calidad del arte.

 

La ópera de tres peniques

En esta obra, inspirada en su valoración de la Ópera del mendigo, escrita en 1728 por J Ch Pepusch, Bretch enfoca de forma satírica realidades y personajes de a pie, ofreciendo situaciones que tocan de cerca emociones del pueblo llano, acompañando su libreto con segmentos musicales en tono ligero. La obra de Pepusch hasta hoy se reconoce como uno de los mayores éxitos en cuanto a su número de representaciones. De este modo Bretch, tras obtener la traducción del inglés al alemán, hizo su adaptación con el título La ópera de tres centavos, la que al paso de las décadas se ha constituido en la obra más representada y adaptada de su producción. Algunos críticos y traductores la titulan La ópera del chulo, con un final que varía de acuerdo al adaptador y que si en muchos casos respeta el epílogo original, dentro del cual el truhan y jefe de mendigos recibe su perdón real al pie del patíbulo, en otras termina ajusticiado.

Arte y política

El compromiso entre arte y política, militancia y literatura es un debate que pasó por momentos de intensidad a mediados del siglo XX cuando, a propósito de reflexiones en torno a los modelos de Estado y sociedad que surgían desde las izquierdas revolucionarias como opción ante las desigualdades y exclusiones derivadas del capitalismo, así como la aparición de regímenes de perfil totalitario y antisemita como el nazismo en la Alemania del III Reich, y del mismo modo y el fascismo en la Italia de Benito Mussolini, inducían al alineamiento de la mayoría de artistas e intelectuales: ¿debía comprometer el creador su obra con una visión y un proyecto de mundo?

El teatro épico

Imbuido, como muchos artistas y escritores de su generación, del ideal de transformación histórica y política que despertó la Revolución Rusa de 1917 con su propuesta de una aurora de socialismo para la humanidad, Bretch profundizó en su conocimiento de la obra intelectual de Carlos Marx. Ya en los años de la I Postguerra, y en su búsqueda de formas alternas de expresión y contenido, Bretch frecuentaba en Múnich al comediógrafo Karl Valentín, en quien apreció a un segundo Chaplin. Años después reconocerá que “el hombre de quien más aprendió fue el payaso ‘Valentín’, en una cervecería”. Y agudo observador Bretch comienza a elaborar, a partir de las pláticas de la barra, esbozos de lo que serán sus personajes “empleados refractarios, músicos de orquesta y fotógrafos que odiaban a sus empleadores”.

Sinóptico

1813

“Los 8 monstruos”

Este día ocho ilustres patriotas Juan Germán Roscio, José Cortés de Madariaga, Francisco Isnardi, Juan Paz del Castillo, Juan Pablo Ayala, José Mires, Manuel Ruiz y José Barona, próceres de la I República, fueron remitidos a España por el nuevo gobernante realista de Venezuela, Domingo de Monteverde, con grilletes en los tobillos para ser sometidos a duro presidio en la Península. El 25 de julio de 1812, Monteverde firmó con delegados de Francisco de Miranda, la Capitulación de San Mateo, cuya principal cláusula consagraba “que no se tocaría la vida y bienes de los vecinos, que a nadie se formaría proceso por sus opiniones políticas anteriores a la Capitulación”. Empero, a pocos días el audaz canario desconoce lo acordado, dictando órdenes de exilio, embargo de bienes y prisión contra numerosos patriotas. En España los 8 patriotas atrozmente calificados por Monteverde como los “Ocho monstruos” se ven encerrados en el penal de Ceuta bajo dominio español, donde permanecerán varios años sometidos a la dureza carcelaria.

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