Eugenia Russian

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Probablemente la misión más importante en la educación de los niños y niñas sea la formación de la conciencia ciudadana. Un conocimiento que no se reduzca a informar sobre las leyes y normas morales de comportamiento en un marco histórico definido, lo cual es importante, pero no suficiente para lograr un ciudadano y una ciudadana con plena conciencia ética. Es decir, con capacidad para decidir con criterio firme y con virtudes, capaces de actuar en función de la práctica de la libertad y la transformación constructiva social, en un marco democrático abierto al diálogo y a la inclusión.

El trabajo de concienciación que sistematizó el pedagogo Paulo Freire, con su “pedagogía del oprimido” y la educación como práctica de la libertad, resulta muy importante incluirla en la formación humana mediante la familia, la comunidad eclesial, la comunidad social; el cultivar una conciencia ética no puede resultar de una obligación, de un premio o de un castigo, sino de una convicción personal.

Con un criterio amplio, constructivo y con una sistematización útil para la memoria histórica, factor importante, junto con el cultivo espiritual, para la toma de conciencia ética.

Por otra parte, la conmemoración de la llegada de las carabelas con Colón a América, a 530 años del hecho hoy siguen alzándose las voces de nuestros pueblos originarios. Ellos nos enseñan a pasar de un enfoque antropocéntrico a otro que reconozca la indivisibilidad de todas las formas de vida, porque todo está interrelacionado.

Las comunidades de buena voluntad desde la espiritualidad liberadora, asumen el punto de vista del oprimido, para develar verdades y avanzar con cuidado de la gente y de la Madre Tierra, hacia una Humanidad Fraterna, imprescindible para vencer las tendencias suicidas y dar un cambio de rumbo para las actuales y futuras generaciones.

 

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