Néstor Rivero Pérez

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El 25 de octubre de 1825, a mes y medio de haber llegado a Lima, el Libertador Simón Bolívar, ejerciendo la jefatura militar que le había otorgado el Congreso de la nación inca, dirige una misiva al Presidente del Perú José de la Riva-Aguero, solicitándole el envío de los cuerpos que tenía a su mando al norte del país, con el designio de formar una fuerza unificada para subir la sierra y avanzar hasta Jauja y Pisco, buscar al ejército del virrey de La Serna para dar una batalla decisiva que libertase de forma definitiva la patria de Manco Capac.

Apersonarse

A poco de entrar en Lima procedente de la Gran Colombia, el Libertador -quien ya poseía información fidedigna de la situación militar y de política interna en la capital del Perú, obtenida desde el año anterior cuando se entrevistó en Guayaquil con el General José de San Martín-, inició vía epistolar, presencial y a través de emisarios, un ciclo de persuasión al conjunto de factores políticos, de opinión y oficiales reconocidos del Ejército Unido, tanto chilenos y argentinos, como los propios peruanos y, por supuesto con aquellos que oriundos de la Gran Colombia había enviado coan antelación a su arribo, el Padre de la Patria a la tierra inca. Entre estos últimos descollaba el joven General cumanés Antonio José de Sucre, cuya hoja de servicio indujo al Congreso en Lima, a designarlo apenas llegar el vencedor de Pichincha, como General en jefe del Ejército Unido.

Abogando por Bonpland

Por esos mismos esos días Bolívar mantuvo una actividad epistolar y diplomática intensa, como se evidencia en su carta a Gaspar Rodríguez de Francia, Presidente del Paraguay, quien desde 1821 había conservado 1821, al explorador y botánico Aimé Bonpland en carácter de confinado y con prohibición de abandonar la tierra guaraní, prolongando su confinamiento hasta 1829, suponiéndole espía extranjero. Bolívar “en nombre de 4 millones de americanos libertados por el Ejército a mi mando” pidió a Francia que soltase a Bonpland, aunque sin inmediata respuesta. También giraba instrucciones el Libertador al venezolano  Bartolomé Salom, a Ramón Freire, mandatario de Chile y al General Guillermo Miller

La traición de Riva-Agüero

De acuerdo al análisis de las operaciones adelantadas entre 1823 y 1824 en Perú por el héroe caraqueño, desde el momento mismo del desembarco de Bolívar y su entrada a Lima, Riva Aguero -quien había sido destituido por el Congreso de su país, órgano facultado por las leyes para tomar tan grave medida-, comenzó a recelar del Libertador, por cuanto este último optó por dar su respaldo a la decisión del cuerpo legislativo, negándose a reconocer a Riva Aguero como Presidente. Y ello daría pie a una agotadora jornada de varios meses para reducir al disidente, quien controlaba una fuerza militar de cinco mil efectivos. El diferendo que estuvo a punto de resolverse por las armas, abriendo las compuertas de una guerra civil, se solucionó cuando un subalterno de Riva Aguero, Antonio Gutiérrez de La Fuente, enterado de los tratos de Aguero con los españoles, lo arrestó, para reconocer la autoridad del Libertador.

Pativilca

La agotadora estrategia trazada por Bolívar para lograr el sometimiento de Riva Aguero entre los últimos días de octubre y finales de noviembre, terminaría desmedrando su salud, derivando en que a su llegada al puerto de Pativilca le afectó un fuerte tabardillo con fiebre, que hizo que Sucre y otros lugartenientes, temiesen por la vida del grande héroe.

La carta a Riva Aguero

“He resuelto marchar con todas las tropas de la Gran Colombia, paruanas y aliadas a Jauja, para aprovechar la feliz oportunidad de tener los enemigos todas sus fuerzas en el Sur, y sólo espero la noticia de que esa división a su mando ha marchado toda, llevando todas las mulas, caballos y ganado posible para marchar yo. Como considero  para estas horas terminadas todas las diferencias, me apresuro a decir a Ud que mueva esa división y que me participe haberlo hecho” [Simón Bolívar a José de la Riva Aguero  – Lima, 25/10/1823]

Sinópticos

1983

Invasión de Grenada

Este día, hace 40 años,  marines estadounidenses, por órdenes del Presidente Ronald Reagan, con sus aliados Jamaica, Barbados y otros Estados-islas del Caribe oriental, tomaron control de la isla de Grenada, entonces gobernada por un liderazgo progresista y de izquierda establecido por Maurice Bishop -quien había sido asesinado semanas antes de la invasión-  y el movimiento New Jewel (Nueva Joya). Durante la invasión, y pretextando que la isla se convertiría en base soviética del Caribe,  los 7 mil efectivos estadounidenses y 300 aliados de otros países, encontraron resistencia patriótica en Grenada. Al 2do día de combate, EEUU envió refuerzos para someter a los granadenses, lográndolo por la superioridad de hombres y medios. La ocupación se mantuvo hasta diciembre de ese año.

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