La pelota caribeña y el pueblo que se negó a perder

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Visto de lejos, el Monumental, el color azul de sus 38.000 sillas simulan las olas del Mar Caribe. La identidad de la Patria Grande está presente en todos los ángulos. Foto Prensa Presidencial

VEA / Prensa Presidencial

A 11 años de la Serie del Caribe 2012, celebrada en el estado Nueva Esparta, bates, guantes y pelotas vuelven a Venezuela, esta vez a una sede totalmente nueva que se perfila como una de las mejores de Latinoamérica: el Estadio Monumental de Caracas Simón Bolívar.

Su ubicación no es extraña para la fanaticada venezolana, dado que se erige muy cerca del Poliedro de Caracas y del Hipódromo La Rinconada, dos puntos de tradición cultural y deportiva con proyección internacional que, del 2 al 10 de febrero, serán el paisaje de tránsito de quienes asistan a alentar a los ocho equipos que disputan la 65ª Serie del Caribe Gran Caracas 2023.

La palabra «imponente» sería la más adecuada para describir al Monumental Simón Bolívar, se distingue a distancia y se confirma solo al poner un pie en su entrada: 90.000 toneladas de acero y 70.000 toneladas de metros cúbicos de concreto son las bases de la construcción levantada palmo a palmo por mano de obra venezolana.

En sus cuatro accesos, bautizados con los nombres de las parroquias 23 de Enero, Caricuao, El Valle y Petare, las ansias de victoria son perceptibles. Los fanáticos visten sus mejores galas: gorras, camisas y cintillos, otros más osados llevan en su rostro los colores de su país e incluso peluches de las mascotas de su novena favorita.

Vaya que se siente la emoción del beisbol, la emoción del Caribe.

En el Monumental Simón Bolívar no solo coinciden venezolanos de parroquias, municipios y estados diferentes, sino también visitantes de Colombia, Cuba, Curazao, México, Panamá, Puerto Rico y República Dominicana, que concurren en sus cincos niveles con cantos, sonidos de matracas y gritos eufóricos, acompañando cada turno al bate o atajada heroica en el diamante de La Rinconada.

Visto de lejos, el color azul de sus 38.000 sillas simulan las olas del Mar Caribe. La identidad de la Patria Grande está presente en todos los ángulos, justamente frente al plato se divisan las ocho banderas de las naciones participantes ondeando unidas al compás del viento.

Sin importar su ubicación todos disfrutan del partido sin interrupción. Una pantalla de 800 metros cuadrados instalada en el lateral derecho transmite cada jugada desde el terreno, otra más pequeña dispuesta en el sector izquierdo facilita el seguimiento en diferentes perspectivas, sin contar el sonido de alta definición expresado mediante parlantes situados en sectores estratégicos del recinto.

El intenso verde del gramado artificial se aprecia claramente aun desde el quinto piso, destacándose por su alta resistencia y capacidad de infiltración. La iluminación es otro elemento que destaca al contar con 800 focos LED de 1.000 voltios cada uno, lo que sin duda permitirá apreciar cada jugada aun en la oscuridad de la noche caraqueña.

El Monumental Simón Bolívar supera los estándares internacionales con un jardín izquierdo de 341 pies, jardín derecho de 303 pies y jardín central de 405 pies. En pocas palabras, compite de igual a igual con los mejores estadios de América Latina y el Caribe, siendo uno de los más modernos, estéticamente atractivos y funcionales certificado por la Confederación de Beisbol Profesional del Caribe (CBPC).

Si bien albergó su primer juego, que resultó en la victoria de México 5 carreras por 4 sobre República Dominicana, a las 8:30 de la noche, el diamante del Simón Bolívar atestigua su duelo inaugural entre Venezuela y Panamá, representadas por Leones del Caracas y Federales del Chiriquí, respectivamente.

Al grito de «Leo, Leo, Leo» multiplicándose en gradas y tribunas, la novena venezolana salta al terreno con la misión de conquistar su tercera corona de la Serie del Caribe, luego de sus títulos en 1982 y 2006.

El Monumental Simón Bolívar, hoy materializado a pesar del impacto generado por las ilegales sanciones aplicadas por los regímenes de Estados Unidos, es una demostración de la Venezuela que renace a partir de la constancia, de la resiliencia de un pueblo que jamás se resignó a perder.

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