Iglesia y cuestión social.

Néstor Rivero Pérez

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El 20 de julio de 1903 falleció el papa León XIII, autor de la encíclica Rerum Novarum (Las cosas nuevas), mediante la cual se expone por primera vez el pensamiento social de la Iglesia que, a tono con la nueva realidad social y económica surgida de la revolución industrial y el surgimiento del proletariado y la opulencia de la clase burguesa, ofrece como propuesta conciliatoria un modelo redistributivo moderado, con presencia de los obreros, patronos y el Estado.

Encíclica y política

Por primera vez la institución eclesiástica fijaba posición respecto al drama social generado por el capitalismo en un tiempo en que se manifestaban sobre las masas proletarias urbanas, marcadas por una pobreza creciente, toda crudeza de la Revolución Industrial, al tanto que la opulencia de las clases altas exponía el sello de desigualdad extrema de la civilización industrial. Por primera vez de forma, en un documento, oficial la Iglesia alude al “número sumamente reducido de opulentos y adinerados -que- ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”. (León XIII, Index, Encíclicas)

¿Por qué la encíclica?

En el cuadro de antagonismo social que vivían los países europeos en medio del cual se agudizaban los llamados a huelgas obreras y ascendencia del mensaje revolucionario de los núcleos de filiación marxista y anarquistas de finales del siglo XIX, León XIII supo captar la necesidad de que la Iglesia interviniese con mayor decisión pública con opciones que asegurasen los valores que habían edificado la civilización occidental, la cual venía cimentando la libertad individual sobre la propiedad privada y desconociendo los derechos sociales de la mayoría. León XIII postuló entonces la constitución de sindicatos en los cuales el activismo católico jugase rol protagónico, disputándole a los grupos revolucionarios, y socialistas, liderazgo en el seno de la clase obrera. De allí que en los párrafos iniciales de la Rerum Novarum se alerte en torno a la agitación revolucionaria y sus causas “despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos (…). En efecto, los adelantos de la industria y de las artes…el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría…juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento de la contienda”. Así, abierta la contienda la Iglesia no permanecería ajena, puesto que le corresponde “velar por la salvación común”, estableciendo su criterio según el cual resulta “difícil realmente determinar los derechos y deberes dentro de los cuales hayan de mantenerse los ricos y los proletarios, los que aportan el capital y los que ponen el trabajo. Es discusión peligrosa, porque de ella se sirven con frecuencia hombres turbulentos y astutos para torcer el juicio de la verdad y para incitar sediciosamente a las turbas”. De este modo el significado político y de conservación del orden social, aunque con reformas, es evidente en la encíclica.

A la derecha del Papa

La publicación de la Rerum Novarum dio origen a tres corrientes de lectores: una, la de quienes dieron los primeros pasos para llevar a la práctica las indicaciones del Sumo Pontífice; dos, quienes militando en movimientos socialistas vieron en el texto una política antagónica que perseguía debilitar el mensaje revolucionario en el seno de la clase obrera; y tres, quienes veían como atentado a los valores tradicionales del catolicismo el hecho de que el Papa llamase a organizar a los trabajadores en sindicatos. Uno de los efectos de la Rerum Novarum fue la injerencia abierta del catolicismo en la política. En Chile y Venezuela, sendos militantes de la juventud católica, Eduardo Frei M. y Rafael Caldera R., décadas después alcanzarían en sus respectivos países la Primera Magistratura. Algunos estudiosos apuntan a la Rerum Novarum como antecedente de la Teología de la Liberación.

Sinóptico

1969

Primer alunizaje

Este día el astronauta Neil Armstrong, comandante de la nave Apolo 11, puso su pie en la Luna, siendo el primer humano en lograrlo. El suceso fue contemplado por televisión en distintos países del mundo. A mediados del siglo XX la Unión Soviética inició un programa de exploración espacial, enviando al espacio la perra Laika, “primer ser vivo en orbitar la Tierra”; así la URSS inauguró un nuevo tiempo, colocando las fronteras de la civilización terrestre del otro lado de la exósfera. En 1961 el ruso Yuri Gagarín sería el primer humano en viajar al espacio y regresar para contarlo. Y los logros espaciales soviéticos no podían pasar inadvertidos para EEUU, en el marco de la Guerra Fría y la política de mutua contención que tenía su límite más vistoso en el dividido Berlín de la posguerra. Así el presidente JF Kennedy en 1961 trazó el reto, “antes de que termine esta década, aterrizar a un hombre en la Luna y traerlo de vuelta”. (http://www.elheraldo.h)

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