Néstor Rivero Pérez

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El 15 de junio de 1215, de acuerdo al calendario juliano, fue sancionado en Londres, el pacto de relaciones políticas entre el rey Juan I (Juan Sin Tierra) y la nobleza feudal de Inglaterra, conocido como la “Carta Magna”, que estableció un conjunto de normas de estricto cumplimiento, Dicho texto, primer compromiso escrito destinado a moderar el poder absoluto que hasta entonces ejercían los monarcas ingleses, sirvió de inspiración a filósofos y juristas para consagrar los principios del Estado de Derecho y la democracia representativa.

Las más antiguas

Propiamente, la Constitución más antigua de fuente identificada, es la de Atenas, elaborada por Aristóteles en el siglo IV aC. El Estagirita, con auxilio de sus pupilos en el Liceo, recopiló “hasta 158 constituciones de otras ciudades griegas. Tras compararlas… redactó la de Atenas, siendo, quizás, la primera Constitución de autor de la historia” [http://www.elperiodico.com]. Con Las Siete Partidas, Alfonso X (El Sabio) quiso dar uniformidad a la legislación del reino de Castilla. Su texto se redactó entre 1252-1284. En la segunda parte del siglo XVIII, de modo concomitante con la primera fase de la Revolución Industrial, surgirán nuevas élites ilustradas con una mentalidad distinta en cuanto a concepciones políticas y organización del Estado, y un incipiente pensamiento crítico que contribuirá al nacimiento de la modernidad.

La “Carta Magna”

Las querellas civiles en la Inglaterra de los comienzos del siglo XIII, ya en la Baja Edad Media, enfrentaban al rey con la nobleza de su país. Este, si bien había tenido diferencias con su hermano Ricardo Corazón de León, quien había combatido en las Cruzadas, representaba el mismo régimen de absolutismo despótico de los monarcas que le antecedieron. Así, los grandes caballeros, en el marco de las disputas que Juan sostenía con el Papa Inocencio III, iniciaron el ciclo conocido como la “Guerra de los barones”, que arrancó al rey un conjunto de reivindicaciones plasmadas en la Carta Magna, texto de 63 artículos con un preámbulo que, tal como se lee en la Enciclopedia Espasa-Calpe, “es la piedra angular de las libertades inglesas” [Tomo 11, pág 1421]. Principio cardinal que consagra esta Carta Magna del año 1215, es la abolición del “sanguinario proceder de los reyes normandos, quienes condenaban al cazador furtivo, práctica usual en los bosques ingleses de aquel tiempo, a perder la vista o cortarle los pies o las manos” (Ídem). Igualmente iniciaba el reconocimiento del Debido Proceso, principio universal del Derecho.

Las modernas

Autores como John Locke y Charles de Montesquieu, postulan la división de las ramas y órganos del Poder Público, en impugnación al absolutismo imperante. Estas ideas prendieron en los Estados Unidos de Norteamérica, nación que en 1787 proclama su Constitución. Francia hace lo mismo en 1792. Tales serían las primeras constituciones nacionales de los tiempos modernos.

La primera en Hispanoamérica

En la franja hispanoamericana del Nuevo Mundo, rigió por algún tiempo la Constitución liberal de Cádiz de 1812. Sin embargo, antes de la misma, ya en 1811 el Congreso de Venezuela sancionó la Constitución de la I República, vigente hasta la entronización del canario Domingo de Monteverde al año siguiente. Y al igual que sucedió en el resto de las antiguas colonias españolas, el lapso entre el primer paso a la Independencia y la aprobación definitiva de una Constitución republicana, se tomaría su tiempo.

Sinóptico

1813

Proclama de Guerra a Muerte

Este día el Libertador Simón Bolívar, al frente del Ejército Libertador de Venezuela, dictó en la ciudad de Trujillo su célebre Proclama de Guerra a Muerte, a través de la cual aspiraba fijar ante propios y extraños la idea de que la contienda que se libraba en tierra venezolana, enfrentaba a patriotas contra españoles y canarios, en una guerra entre dos países, uno que quiere independizarse y el otro, sojuzgarlo. En junio de 1813, estando entre Mérida y Trujillo en su Campaña Admirable, el Libertador Simón Bolívar se entera de las atrocidades
cometidas por Monteverde, Tízcar, Yáñez y otros realistas en contra de los patriotas capturados, a quienes titulaban con el mote de “insurgentes” o “rebeldes”, y las familias que les daban apoyo en el país. Casi a la vista de las tropas libertadoras, los monarquistas en retirada colgaban a republicanos y sometían a tratos crueles como el de arrancar la planta de los pies, a civiles sospechosos de patriotas. Así, junto al desagravio de aplicar la justicia a los autores de iniquidades, quiso también Simón Bolívar, con su proclama del 15 de junio de 1813, templar el ánimo de nacionalidad en la población criolla, dentro de la cual numerosos sectores seguían acariciando la idea de que con España como metrópoli se podía vivir, desconociéndose entonces los extremos de crueldad a los que podía llegar el régimen colonial.

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