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Néstor Rivero Pérez

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El 27 de febrero de 1782 murió a sus 41 años, combatiendo en Gibraltar, el escritor español José Cadalso, autor de libros que han alcanzado al paso de algo más de dos siglos, gran celebridad y actualidad, como la recopilación de epístolas novelizadas bajo el título de Cartas marruecas, y la aguda crítica a la España de su tiempo y de gran celebridad hasta el presente, Eruditos a la violeta.

Otros de sus escritos fueron Defensa de la nación española contra la carta persiana y Solaya o los circasianos, así como el drama Don Sancho García.

Algunos datos

José Cadalso vino al mundo en 1741 en el puerto de Cádiz, dentro del hogar formado por Pedro de Cadalso y María Terrero Vásquez.

Habiendo fallecido su madre en el parto y su padre marchado en procura de fortuna a la América del sur, el futuro escritor recibió su crianza de la abuela materna, conociendo a su padre cuando ya contaba con 13 años.

Testimonio directo de sus peripecias y observaciones, las legó a la posteridad el propio autor en Memoria de los acontecimientos más particulares de mi vida, así como en su epistolario, del cual, una de las ediciones -y que recoge misivas de los años que van de 1771 a 1780- se consigue una edición digital en la web https://www.cervantesvirtual.com.

No obstante destáquese que una mente tan sagaz y una pluma tan prolífica como la suya, muy seguramente elaboró gran cantidad de cartas dirigidas a distintos destinatarios, en el curso de sus dos últimos años de existencia.

Habiéndose iniciado de joven como literato, debió pasar por la incomodidad de verse desterrado de Madrid a sus 27 años, durante seis meses, por cuanto las autoridades le imputaron la autoría del libelo Calendario manual y guía de forasteros en Chipre, cuyo lenguaje satírico conllevaba una crítica a “las costumbres amorosas típicas de la sociedad dieciochesca. El público, confiesa el mismo Cadalso “me hizo el honor de atribuírmelo, diciendo que era muy chistoso“.

Eruditos a la violeta

En el prólogo de esta obra, Cadalso escribe al modo en que siglo y medio después Antonio Machado haga disertar a sus heterónimos el ficticio profesor Juan de Mairena -alumno a su vez del maestro Abel Martín y quien también surgió de la imaginación del autor de Campos de Castilla-, con giros sentenciosos y un profundo humanismo que logra anclaje en el ánimo de los lectores: “Antes de viajar, y registrar los países extranjeros, sería ridículo, y absurdo que no conocieras tu misma tierra: empieza, pues, por la Historia de España, los anales de estas provincias, su situación, producto, clima, progresos o atrasos, comercio, agricultura, población, leyes, costumbres, usos de sus habitantes; y después de hechas estas observaciones, apuntadas las reflexiones que de ellas te ocurran, y tomado pleno conocimiento de esta península, entra por la puerta de los Pirineos en Europa” (https://www.cervantesvirtual.com).

Eruditos a la violeta constituye una centrada crítica a quienes “pretenden ser doctos y que fundan su pretensión en cierto aparato artificioso de literatura” (Ibídem).

El libro alude “al perfume de la violeta, uno de los preferidos por los jóvenes de la época” (Ibídem); se divide en siete capítulos, estructurados en atención a cada uno de los días de la semana. Y tal fue la benevolencia que los lectores manifestaron desde el primer momento respecto a la obra, que Cadalso se abocó a elaborar “un Suplemento, que se incluyó en ediciones posteriores, y El buen militar a la violeta, publicado póstumamente en 1790” (Ibídem).

Muerte en Gibraltar

El Estrecho de Gibraltar, que conecta el mar Mediterráneo con el océano Atlántico, fue tomado por el Reino Unido en 1704, cuando se posicionaba como potencia de los mares, con su Armada y la estrategia de control de los pasos marítimos, canales y estrechos. Y en 1792, durante el denominado Gran Asedio a Gibraltar”, Cadalso, interviniendo un día como hoy con el grado de coronel, fue impactado en la sien por una metralla que le segó la vida.

Sinóptico

1989

Caracazo contra el FMI

El estallido popular del 27 y el 28 de febrero en Venezuela, conocido como “El Caracazo”, constituyó la respuesta de la población venezolana, a la brusquedad de las medidas económicas de liberación de precios y privatizaciones, adelantadas por la recién inaugurada administración de Carlos Andrés Pérez, en el marco de las directrices del Fondo Monetario Internacional.

Las medidas, que pretendían la liberalización de un modelo económico rentista, sustentado en la comercialización del petróleo como producto cuasi-único en el mercado externo, obviaron toda gradualidad e impacto social.

Así, el rechazo del pueblo fue inmediato, desatándose de seguidas una represalia brutal que dejó centenares de fallecidos y el empleo del Ejército como fuerza represora contra el pueblo, emergiendo así las corrientes bolivarianas.

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