(y III) En las vísceras del Apocalipsis: El 18 de julio acabó en el Cecot la película de terror…ese día volví a nacer (Ver video)

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En esta tercera y última entrega, Luis Edixon Chacón Gómez, relata el renacer que lo abordó al detectar movimientos que hacían pensar que abandonaría la tenebrosa cárcel construida por Nayib Bukele, luego de permanecer en ella entre abril y julio. Fotoscaptura.

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VEA / Yuleidys Hernández Toledo

«Después de la tormenta viene la calma», dice un conocido refrán popular para remarcar que luego del dolor lo bueno está por llegar. En la Biblia, exactamente en Génesis 1:3, se lee, «Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz». Si bien, para algunos, la frase bíblica hace referencia a la creación del mundo, para otros lleva implícita la presencia de Dios, la bondad, un rayo de esperanza, un comienzo, el abandono de la oscuridad.

Luis Edixon Chacón Gómez comenzó a sentir que Dios y la vida estaban a punto de darle una segunda oportunidad desde el lunes 14 de julio, cuando sus secuestradores en el Centro de Confinamiento del Terrorismo, Cecot, ubicado en El Salvador, comenzaron a mostrarse «humanos» hacia él y los otros 251 venezolanos que desde marzo solo recibieron violaciones a sus derechos.

El 23 de julio, en entrevista a Diario VEA vía videollamada, relató que ese 14 de julio los 252 venezolanos recibieron una jornada médica. «Una jornada increíble, nos pusieron doctores de medicina general, psicólogos, nutricionista, odontología. En un solo día vimos a todos esos» doctores, indicó.

Eso les dio una esperanza, «venía la salida», porque todo ello era un comportamiento atípico en el Cecot, un lugar en el que solo habían recibido golpe tras golpe, como lo narró para este portal durante las entregas I y II, respectivamente, mismas que antecedieron a la presente y que fue titulada En las vísceras del Apocalipsis.

Entregas I y II tituladas En las vísceras del Apocalipsis, sobre las torturas padecidas por Luis Edixon Chacón Gómez, en el Cecot.

«La última semana que estuvimos en el Cecot» la película pasó de terror a un film «de princesa. No creíamos lo que nos estaba pasando», adelanta.

«El martes nos dieron crema dental, champú Head & shoulders, un jabón que en Estados Unidos es carísimo. ¿Qué está pasando? No lo creíamos», insiste aún con marcada sorpresa, al tiempo que agrega que hasta ese instante les daban apenas la mitad de un jabón cada 15 días.

Agrega que esa semana comenzaron a ofrecerles un menú con comida diferente cada día. Una opción que los carceleros en el Cecot llamaron «los verdes». «Nos dieron carne (…) Era algo que no creíamos…jugos, chicha».

@diariovea

🫂 «El día más feliz de nuestras vidas»: Así vivió Luis Chacón su rescate del Cecot. 🫂 «Qué bello fue cuando leímos La Guaira en la orilla del mar. Ese fue el momento más bonito de nuestras vidas», expresó Luis Edixon Chacón Gómez, en entrevista concedida a Diario VEA. #venezuela #elsalvador #eeuu #paratii #fyp

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El miércoles 16 de julio les brindaron una jornada de corte de cabello y «hasta pusieron un tablero de básquetbol adentro del módulo. Lo pusieron para nada, porque nunca lo usamos», dejó claro.

«El día jueves nos entregaron un bóxer más, y un par de medias», dice, al recordar que hasta ese momento solo habían tenido uno solo. Ya el martes les habían solicitado tallas de zapatos, camisas y pantalones.

Indica que esa semana recibieron ¡hasta desodorante! Contó que hubo quienes no creyeron que los fueran a liberar, por lo que no llegaron a usar ni siquiera el jabón que les dieron, pensando en ahorrarlo para días posteriores.

La madrugada del viernes 18 de julio, «fue el día más feliz de nuestras vidas», exclama, y se ríe con felicidad.

Relató que a las 2:00 de la mañana entraron a las celdas los guardias que en el Cecot llaman como «Punisher» (castigador), unos hombres que siempre estaban vestidos de negros y encapuchados, quienes daban «golpizas que no eran nada normal».

«Cuando ellos entraron, nosotros pensábamos que el cuento de princesa se había acabado, que venía otra vez la película de terror (…) De repente no hicieron nada, solamente entraron, se llenó todo de policía, cuando vimos que entró el ministro con un carro de comida dando pupusas, son como unas arepitas, con unos jugos Del Valle. Todo el mundo empezó a alegrarse», relata emocionado.

Con una amplia sonrisa, no solo con los labios, sino también en los ojos, dice con felicidad: «La alegría más grande, fue cuando vimos que abrieron la primera celda y los sacaron a todos».

Mientras habla no puede contener las lágrimas, recordando aquel episodio donde sentían que comenzaban a vivir nuevamente. «Escuchamos los buses, no creíamos lo que estaba pasando. Ese olor  que sientes cuando vas a viajar, ese olor se sentía en todos lados. Todo el mundo contento, brincábamos, saltábamos. Dios mío, no lo creíamos», relata.

Agrega que a medida que abrían las celdas para que salieran, él sentía que no iban a llegar a donde estaba junto a sus compañeros. Sintió que pasó una hora, aunque sabe que no fue el tiempo, hasta que el momento se hizo presente.

«Daba gracias a Dios. Yo sentía que ya casi nos íbamos, ya se iba a acabar todo. Bendito sea mi Dios cuando llegaron y abrieron nuestra celda. Dios mío, salí, nos movimos. Nos pusimos la mediecita que nos habían dado, el bóxer porque fue lo único que nos dejaron sacar (…)», manifiesta lleno de felicidad

«Cuando salimos a la puerta principal habían camisas, pantalones nuevos y zapatos de todos los colores», agrega, al tiempo que señalan que luego de vestirse, «nos montaban en el autobús. Cuando nos montaron en el autobús yo le decía a mis compañeros: ‘Ya salimos’. Me decían: ‘Todavía no lo creo, hasta que no estemos en el avión, no podemos estar seguro'».

Relató que transcurrieron tres (3) horas, tiempo que esperaron para que los buses salieran. Recordó que cuando lo llevaron secuestrado a Cecot, no miró a los lados, no vio nada. «En ese momento mirábamos de frente, veíamos todo lo que estaba pasando en vivo y directo. No hubo golpes en ese momento, ni empujones, ni falta de respeto».

Contó que un oficial del centro de terror que es el Cecot, y que bastante daño les hizo, ese día les dijo: «Chele ya se van, pórtense bien, aprovechen, que esto les sirva de algo. Los salvadoreños no somos malos». Califica las palabras el hombre como un completo descaro.

Enfatiza sobre el trato que le dieron los carceleros: «Yo siento que nosotros no le hicimos nada, para que ellos nos hicieran tantas cosas a nosotros. No entiendo cual era la rabia tan grande de esos oficiales hacia nosotros, se sentía ese odio que nos tenían, y no entendíamos porqué».

-¿Qué pasó luego que los buses arrancaron?

-Empezamos a salir de esa montaña, ahí fue donde vimos donde estaba el Cecot, en una montaña (…) No sé cómo hacen para llegar allá (…) Cuando de repente vamos llegando, nos meten en un aeropuerto militar, nosotros no vimos que era un aeropuerto militar; sino que era una base militar. Nosotros pensamos que nos iban a volver a bajar ahí. Era increíble sentir el miedo de nuevo, y cada vez que veíamos Cecot por un lado, por otro, Dios mío, me preguntaba, ¿es que nos van a devolver otra vez para allá? porque fueron muchas trabas para salir (…) Desde las 3, 4 de la mañana ya estaban los buses listos, y nosotros llegamos al aeropuerto como a las 11:00 de la mañana, y llegamos al aeropuerto y no salíamos.

«Su» avión con obstáculos en la pista

Agregó que de los dos (2) aviones que divisaba, a él le correspondió el segundo. «Yo creo que soy el hombre más salado del mundo, porque en ese momento el primer avión despegó y al segundo le atravesaron una patrulla, no lo dejaron despegar. El desespero de pensar que se iban a montar de nuevo y nos iban a bajar del avión era demasiado  grande (…)», confesó.

El viernes 18 de julio, cuando los 252 venezolanos fueron rescatados, el jefe de Estado, Nicolás Maduro denunció que al segundo avión le impedían despegar.

Luis Edixon contó que estaba dispuesto a morirse si ese avión no salía. «Nos habían puesto tirra, y nos quedaron flojos, y una cosa es que te amarren y ten den golpes, uno estando amarrados con unas esposas y otra muy diferente es que tenga las manos suelta. Si se montaban, algo iba a pasar. Gracias a Dios no pasó eso, nuestro avión arrancó y despegó».

Señaló que el segundo avión arrancó media hora después del primero, un tiempo que se le hizo eterno.

La Guaira, el momento más bonito

Con llanto exclama: «¡Que bello fue cuando vimos La Guaira, la orilla del mar!«. Al recordar como el avión donde regresaban a su patria se preparaba para aterrizar, exclamó: «Fue el momento más bonito de nuestras vidas. Nosotros estábamos en el aeropuerto y no  lo creíamos. Cuando ese avión alumbró, se veía tan bonito. Cuando yo vi esas luces tan bonitas, pensé, ‘Dios mío esta tierra es muy bonita, ¿por qué nosotros no nos quedamos aquí? ¿Qué hacíamos nosotros fuera de aquí? Cuando nos bajamos de ese avión, qué rico tocar la tierra, qué bonita sensación».

Para ese momento todavía estaba sorprendido de estar libre, que la pesadilla se hubiese acabado, por lo que pensaba, «¿Será que es un sueño? ¿está pasando de verdad?».

Reiteró que el 18 de julio se acabó la película de terror, que ese día volvió a nacer.

“Cuando llegamos a Maiquetía (…) Todo fue felicidad desde el principio. Nos estaban poniendo vacuna y yo estaba feliz porque me estaban poniendo vacunas, yo odio las vacunas”, dijo con emoción. Indicó que le decía a quienes lo atendían, que sí iban a poner más vacunas y le colocaba los dos brazo de manera relajada.

“Volví a nacer créanme. Yo a veces pensé que no iba a ser capaz de salir de allá y si no hubiera sido por mis compañeros yo no estaría aquí (…)”, manifiesta. Luis Edixon Chacón Gómez ante tanta golpiza, el dolor de no ver a sus hijos, a su esposa, a sus padres, en un momento del secuestro en el Cecot se dio por vencido e intentó suicidarse. Los compañeros de celda evitaron aquella tragedia.

Cuenta que cuando estuvo secuestrado en el Cecot, nunca soñó. «De repente tenía momentos cuando sientes que te vas a caer en el sueño y te levantas. Me paraba gritando. Tenemos compañeros, para mí, tan traumados que peleaban en los sueños. Gente que lloraba dormida. Ahí hubo muchas personas que tuvieron más daño que yo».

Ante todo lo que vivió, destaca que aprendió que «la vida se tiene que valorar mucho».

Estos duros momentos le enseñaron que «un día tienes todo y en un momento no tienes nada (…)». Señaló que en el Cecot no tenía nada. 

“Maduro se lució, él me devolvió la vida”

Luis Edixon dedica unas palabras de agradecimiento al Presidente Nicolás Maduro y al vicepresidente sectorial Diosdado Cabello; así como todo el equipo del Gobierno nacional

“El Gobierno para mí es lo mejor que hay en este mundo”, expresa. Se adelanta a quienes puedan decir que lo dice por “hipocresía”; pero para Luis, el Presidente Nicolás Maduro, “se lució con lo que hizo por nosotros. Se ganó mi corazón (…) Él me devolvió la vida, él me devolvió de nuevo ante mi familia, para que yo volviera a ver a mi mamá, a mi papá”.

Resaltó además el recibimiento que le dieron el vicepresidente sectorial Diosdado Cabello, la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez y el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, el viernes 18 de julio cuando llegaron al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, ubicado en Maiquetía, estado La Guaira.

Jorge Rodríguez fue por Maduro para dialogar con Estados Unidos y lograr la liberación de los 252 secuestrados del Cecot, así lo reveló el Presidente de la República.

Chacón Gómez confesó que cuando vio a Diosdado este le dio las manos; pero a él le provocaba abrazarlo; pero todos los rescatados iban pasando rápido, y no tuvo tiempo de hacerlo.

Luego de su llegada fueron trasladados a Camurí Chico, estado La Guaira donde le brindaron atención médica y social. «Nos sacaron la cédula», dice.

Un abrazo bonito y reconfortante

Para Luis Edixon uno de los momentos más bellos fue cuando estando en La Guaira les dijeron: «se van para sus casas».

Resalta que para él, lo mejor fue llegar a casa en Portuguesa y encontrar a su mamá. «Ese abrazo tan grande y bonito, eso fue algo reconfortante. No te imaginas cuanto».

Su madre se convirtió en gasolina, en esperanza

Durante la entrevista, Luis Edixon también contó que desde que fue trasladado al Cecot el 12 o 13 de abril, conoció de dos (2) visitas que hicieron representantes de la Cruz Roja Internacional. Él pudo asistir a una de ellas, una semana antes del 13 de mayo. Gracias a esos funcionarios tuvo un rayo de esperanza cuando supo que su madre, Luismary Gómez, sabía donde estaba. Eso le indicó que ella peleaba para lograr su libertad. Indicó que Luismary se convirtió en su gasolina.

«Nuestra comunicación más cercana fue la Cruz Roja, cuando fue la Cruz Roja, nos sorprendimos mucho que llegaran. Yo estaba recién llegado (…)», dice al tiempo que agrega que él pensaba que nadie de su familia sabía donde estaba secuestrado. En la visita los funcionarios del organismo le dijeron, «Luismary, Gómez Díaz ¿quién es ella?». Respondió: «Mi madre». Sus palabras en ese momento fueron: «Dios mío, sí están al tanto, sí saben que estoy aquí». Agrega: «Ahí estaba mi mamita, esa fue gasolina para el motor, vi que estaba mi mamá pendiente».

Enfatizó que cuando una vez fuera del centro de detención en Estados Unidos, el periplo por varios estados de esa nación y luego a Guántanamo, nunca pudo decirle a su familia qué estaba pasando. «No me dio chance de avisar nada, no pensé que ellos supieran, no me imaginé. Tenía tantas preguntas, que ninguna tenía respuesta. Ahí agarré un poquito mas de vida».

La Cruz Roja le indicó que le llevarían un mensaje de su madre; nunca lo pudo conocer, porque los guardias del Cecot impidieron que los primeros secuestrados que habían hablado con funcionarios del organismo internacional acudieran a la segunda reunión.

La Cruz Roja volvió a acudir un mes después de la primera visita, en junio. «Me sacaron de la celda, y yo dije, voy a poder saber algo de mi mamá. Mi mamá me va a poder enviar un mensaje, porque la Cruz Roja nos dijo que cuando volvieran nos iban a traer un mensaje de esas personas. Cuando volvieron yo me ilusioné mucho, pero a los 70 que habíamos ido al encuentro la primera vez con la Cruz Roja nos metieron en una celda y nos apartaron, y dejaron salir al resto. Cuando terminó la tarde, nos devolvieron a nuestra celda. Se me vino el mundo abajo de nuevo, porque eso era como la gasolina, un empujoncito para que aguantara un poco más», recuerda llorando.

«Creo que fue el día que mas lloré en mi vida», dice al recordar que no pudo conocer el mensaje de su madre.

Meta: Recuperar la familia

Desde la casa de su madre, Luismary Gómez Díaz, ubicada en Guanare, estado Portuguesa, admite que aunque está feliz y en calma por estar en Venezuela, su patria, no tiene total paz aún, pues, su familia, conformada por su esposa y sus tres (3) hijos permanecen en Estados Unidos. Manifiesta que ellos están ansiosos por regresar y él por tenerlos en sus brazos protectores.

El retorno de su familia es la lucha que dará ahora. Pide todo el apoyo del Gobierno nacional, del Presidente de la República, Nicolás Maduro, del vicepresidente Sectorial de Política, Seguridad Ciudadana y Paz, capitán Diosdado Cabello, del presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez y del canciller Yván Gil.

«Yo necesito que mis hijos estén conmigo, yo necesito que mi familia vuelva a ser lo que era, una familia. Mis hijos no están bien, mis hijos están solos, mi esposa tiene que trabajar, se complica y no se qué hacer», expresa con angustia, al tiempo que recuerda que él era el sostén de su familia, hasta que fue detenido el 08 de marzo por funcionarios gringos.

Comenta que su esposa quiere irse hasta México por vía terrestre; pero «me da miedo» que le pase algo a ella o a los niños .

Con dolor en el rostro recuerda que los peores momentos en el Cecot, fueron las noches, porque siempre se preguntaba qué ocurría con su esposa y sus hijos en Estados Unidos. Por ello, en el día, hacía lo posible por mantener la mente ocupada.

«Cuando me tocaba acostarme era lo peor, ahí era donde me venía todo, ¿qué estará pasando con mis hijos? ¿dónde estarán? ¿qué va a ser de mi? ¿saldré de aquí, no voy a salir? ¿si salgo qué va a pasar, con qué me voy a encontrar? ¿si salgo y a mi mamá le pasó algo, si a mi papá le pasó algo o a algunos de mis hijos? ¿Si a mi mujer la deportaron y me quitaron a mis tres hijos?», eran las preguntas que lo atormentaban.

Manifiesta con dolor que nunca en la vida se hubiese perdonado si a sus hijos les hubiese pasado algo «por yo querer darle un mejor futuro» y haberse llevado a su familia a suelo yanqui.

No se iría otra vez del país

Luis Edixon está seguro que no se iría más nunca del país. Lo único que lo movería a hacerlo es ir a rescatar a sus hijos, pero entendió que su destino es la tierra de Simón Bolívar, la patria que lo vio nacer.

Luismary Gómez contó en abril de este año a Diario VEA que su hijo en una primera oportunidad migró a Ecuador y luego a Chile, país fue donde fue atropellado por un vehículo que le generó fracturas en una de las piernas. Después de ese accidente regresó a La Fría, estado Táchira. Desde ahí hizo la travesía por el Darién, selva que conecta a Colombia con Panamá, atravesó varios países hasta llegar a EEUU, donde su vida se convirtió en una pesadilla.

«Me fui dos veces del país, y las dos veces me ha ido mal. La primera vez me partí mi pierna y llegué con una pierna partida sin poder hacer nada. Y la segunda vez termine en el Cecot», recuerda, al tiempo que agrega que se quedará en su tierra luchando por un mejor futuro para su familia, pues confía en que su esposa y sus hijos volverán.

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