Psic. Ylenia Estrada

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Llegar a la adultez habiendo vivido en la pobreza es como pasar con diez por la vida. Se vive en un estado de precario equilibrio entre el sí o el no, el “ahí queda un poquitico”, “vamos a ver”… “a lo mejor mañana”… “hay que esperar”, “hay que tener calma”… y se aprende a vivir en la postergación de las cosas esenciales y el pecho apretado como si fuera de piedra, al igual que la garganta para que no se escape el grito, es como pasear sobre la cuerda floja, es la apuesta entre mantenerse firme y el riesgo de caer al vacío.

La educación de los hijos, haciendo trampas para completar el pasaje o la compra de los materiales para hacer las tareas escolares y la tristeza y la frustración por la mala nota y por no haber logrado satisfacer las expectativas de la maestra. Esto se va acumulando en el alma del niño como un sentimiento de incompetencia un “no puedo… no sirvo…no valgo”, pero cuando se descubren las causas de tanto sufrimiento comienzan a pasar cosas, empieza el peligrosísimo despertar de la conciencia y encontramos un pueblo que lleva veintiún años en heroica resistencia, sin reseñar lo vivido desde la llegada de Colón hasta la llegada de Chávez, Padre, Hijo y Espíritu encarnado de este pueblo que lo ama cada día más.

Si vamos con el tema de salud pongamos el ejemplo el de los pacientes insulinodependientes, la falta del suministro del medicamento, sabemos que desemboca en la muerte, con el sufrimiento del paciente y de los familiares que no encuentran cómo resolver, comprarlas significa desembolsar 44 millones setecientos mil bolívares, casi veinticinco salarios mínimos y unos dos años de trabajo, para un solo cartucho que puede durar dos semanas dependiendo de la dosificación indicada.

Sorprendente, Chávez y Nicolás lograron que en medio de la crisis con todas sus aristas, todos los pacientes pudieran recibirlas con seguridad, inclusive el glucómetro y las cintillas, tan importantes como el propio medicamento, recibidos gratuitamente durante tres años, en nuestro caso, al igual que el resto de los pacientes, con más o menos tiempo y aun así hay quienes tienen el descaro de llamarlos asesinos, dictadores y violadores de los derechos humanos, algunos amparados por la institucionalidad, sin embargo hay detalles como el retardo en la entrega algunas veces, y llama la atención porque el glucómetro y las cintillas vienen por el convenio Cuba-Venezuela no debería haber trabas.

Ahora en mayor dimisión la sevicia imperial pone lo suyo para extremar el sufrimiento de nuestra gente.

En una menor dimensión, en algún momento en una carnicería de Los Teques, el dependiente ofrecía conseguir medicamentos porque su mamá trabajaba en el IVSS. Estas formas de corrupción hay que erradicarlos totalmente, como mala hierba, y eso solo se logra con educación, cultura, buen ejemplo de los adultos y aplicación rigurosa de la ley.

Ese grado de podredumbre interior de este joven, la ausencia de juicio crítico que no mide las consecuencias para el paciente, da para que cuando la oportunidad sea propicia, se convierta en un paraco descuartizador o, para que venda información estratégica a nuestros enemigos.

Tenemos que volver siempre a nuestro referente principal, el Comandante del Amor, quien se encargó de la municipalización de la educación, dotación oportuna, completa y de altísima calidad, como la Colección Bicentenario y las Canaimitas, la diversificación de la educación acorde a las necesidades de cada región, la creación de cincuenta y dos nuevas universidades, todo como una expresión de su amor y su clara conciencia de que solo con cultura y educación tendríamos un pueblo moralmente sólido, amante de la paz y la libertad.

Este es nuestro amado dictador de quien se dice vino a sanar las profundas heridas de nuestro pueblo, nos corresponde una lealtad absoluta, capaz de aplastar cualquier intención de doblegarnos.

Veamos por ejemplo, mientras el pueblo brasileño trata de pasar aunque sea con diez la pandemia, el Sr. Bolsonaro disfruta de pasear un rato en una moto de agua en las playas de su país y quien además comenta que, no se pueden parar las fábricas porque haya gente enferma que se muere, que sería como si, porque en las carreteras hay accidentes se dejen de producir vehículos.

Su homólogo Duque no puede invertir tiempo en resolver lo que viene siendo un alivio para él, porque mientras más colombianos mueran de coronavirus, menos tendrán que morir en las masacres.

Les recordamos nuevamente la heroica, impecable, hermosa y poética batalla victoriosa de los puentes. “Los derrotamos con la paz”, nos repite acertadamente Ildegar Gil. En esta ocasión pasamos con veinte y lo repetiremos cuantas veces sea necesario.

Es conveniente diferenciar detalles en cuanto al odio se refiere, hay uno inducido, una estrategia de guerra, como sucedió en Ruanda. Cuando un imperio tiene intereses económicos o estratégicos, no desestima recursos para lograr sus objetivos, como por ejemplo provocar una masacre entre pueblos hermanos, que habían convivido fraternalmente durante años, con la ganancia colateral de no figurar como responsables del tal monstruosidad, o como siguen sufriendo nuestros connacionales dispersos por la Patria Grande.

Primero los sedujeron con la promesa de que serían bien tratados y encontrarían oportunidades de empleo, y buenos sueldos. Vimos al propio Piñera haciendo una oferta engañosa, pues en realidad los aguardaba la sorpresa, también preparada para que fuesen odiados por los otros hijos de Bolívar, hermandad que probablemente venía siendo desdibujada, borrada de la historia de cada pueblo para beneficiar intereses foráneos.

Otra forma es la que se ha ido produciendo como consecuencia de la arrogante sevicia supremacista, tras largos años viviendo en la precariedad, sobreviviendo, pasando con diez y de vainita cada detalle fundamental de la existencia material y espiritual de nuestro pueblo, pero eso no ha sido tan malo, nos ha permitido desarrollar una gran capacidad de resiliencia, abono para el espíritu de paz y libertad que nos caracteriza, probablemente un rasgo heredado de nuestros antepasados, que no va a esperar siglos para hacerse presente, está aquí, sirviendo como fermento divino para la liberación definitiva, hidratado y fertilizado por el amor infinito de nuestro Comandante.

Recordemos:

El único sentimiento superior al amor por la libertad, es el odio al que te la quita

Ernesto “Che” Guevara

“El velo se ha rasgado y hemos visto la verdad”

Simón Bolívar. Carta de Jamaica

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