Néstor Rivero Pérez

[email protected]

El 7 de marzo de 1788 nació, en Chatillon-Coligny (Francia), Antoine César Becquerel, quien ha pasado a la historia como iniciador del estudio sobre el “fenómeno de la luminiscencia e investigador de la piezoelectricidad” (https://es.wikidat.com), y cuyo hijo Alexandre-Henry Becquerel así como su nieto, Henry Becquerel, desarrollaron una obra investigativa de primer orden en campos de la ciencia. De hecho el nieto se haría acreedor del Premio Nobel de Física en 1903.

Soldado y científico

En 1808, contando con dieciocho años, Antoine César egresó de la Escuela Politécnica, el gran semilleros de ingenieros galos fundado en 1794, en el marco de las políticas educativas de la Revolución Francesa.

Y no obstante su profesión Antoine César Becquerel se enrolará en 1810 como soldado de los Ejércitos de Napoleón Bonaparte, interviniendo en la campaña de la Península Ibérica, a las órdenes del mariscal Luis Gabriel Suchet.

En 1814 se retiró de la milicia para consagrarse por completo a la investigación científica. En la obra de Antoine César Becquerel destacan Elementos de la física terrestre y la meteorología, así como Historia de la electricidad y aplicaciones a la química, ciencias naturales y las artes.

 

La saga Becquerel

Los tres hijos de Antoine César tuvieron un alto compromiso con las ciencias. El mayor, Louis Alfred (1814-1866), graduado de médico, investigó y escribió sobre enfermedades de las vías urinarias; la segunda hija, Pauline Becquerel (1819-1841), también médico, hizo estudios validados sobre el oído.

El esposo de Pauline, Prósper Meniére, con base en la observación de pacientes que perdían el equilibrio y la audición y apoyándose en los descubrimientos de Pierre Flourens, en torno al modo en que funciona el cerebro, fue el primero en exponer razonadamente que el vértigo no era, como se creyó hasta entonces, una modalidad de apoplejía, sino “un problema del oído interno” (https://www.historiadelamedicina.org). Y el último hijo de Antoine César, Alexandre Edmond Becquerel, (1820-1891) fue un notable físico con investigación en campos de electricidad, magnetismo y espectro solar.

El nieto de Antoine César, Henry Becquerel, fue el descubridor de la radiactividad, lo que le permitió compartir en 1903 el Premio Nobel con el matrimonio Curie.

 

Becquerel y la luminiscencia

Tras poner fin a su carrera militar en el área de la ingeniería, Antoine César comienza a expresar su interés por la luminiscencia, fenómeno de los destellos de claridad en medio de espacios oscuros y que en la naturaleza exponen las luciérnagas. Y el primer contacto de Becquerel “con los seres luminiscentes tuvo lugar en 1830, durante un viaje a Venecia en el que tuvo la oportunidad de contemplar el brillo nocturno del mar.

Aunque él se dedicó a estudiar la recién descubierta electricidad, transmitió a su hijo Edmond su fascinación por los procesos de emisión de luz y este se dedicó a su estudio” (https://www.esteve.org).

Hoy se sabe que el brillo de las luciérnagas, así como el originado en forma de brillo nocturno en los mares “se produce por reacción del oxígeno con una molécula derivada de la clorofila, la luciferina, catalizada por la enzima lucífera” (Ibídem).

La línea de investigación inaugurada por Antoine César atrajo el interés de su hijo y su nieto, quienes hurgaron en el tema a profundidad escalando en la comprensión de un fenómeno que enlazaba electricidad con iluminación y desenvolvimiento de las magnitudes atómicas, campo cuyo estudio ha de conducir al nieto Henry Becquerel a la radiactividad.

No es desdeñable el mérito del abuelo al despertar la vocación indagadora de sus descendientes y que habría de derivar en la energía nuclear, cuya capacidad energética, para bien y para mal, constituye un gigante que se escapa de la lámpara de Aladino.

Sinóptico

 

332 aC

Aristóteles

Este día, a sus 62 años, murió el filósofo Aristóteles, quien habiendo sido discípulo de Platón, dio forma al primer sistema universal de conocimientos acumulados por la civilización en el curso de la Antigüedad.

Entre sus obras destacan Poética, Física, Metafísica y Moral para Nicómaco. Según Federico Langa la grandeza de Aristóteles radica en su capacidad para abarcar saberes de distinto orden, examinarlos, conjugarlos y obtener nuevas síntesis. Tales son rasgos del gran polímata de la Antigüedad, quien en este sentido tendría de continuadores a Leonardo, Descartes y Leibnitz.

Este último es considerado el postrer exponente de aquel don ciclópeo que consiste en dominar todos los saberes de una época. El estagirita incursionó con propiedad en la lógica. Y aunque tuvo también equívocos de peso en astronomía, y otras ciencias, su obra constituye fuente para la continuidad en lógica, y para la refutación en distintos asertos científicos, como lo entendió su contradictor Galileo Galilei a comienzos del siglo XVII.

En Moral, texto dedicado a su sobrino Nicómaco, el filósofo vincula el propósito de felicidad con el ideal de virtud.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido !!