Eugenia Russian

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En estos tiempos difíciles, la acción de los representantes de los gobiernos ante el fundamentalismo económico, se ve cada vez más interpelada por la acción de diversas comunidades y movimientos sociales. Resulta de suma importancia valorar los esfuerzos que realizan los diversos grupos de iglesias ecuménicas, en defensa de los derechos humanos, del ambiente, de la promoción cultural y de la apertura al diálogo interreligioso, que intentan incidir en la conformación de otro mundo posible.

Para las comunidades de buena voluntad que se inspiran en la espiritualidad del cristianismo ecuménico, tomar conciencia sobre el significado del fundamentalismo en sus distintas variantes, resulta crucial para poder hacer su aporte espiritual y socialmente constructivo. Desde la espiritualidad liberadora, analiza Leonardo Boff: “En América Latina la fe cristiana se compromete con los que carecen de vida, por los cuales el mismo Dios optó o, en caso contrario, corre el riesgo de la idolatría que se manifiesta con la insensibilidad frente al grito de los oprimidos. Es gracia del espíritu el que las iglesias despierten al desafío de los pobres y coloquen la promoción de los derechos humanos en la perspectiva de los pobres, como una exigencia del Evangelio y un lugar central en su servicio al mundo”.

Esta sacudida de conciencia parece plantear también una revalorización de los esfuerzos realizados por los movimientos de inspiración cristiana, basados en la espiritualidad ecuménica de la teología de la liberación. Un aporte que resulta más acogido en la calle que en los templos, en especial en América Latina y el Caribe, y cuyo impulso encuentra resonancia fraterna en América del Norte, Europa, África y en general en todo el mundo.

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