Alberto Vargas

Tras décadas de una disminución constante, el número de personas que padecen hambre (medido por la prevalencia de desnutrición) comenzó a aumentar lentamente de nuevo en 2015. Las estimaciones actuales indican que cerca de 690 millones de personas en el mundo padecen hambre, es decir, el 8,9 por ciento de la población mundial, lo que supone un aumento de unos 10 millones de personas en un año y de unos 60 millones en cinco años.

El mundo no está bien encaminado para alcanzar el objetivo de hambre cero para 2030. Si continúan las tendencias recientes, el número de personas afectadas por el hambre superará los 840 millones de personas para 2030.

Según el Programa Mundial de Alimentos, alrededor de 135 millones de personas padecen hambre severa, debido principalmente a los conflictos causados por los seres humanos, el cambio climático y las recesiones económicas. La pandemia de Covid-19 podría duplicar ahora esa cifra y sumar unos 130 millones de personas más, que estarían en riesgo de padecer hambre severa a finales de 2020.

Con más de 250 millones de personas que podrían encontrarse al borde de la hambruna, es necesario actuar rápidamente para proporcionar alimentos y ayuda humanitaria a las regiones que corren más riesgos.

Al mismo tiempo, es necesario llevar a cabo un cambio profundo en el sistema agroalimentario mundial, si queremos alimentar a más de 820 millones de personas que padecen hambre y a los 2.000 millones de personas más que vivirán en el mundo en 2050. El aumento de la productividad agrícola y la producción alimentaria sostenible son cruciales para ayudar a aliviar los riesgos del hambre.

Hambre

Una de cada nueve personas en el mundo está subalimentada en la actualidad; esto es, alrededor de 815 millones de personas en el mundo.

La mayoría de las personas que sufren de hambre viven en los países en desarrollo, donde el 12.9 por ciento de la población se encuentra subalimentada.

La desnutrición causa cerca de la mitad (45 por ciento) de las muertes en los niños menores de 5 años –3.1 mil niños cada año.

Uno de cuatro niños en el mundo sufre de retraso en el crecimiento. En los países en desarrollo, la proporción puede elevarse a uno de cada tres.

66 millones de niños en edad escolar primaria asisten a clases con hambre en los países en desarrollo, 23 millones solo en África.

Seguridad alimentaria

El sector de la agricultura es el mayor empleador del mundo y proporciona medios de vida al 40 % de la población mundial actual. Es la mayor fuente de ingresos y empleos para los hogares rurales pobres.

500 millones de pequeñas granjas en todo el mundo, la mayoría aún con producción de secano, proporcionan hasta el 80 por ciento de los alimentos que se consumen en gran parte del mundo en desarrollo. Invertir en pequeños agricultores hombres y mujeres es una forma importante de aumentar la seguridad alimentaria y la nutrición para los más pobres, así como la producción de alimentos para los mercados locales y mundiales.

Desde el inicio de los años 1900, alrededor del 75 por ciento de la diversidad de cultivos ha desaparecido de los campos de los agricultores. Un mejor uso de la biodiversidad agrícola puede contribuir a dietas más nutritivas, mejorar formas de vida en las comunidades agrícolas y ayudar a que los sistemas agrícolas sean más resistentes y sostenibles.

Si las mujeres agricultoras tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres, la cantidad de personas que padecerían de hambre en el mundo se reduciría hasta en 150 millones.

4 mil millones de personas no tienen acceso a la electricidad en todo el mundo, la mayoría de las cuales vive en áreas rurales de los países en desarrollo. La pobreza energética en muchas regiones es una barrera fundamental para reducir el hambre y asegurar que el mundo pueda producir suficiente alimento para satisfacer la demanda futura.

En el mundo comienza a sentirse la disponibilidad de alimentos. La desnutrición y el hambre preparan el terreno a las enfermedades y a las epidemias. Si la población crece incesantemente (un 2 % al año) cada año deberán crearse también un 2 % de escuelas, hospitales y así sucesivamente. Las tasas de crecimiento de la población han rebasado los aumentos de la producción alimentaria.

Además del acceso a la comida, el agua para la vida se está convirtiendo en un factor que limita gravemente la existencia humana. Desde 1940, la población casi se ha quintuplicado, pero el consumo de agua se ha sextuplicado.

Un análisis estratégico de los suministros de agua disponibles revela que en el corto plazo se intensificarán las guerras por el agua. Acerca del caos impredecible que está generando el capitalismo salvaje, las cifras podrán cambiar pero no el mensaje en esta Tierra que muchos no saben que es finita, y en la que está amenazada toda forma de vida.

El vetusto capitalismo salvaje teme mirar cara a cara la realidad, no son capaces de comprender el adagio romano que precisa que «necesitas non habet leggen” (la necesidad no sabe de leyes). Y el pueblo ya está enardecido. El descontento poblacional está a gran escala. La tiranía de los mercados neoliberales no podrán ni reagruparse ni mantenerse, las grandes masas poblacionales lo están arrasando. El capitalismo demostró históricamente su fatalidad. También dejó en claro que es contrario a la estabilidad y a la paz, justamente porque se colocó al margen de la condición previa de lo que es vivir dignamente.

Ningún país posee una oferta ilimitada de tierras aptas para el cultivo, la ganadería, agua, energía, etcétera. El Banco Mundial definió la seguridad alimentaria así: «El acceso de todas las personas en todo momento a alimentos suficientes para llevar una vida activa y saludable». Esta frase vana todavía espera ese momento, siempre fue inicua.

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