Néstor Rivero Pérez

El 4 de julio de 1776, el Congreso de las Trece Colonias del este de Norteamérica, reunido en la ciudad de Filadelfia, y que se habían convocado para deliberar y pronunciarse en torno a la dominación británica y su política impositiva, aprobaron el contenido de la Declaración de la Independencia, erigiéndose en una nación independiente con el nombre de Estados Unidos de América.

Autor de la declaración

La elaboración del texto había sido encomendada al representante Thomas Jefferson, ilustrado abogado y terrateniente con esclavos y quien por entonces frisaba los 33 años. Jefferson, formado en el ideario de la Ilustración y bajo el influjo de pensadores como John Lock e Isaac Newton, descolló como músico, horticultor, políglota y coleccionista de libros. A su empeño se debió la creación de la Universidad de su suelo natal, Virginia. Habiendo heredado de su padre 5 mil acres (aproximadamente 2 mil trescientas hs), Jefferson diseñó y se hizo construir una residencia en el punto más elevado del terreno, dándole el nombre de Monticello, dando trato condescendiente a sus 600 esclavos, sin atreverse a promover el abolicionismo. Jefferson sería el tercer Presidente de EEUU.

El principio de igualdad

La declaración posee expresiones iluminadoras acerca del sublime equilibrio entre los principios de libertad e igualdad. Y de haberse dado cumplimiento a tales enunciados, ciertamente se hubiese contribuido de modo resuelto a mostrar al mundo el ejemplo de una sociedad cuyos integrantes practicasen la virtud republicana y pudieren acercarse a los estándares de bienestar y felicidad como nunca los ha conocido la historia de Occidente, incluyendo los propios EEUU. Así, el segundo párrafo de la declaración asienta: “Sostenemos por evidentes, por sí mismas, estas verdades: Que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla”.

Así, a lo largo de la historia de Estados Unidos este principio de la igualdad entre todos los seres humanos les fue jurídicamente negado a una amplísima porción de su población, en atención al color de la piel y a la condición institucional de esclavos a que se condenó a los descendientes de personas capturadas en el África para ser vendidas como esclavos en el Nuevo Mundo. Asimismo, la población indígena de Norteamérica vio sus derechos humanos violentados mediante el despojo de territorio y políticas de exterminio que impulsaron en el curso de la conquista del oeste y sur norteamericano, el proyecto supremacista e imperial que vendría a confirmarse en 1898, cuando EEUU, a propósito de su injerencia en la guerra de independencia de Cuba, hace un protectorado de esta isla, a la vez que despoja a España de Puerto Rico y las Filipinas, dando con ello el salto a potencia mundial en lo militar y lo geopolítico.

Independencia

En todo caso conviene indicar que el paso dado en 1776 por las Trece Colonias significó un salto político de gran repercusión en la relación de poderes mundiales, al fomentar las corrientes de progreso y democratización en Europa y Asia, así como de liberación nacional en la América hispana. En tal sentido la declaración del 4 de julio estableció: “Estas colonias unidas son, y deben serlo por derecho, Estados libres e independientes, que quedan libres de toda lealtad a la Corona británica, y que toda vinculación política entre ellas y el Estado de la Gran Bretaña queda y debe quedar totalmente disuelta”. Al provocar la reacción de los británicos, dicha proclamación conllevó a la guerra de independencia, que se prolongaría por diez años, con la victoria final de EEUU.

Sinóptico

1934

Madame Curie, o vivir para la ciencia

Este día murió en París (Francia) María Skodovska de Curie, conocida como Madame Curie, figura fundamental en la historia de las Ciencias básicas. Junto a su esposo, Pierre Curie, integrará un hogar que incidirá de modo crucial en el desentrañamiento de los misterios de la materia y la radiactividad. Precisamente, los efectos adversos de este último fenómeno acabaron con su existencia un día como hoy. “Se impone pues, releer a Curie (…) Releer a Curie significa hoy reubicarla en la historia de la radiactividad a la luz de las investigaciones recientes, y volver sobre sus textos para comprobar que, al haber sido leídos durante tanto tiempo bajo los efectos del mito, han perdido buena parte del sentido que quiso darles una mujer real. Y significa también preguntarse qué perspectiva aportan a los debates en curso sobre mujer y ciencia, la comercialización del conocimiento, o el peso de los sectores público y privado en la financiación de la investigación” (http://publicacions.uab.es).

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