Galilei exponiendo.

Néstor Rivero Pérez

El 22 de junio de 1533 y tras un juicio de varios meses, fue dictada la sentencia que obligaba a Galilei ante el tribunal del cardenal Roberto Belarmino, a “bajar la cabeza para salvarla”, abjurando de sus convicciones científicas, según las cuales la Tierra permanece en perpetuo movimiento y tiene como su centro al Sol. Dichas tesis contrariaban la teoría dominante y acogida por la Iglesia, que establecían a nuestro planeta como centro estático del universo en cuyo torno giraban los demás astros.

Quién era

Nacido en Pisa (Italia) en 1564, Galileo Galilei es uno de los personajes de mayor impacto en la formación del pensamiento humanista y científico moderno. Fue el primero en defender públicamente con libros, clases y conferencias, las teorías de Nicolás Copérnico acerca del movimiento de la Tierra. En 1609 Galilei inventó el primer telescopio astronómico de que se tenga noticias, mejorándolo en años siguientes, para descubrir 500 nuevas estrellas de la Vía Láctea y otras desconocidas de las constelaciones de Orión y las Pléyades. Estableció las leyes del movimiento, las del péndulo y el peso específico de los cuerpos. Produjo además adelantos en matemáticas, mecánica y en música, literatura y pintura, como buen exponente del Renacimiento.

Copérnico contra Ptolomeo

Al momento de la querella con la Iglesia, Galilei gozaba de inmenso prestigio por su genialidad expositiva y, entre otras cosas, porque uno de sus benefactores, el cardenal Berberino, fue elevado al trono pontificio en 1604.

En el centro del juicio que el Santo Oficio abrió contra el matemático y astrónomo, estaba la controversia entre la teoría ptolemaica, sustentada por la Iglesia como oficial, y según la cual la Tierra es el centro del universo, girando todos los demás astros, incluyendo el Sol, como séquito a su alrededor. Estudios matemáticos presentados por el monje Nicolás Copérnico en su libro Sobre las revoluciones de las esferas celestes, habían echado por tierra dicha teoría, empero los dogmas del siglo XVII en la Europa católica enfrentada a la división del protestantismo, indujo a muchos clérigos a condenar a Galilei por haber defendido la obra copernicana.

La Tierra se mueve

Así, y tras varias denuncias ante la Inquisición, en 1633 se abre un definitivo juicio donde se le impide presentar pruebas; apenas pudo ofrecer sus ideas como “mera hipótesis”, terminando el proceso en la condena de abjurar “acerca del movimiento de la Tierra”. Antes del juicio, Galilei había dicho que “se debe aprender a leer y a interpretar las escrituras a través de la naturaleza». El día 22 de junio de ese año 1633 es leída la sentencia. La condena a abjurar de sus postulados fue clara expresión del litigio entre ciencia y religión.

Rehabilitado

En 1823 se inicia la revisión del proceso de Galilei, que para la Iglesia culmina en 1979, cuando Juan Pablo II invita a la “fructuosa concordia entre ciencia y fe, entre la Iglesia y el mundo”, rehabilitando al astrónomo y matemático.

La Biblia y la ciencia

“ …escribió [Galileo] sus cartas acerca de las manchas solares, defendiendo abiertamente la doctrina de Copérnico; pero, señalando sus enemigos estas ideas como contrarias a la Biblia, contestó en una carta (1613), que la letra de la Biblia no podía ser en modo alguno, obstáculo a la investigación científica, y que incumbía a los teólogos explicar la letra de las Sagradas Escrituras en conformidad con los hechos establecidos por las ciencias naturales (…) En 1615 el padre Lorino lo denunció a la Inquisición (…) Galilei partió a Roma, logrando desvirtuar las sospechas contra su persona, pero no impedir la condena de las doctrinas de Copérnico” (Espasa-Calpe, tomo 25, pág 500).

Sinóptico

1826

Congreso Anfictiónico de Panamá

Este día tuvo lugar en la capital del Istmo la instalación del Congreso Anfictiónico de Panamá, con representantes de la Gran Colombia, Perú, México y Centroamérica. Algunos países convocados como Bolivia, no lograron enviar sus representantes en atención a su reciente constitución como Estado nacional, aunque su gobierno, presidido por el Gran Mariscal Antonio José de Sucre, diera todo su respaldo. Los grandes propósitos del Congreso de Panamá, de acuerdo al Libertador, contemplaban la suscripción de un pacto de liga perpetua y defensa mutua, la conformación de un ejército continental de 60 mil efectivos entre los países suscriptores y armar una expedición para dar la libertad a Cuba y a Puerto Rico, así como abolir la esclavitud. Dichas propuestas alarmaron al gobierno de EEUU, cuyo secretario de Estado, Henry Clay, instruyó a sus delegados ante el Istmo, para que advirtiesen que en caso de llegar hasta Cuba alguna expedición surgida del Congreso Anfictiónico, EEUU podría considerarse en estado de guerra contra sus patrocinantes. Ello, como se entiende, constituyó escollo imprevisto en los planes del Libertador. Y según recuerda José Antonio Páez en su Autobiografía, repercutió en las grandes miras del héroe caraqueño.

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