Néstor Rivero Pérez

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El 17 de febrero de 1600 murió en la hoguera el filósofo, astrónomo y teólogo Giordano Bruno, quien, discípulo de las teorías de Nicolás Copérnico, postulaba que la Tierra se movía en el espacio, y que el universo poseía dimensiones infinitas, conteniendo en su interior otros planetas habitados.

Revolución copernicana

La idea de que la Tierra “se mueve” debió confrontar al sentido común imperante desde la más remota antigüedad, según el cual los mortales diariamente veían cómo “el sol giraba alrededor de la Tierra”. Ya entre los siglos IV y III a.C., Aristarco de Samos, contrariando dicho “sentido común”, pudo constatar  la esfericidad de la Tierra, efectuando mediciones de la perpendicularidad de los rayos solares -a la misma hora del día-  sobre dos lugares distantes, sugiriendo la hipótesis de que la Tierra se desplazaba en el espacio alrededor del sol.

Sin embargo, la humanidad habría de aguardar hasta el siglo XVII para que el cúmulo de suposiciones, indagaciones. Indicios y constataciones astronómicas que surgieron en Europa con el declive del Medioevo, aunado ello al surgimiento de nuevos métodos de estudio y el desarrollo de la notación matemática, permitiera que una mente acuciosa, disciplinada y con potente imaginación y síntesis, como la de Nicolás Copérnico, estructurase la teoría heliocéntrica, enfrentada a las tesis de Claudio Ptolomeo de mil años antes.

La tesis tolemaica sostenía que la Tierra permanecía estática en el centro del universo y que a su alrededor giraba el resto de los astros, entre estos el sol. Mérito de Copérnico al desvirtuar a Ptolomeo, fue haber adelantado sus conclusiones en tiempos en que aún se desconocía el telescopio en la visualización del espacio sideral, abriendo las compuertas del conocimiento frente al prejuicio y los dogmas, décadas antes de que Galileo apuntase a los cielos con su primer telescopio y descubriese las cuatro lunas de Júpiter y su anómala rotación, y de que Giordano Bruno adelantase con el instrumental doctrinario y técnico de los inicios del Renacimiento, sus reflexiones.

Si bien en las ideas de Copérnico se consiguen algunas imperfecciones, su planteamiento revolucionó la tesis que por entonces dominaba entre los eruditos, formulada por Claudio Ptolomeo y acogida por la Iglesia como verdad única en materia de astronomía.

Más allá de Copérnico

Las ideas de Giordano Bruno representan un nuevo escalón del conocimiento científico, que habría de echar los fundamentos de la Revolución Científica capitaneada un siglo después por Isaac Newton. Y sin embargo, el solo hecho de confirmar que la Tierra giraba en torno al sol hace de Copérnico uno de aquellos gigantes “sobre cuyos hombros” en palabras de Newton, se edificó la ciencia. Para Bruno el sol “es una estrella más”.

La ciencia y el creyente

Hombre abierto al debate de las ideas, en el curso de las últimas décadas de su vida Bruno debió trasladarse de una ciudad europea a otra, procurando un ambiente de tolerancia respecto a la ciencia y la religión.

Así, en 1593, encontrándose en Roma y tras haber sido denunciado por un antiguo protector, se vio enjuiciado por la Inquisición, bajo acusación de blasfemia y enseñar que el universo poseía otros planetas también habitados, lo cual contrariaba las tesis de la Iglesia.

Su juez, el obispo Roberto Berlarmino, habría de presidir 16 años después, el tribunal inquisitorial delante del cual Galileo Galilei se vio constreñido a retractarse.

No obstante ser Bruno hombre profundamente creyente, no pudo sustraerse a los prejuicios de la jerarquía eclesial, en medio de las querellas que dividieron el cristianismo entre católicos y protestantes.

Sinóptico

1966

Acuerdo de Ginebra

Este día fue suscrito el Acuerdo de Ginebra entre Gran Bretaña la entonces Guayana Británica (hoy República Cooperativa de Guyana) y el gobierno de Venezuela.

Según dicho Acuerdo sobre el diferendo venezolano-guyanés -heredado del despojo británico de 1891 y que Venezuela en todo tiempo ha objetado-, todo acuerdo entre las partes involucradas debe darse “de mutuo acuerdo“, según lo establecido en Ginebra.

Así se lee claramente al final de uno de sus párrafos: “Si… el Gobierno de Venezuela y el Gobierno de Guyana no hubieren llegado a un acuerdo… referirán la decisión sobre los medios de solución a un órgano internacional apropiado que ambos Gobiernos acuerden”.

El Acuerdo, reconocido por los anteriores gobiernos de Cheddi Jagan y Forbes Burnham, hoy pretende ser ignorado por el gobierno guyanés. Recuérdese que en 1966 Guyana urgía que Venezuela reconociese su independencia y descolonización política. Y para Venezuela era vigente el reclamo venezolano sobre el territorio que le fue arrebatado en 1891 mediante el fraudulento Laudo de París de ese año.

De allí la mutua utilidad del Acuerdo de Ginebra de 1966. El Territorio Esequibo, con más de 150 mil Km2, ha formado parte desde tiempos de la colonia, de la provincia de Guayana e integraba la Capitanía General de Venezuela.

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