Néstor Rivero Pérez

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El 24 de julio de 1823, hace doscientos años, se libró la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, donde la escuadra republicana al mando de José Prudencio Padilla, con apoyo terrestre de Manuel Manrique, enfrentó a las fuerzas navales realistas jefaturadas por el español Ángel Laborde, quien tras un intenso combate, tuvo que capitular y emprender la retirada. En homenaje a esta importante gesta libertadora, se celebra el 24 de julio el día de la Armada Venezolana y además de la Armada Colombiana.

Salamina y Trafalgar

Entre las grandes batallas navales de la historia universal, destacan la escenificada en el 480 aC frente a la isla de Salamina. Allí la pequeña flota griega de 370 navíos al mando de Temístocles, logró atraer hacia los dos estrechos que circundan  la isla, a la superior del persa Jerjes, venciéndole con la habilidosa sincronización en línea que instruyó Temístocles y el ímpetu patriótico de los atenienses. La historia reporta a su vez la acción naval de la “Armada Invencible” de 1588; e igualmente la Batalla del Nilo en 1797 y la de Trafalgar  en 1805, que definieron un reacomodo en el poder marítimo interimperial de su época. En la magnitud continental de la Guerra de Independencia suramericana y las fuerzas que contendían, la Batalla Naval del Lago de Maracaibo posee una significación equiparable.

De Carabobo a Salina Rica

Luego del triunfo republicano en la planicie de Carabobo el 24 de junio de 1821, el Libertador tomó rumbo a Pasto y Quito, a objeto de liquidar el poder realista sobreviviente en dichas porciones del sur de la Gran Colombia. Sin embargo, las fuerzas realistas de Venezuela, concentradas en el Castillo de Puerto Cabello, con refuerzo proveniente de Cuba y Puerto Rico, ahora bajo control de Morales, incursionaban al interior del territorio, procurando la desestabilización del país. Y el 7 de septiembre de 1822, tras un sorpresivo triunfo sobre fuerzas patriotas en Salina Rica, al oeste de Maracaibo, Morales toma control de Maracaibo, el cual sostendrá hasta que con la Batalla Naval del Lago, librada el 24 de julio del año siguiente, se obligue a firmar una capitulación y entrega de Maracaibo el 3 de agosto.

¿A Perú o a Maracaibo?

Encontrándose en Quito el 12 de noviembre de 1822, el Libertador Simón Bolívar -en el marco de su campaña contra los realistas de Pasto- da contestación a sendas misivas que le enviase el 14 y 21 de septiembre el vicepresidente, F. P. Santander, y alude a los avances de Francisco Tomás Morales en el occidente de Venezuela y su retoma de Maracibo: “Siento bastante la posición que ha tomado Morales”, exhortando a Santander a tomar cuanta medida sea indispensable, para enfrentar el peligro de Morales. Y el 14 de enero siguiente, ante nuevas informaciones de que Morales mantenía su control sobre el Zulia, Bolívar -quien ya ponderaba su traslado a Perú para dirigir la guerra contra España-, sopesa la opción de posponer dicho cometido y regresarse a Venezuela para asumir las operaciones contra Morales. “La pacificación de Maracaibo… y la apertura del Congreso… son grandes motivos para llevarme a Bogotá y a Zulia”.

Un “Carabobo Naval”

De acuerdo al investigador y capitán de Navío, José María Madueño Galán, la flota republicana, al mando de José Prudencio Padilla, disponía de 10 bergantines, al tiempo que 15 la monarquista, jefaturada por el experimentado Ángel Laborde. La acometividad y coraje de Padilla permitió a las fuerzas patriotas el paso de la Barra del Lago, dominada por los enemigos. La coordinación en sus acciones y arrojo de los independientes, así como el aprovechamiento de las corrientes de viento en la maniobra de las embarcaciones, terminaría inclinando el triunfo a su favor. Padilla fue el gran héroe de la jornada.

Sinóptico

1783

Simón Bolívar, el hijo de la gloria

Este día nació en Caracas, Simón José Antonio Bolívar y Palacios, quien desde 1810 inicia su actuación a favor de la causa republicana, la causa social y el equilibrio del Universo. Su temprana orfandad, buenos maestros y una temprana viudedad, contribuyeron a perfilar la constancia y singular vocación del joven Bolívar, para entender el orden colonial del mundo que le rodeaba, y cambiarlo. En comentario de Juan García del Río, se lee: “su nombre resplandecerá… al lado de los genios que el Cielo envía de siglo en siglo a la Tierra, para mejorar la condición de las naciones (…) Guerrero y estadista, Bolívar comprendió… la misión terrible a que le citaba el destino para encabezar la rebelión continental de independencia”. Así lo enjuició José Enrique Rodó: “Fundó gobiernos; guerrero, sofoca rebeliones de los suyos… y una noche después de la última derrota, sin caballo, huye escondiéndose en los bosques, hasta que a la aurora reúne una escolta de dispersos y marcha a forjar un nuevo ejército”. Su ideal de que “La Patria es América” concita hoy la unidad suramericana y caribeña.

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