Néstor Rivero Pérez

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El 16 de marzo de 1780 tuvo su inicio el levantamiento popular del oriente neogranadino conocido como Rebelión de los Comuneros del Socorro. En el hecho tuvo participación fundamental la dama Manuela Beltrán, quien proclamó el desconocimiento de los gobernantes neogranadinos, incitando a la movilización de sectores pobres, junto con los agricultores y comerciantes, unidos todos en el reclamo contra el alza de impuestos establecido por las autoridades.

Rebeliones con pueblo

A diferencia de la resistencia armada indígena y los cumbes o quilombos de los esclavos negros fugados de las plantaciones en las colonias españolas y lusitana y que en el fondo constituían la respuesta contra el régimen de despojo, sojuzgamiento y violencia de que eran víctimas, las protestas comuneras expresaban el nuevo cuadro histórico de la Colonia: la mayoría determinante de las clases nativas surgidas dentro de la Suramérica esclavista y feudal, sentían el brusco deterioro de nuevas exacciones pecuniarias sobre actividades productivas y comerciales dentro del virreinato, Y ello a tenor de los requerimientos de la Corona española, que por entonces se involucraba en contiendas contra Gran Bretaña por la preeminencia en los mercados ultramarinos.

En efecto el regente visitador Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, en atención a la nueva política impositiva de la Península, dictó aumentos en “el impuesto de alcabala; estableció impuestos a la sal, al tabaco y a los juegos de cartas; e impuso nuevos gravámenes a los textiles de algodón” [https://bibliotecanacional.gov.co]. Del mismo modo se elevó el pechaje al aguardiente.

 

La arenga de Manuela

De los escasos datos que la historia recoge de Manuela Beltrán, apenas se sabe que provenía de una modesta familia y que se dedicaba a la manufactura de tabaco.

El 16 de marzo de 1780, con 57 años de edad, Manuela se apersona en el edificio del Ayuntamiento del Socorro, en cuya entrada lee un edicto que informa de un incremento inesperado de la carga impositiva que debía pagar la población y que produjo malestar en los distintos sectores.

Así, al grito de «Viva el Rey y muera el mal gobierno», Manuela resueltamente procedió a arrancar y arrojar al piso el papel contentivo del edicto, sintiendo el apoyo de los pobladores quienes, en ese lapso inicial la hacen su lideresa en contra de la gestión del regente-visitador.

De reclamo a rebelión

A poco el funcionario virreinal se vio depuesto, eligiéndose por la poblada una “Junta del Común”, la cual habría de asumir funciones de gobierno. Y de esta denominación del organismo se derivó el nombre histórico del movimiento como “Rebelión de los Comuneros.

Cabe indicar que pocos años después el Precursor Francisco de Miranda, radicado en Europa, ha de mencionar en sus escritos a Manuela Beltrán, caracterizándola como “la viejecilla que inició tan sonada rebelión”.

El levantamiento, que fue sumando adeptos en la provincia, se propuso, bajo la jefatura de Juan Francisco Berbeo, avanzar hacia la capital, Santa Fe de Bogotá; congregó dieciocho mil personas, quienes al llegar al Puente Real (hoy Puente Nacional), lograron desbandar a la pequeña tropa.

Sería a través de las negociaciones entabladas en mayo de 1781, cuando la presencia del obispo Antonio Caballero y Góngora, permita zanjar puntos irreconciliables de ambas partes, para la firma de las Capitulaciones de Zipaquirá, que definirán la reducción de los impuestos y deposición de las armas por los comuneros. Dos años antes de la revuelta del Socorro, ya se había producido un movimiento de amplio aliento popular en el occidente venezolano.

Los “Comuneros de Mérida”, se habían alzado contra el alza del estanco del tabaco. Así se vio al Ayuntamiento de La Grita (Táchira), con apoyo de la comunidad, levantar “una enérgica protesta, que coincidía en gran parte con las reivindicaciones de los pueblos de Nueva Granada” [http://diposit.ub.edu].

 

Sinóptico

1825

Simón Bolívar y la escuela pública

Este día el Libertador Simón Bolívar, consciente de la urgencia por dar educación al pueblo, escribe al pedagogo inglés Joseph Lancaster instándole a difundir su método de enseñanza mutua.

Lancaster impulsaba un sistema mediante el cual los niños más aventajados enseñaban a los que venían con retraso en el aprendizaje. En 1810 Andrés Bello sería testigo del primer contacto entre el pedagogo y Simón Bolívar, durante la misión diplomática del futuro Libertador en Londres.

En 1823 Lancaster escribiría al ya consagrado héroe proponiéndole traer su método a Suramérica. Y para marzo de 1825, ya con expectativas de la recompensa que Perú había ofrecido a los vencedores de Junín y Ayacucho como premio por el logro de la independencia de la nación inca, el Libertador -quien, como se sabe, rechazó para sí el monto pecuniario de un millón de pesos que se le había acordado- estimó disponer de la oferta de Perú a su ciudad natal, Caracas, la cantidad de 20 mil duros que pedía Lancaster.

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