“¡Nicolás!”, un grito de amor en la voz del pueblo bravío de Maturín

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Maduro llamó al pueblo a la unidad, de sumar a todo el que pueda ser sumado sin distinción, sin sectarismo. Foto Prensa Presidencial

VEA / Prensa Presidencial

Como ya se ha hecho costumbre el abrazo amoroso del pueblo recibe a Nicolás. Es imposible contabilizar cuántas personas le esperan, pero valiéndonos de las palabras podría describirse como impresionante.

Como en ocasiones anteriores el sol pareciera guiar el camino que sigue el vehículo Tiuna que lo traslada. Se abre paso en medio de niños, niñas, mujeres y hombres que a gritos le aclaman «¡Vamos Nico!» y «Maduro te amo» mientras tratan de estrechar su mano.

Aplausos suenan al unísono. Él escucha atento, interesado en cada muestra de cariño, en cada demanda que, en pequeños papelitos, le entregan sus anfitriones. Todo se mezcla: la mirada, la sonrisa, la palabra, la esperanza del futuro y los dispositivos móviles que intentan capturar el recuerdo de su visita.

Vestido de blanco, un color que no solo evoca reflexión sino también crecimiento en un escenario de nuevos retos, Nicolás levanta sus pulgares en señal de agradecimiento. Su rostro denota alegría, una muestra sincera de reconocimiento al noble pueblo revolucionario que, este fin de semana, lo respaldó en masa en cada una de las más de 300 mil asambleas de base para ser candidato en la venidera contienda electoral.

En sus palabras Nicolás asienta su mensaje de unidad, de sumar a todo el que pueda ser sumado sin distinción, sin sectarismo, solo con la condición de querer avanzar y consolidar la Patria libre y soberana.

Así, con megáfono en mano, les dice «¡Vamos, vamos, vamos!» animándolos a conquistar nuevas victorias, combinándolo con su silbido característico para afinar la maquinaria del triunfo revolucionario.

En la tierra de raíz indígena, sinónimo de resistencia contra el enemigo realista, se reafirma la decisión de las mayorías: Nicolás Maduro es el candidato de un pueblo que ejerce protagonismo y defiende, apegado a la Carta Magna, su derecho a elegir al conductor de victorias.

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