Néstor Rivero Pérez

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El 20 de marzo de 1947 falleció en Caracas, en momentos en que preparaba la edición de su producción literaria, Pedro Emilio Coll, adelantado en la introducción del modernismo en la literatura venezolana y fundador, junto con Luis Manuel Urbaneja Achelpohl y Pedro César Dominici, de la revista Cosmópolis, que abrió nuevos horizontes en las letras venezolanas.

 

Apuntes
Coll, en cuya técnica literaria destaca la sencillez del lenguaje y depuradas metáforas, mantuvo en el curso de su vida pública trato ecuánime con escritores de distinta filiación política o inclinación literaria. Así, gozará de la amistad de Rufino Blanco Fombona, frontal adversario del caudillo de La Mulera y del círculo de académicos positivistas que sirven al Gendarme Necesario.

Él mismo ocupó cargos diplomáticos en distintos momentos de la Rehabilitación, o como ministro y en otras funciones, aunque nunca se caracterizó por asumir defensa política del régimen.

En 1936, al terminar el largo mandato de Gómez, Coll gozaba del aprecio de las nuevas generaciones, que le veían como uno de sus maestros.

El diente roto

Este es quizás el cuento más conocido de la literatura nacional. Una vez publicado se popularizó de manera inmediata, por cuanto la moraleja que contiene atrae al público de cualquier generación.

En una pelea con granujas, Juan Peña pierde parte de un diente, adquiriendo el hábito de pasar la punta de su lengua dentro del espacio vacío de la pieza. Y Juan, otrora alborotador, ahora luce ensimismado acariciando su diente roto.

El médico diagnostica que Peña se encuentra “mejor que una manzana”, pero que padece del “mal de pensar”. Pronto todo el pueblo, siguiendo el diagnóstico del galeno, comienza a ver en el niño un ser sumido en cavilaciones que a medida que transcurre el tiempo se hacen más profundas, pues Peña se muestra absorto, como quien procura explicaciones a graves dilemas. Y como “espíritu superior” atrae la atención de hermosas damas.

¿Inspiración?
Sin embargo, no había tal. Y no obstante a que con los años Peña llegó a ser diputado, ministro y por poco presidente, “la apoplejía lo sorprendió acariciándose el diente roto con la punta de la lengua”.

Al saberse su muerte, se decretó duelo nacional. Se trata de un perfil que encuentra asidero en la sociología venezolana del siglo XIX; y recuerda el caso de aquel militar caraqueño de apellido Vallenilla, quien habiendo sido cadete en academias austríacas y portado el uniforme de gala de los húsares, tras su retorno al país lo lucía en fiestas que se daban en Caracas.

Con gran aspecto marcial el oficial, quien nunca en su vida echó un tiro, fue objeto de grandes tributaciones; cuando sus restos mortales fueron traídos a la capital, después que fallece víctima de una picadura de mosquito en un campamento del ejército centralista que perseguía a las fuerzas de la Federación.

 

“Maestro del buen decir”

“Un nuevo vacío quedó abierto en las letras nacionales causado por la inesperada muerte del prosista Pedro Emilio Coll (…) Respetado como maestro del buen decir se le miraba con ese cariño llano y meritorio de quien ostenta buena parte de la representación de aquel núcleo cada vez más mermado de escritores eminentes que un día fueron legítimo prestigio de las letras patrias dentro y fuera de nuestras fronteras (…) Escritores de las viejas generaciones de la talla de (José) Gil Fortoul o… (Rufino) Blanco Fombona, no superaron a Coll en la general y benévola admiración demostrada por medio de artículos y elogios en diarios y revistas” (PEDRO PABLO BARNOLA, s.j / Fuente: http://gumilla.org).

Sinópico

1804

Primera vacuna en Venezuela

Este día arribó a Puerto Cabello, el médico militar español Francisco Javier Balmis, introductor en la Península Ibérica y el continente americano, de la técnica de la vacunación para la prevención de la viruela.

Esta endemia diezmaba la población en distintas regiones del mundo, afectando seriamente las colonias españolas de América.

Al lado de la difteria, la poliomielitis, peste bubónica (peste negra) y la gripe, la viruela constituyó un flagelo que hizo descender al sepulcro a elevados porcentajes de la población mundial desde la antigüedad.

Algunos indicios permiten suponer que hacia el siglo XI en China se aplicó de forma muy incipiente la técnica de vacunación, a la que denominaron “variolización”, que consistía en inocular a personas con el “pus de la viruela para provocar esta enfermedad en una forma atenuada e inmunizar así al paciente” (https://www.saludemia.com).

En España, Balmis, acucioso galeno de la Corte, convenció al rey Carlos IV para llevar la vacuna a todos sus dominios ultramarinos.

Así, en 1806 se organizó la Expedición Filantrópica de la Vacuna, que recorrió América y Filipinas, extendiéndose hasta China. Será el 20 de marzo de aquel año cuando pise tierra venezolana; ocho días después entra a Caracas y ese mismo día vacuna a 60 personas. Como secretario suyo fungirá el joven Andrés Bello.

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