Néstor Rivero Pérez

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El 12 de marzo de 1967 falleció Bárbaro Rivas (Barbarito), exponente de la pintura ingenua venezolana y cuya obra honró su localidad nativa de Petare y alrededores
Pintura ingenua

El término arte naif proviene del francés y se aplica a la actividad pictórica del aficionado, cultor que si bien dedica sus días a otra actividad principal o profesional como medio de sustento, ejerce la plástica habitualmente, con sumo agrado y espontaneidad, si bien de forma autodidacta y tomando como motivos usualmente temas personales o variantes del paisaje, o bien dando “forma visual inteligible a creencias religiosas o mágicas” (http://vereda.ula.ve).

La categoría de lo ‘ingenuo’ responde, no la rusticidad en el uso de la paleta, sino al deseo de producir obra al margen del artificio, deseando ofrecer “una visión del mundo sincera”. En Venezuela también se habla del “arte popular”.

Ausencia de perspectivas

Entre las características principales del arte ingenuo y que se encuentra en la obra de muchos de los creadores de esta corriente se ubican el trazado de “contornos definidos con mucha precisión, falta de perspectiva, sensación volumétrica conseguida por medio de un extraordinario colorido, pintura detallista y minuciosa y gran potencia expresiva, aunque el dibujo puede ser incorrecto”. (http://www.arteespana.com).

En Venezuela

A nivel mundial la figura más descollante ha sido Henry Rousseau (1844-1910), admirado por Picasso y Kandinsky.

En Venezuela, si bien Armando Reverón poseyó una técnica depurada y proveyó el arte nativo de nuevos logros en cuanto a plasmar la luz en el lienzo, tanto su forma de vida en el Castillete de Macuto, su amistad con pescadores, vendedores y pintores de pueblo, así como la temática de una buena parte de sus cuadros, le acercaron de alguna manera a la pintura
ingenua.

Su amigo Feliciano Carvallo, a quien conoció en los años cuarenta es quizá el más renombrado artista ingenuo que dio el país.

También destacaron en diversas regiones Victor Millán, Juan Félix Sánchez y Salvador Valero, el último con algunas destrezas aprendidas de pintores profesionales.

Barbarito en Petare

El universo pictórico de Bárbaro Rivas se desenvuelve, en su expresión religiosa, en torno a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Petare, ubicada frente a la Plaza Sucre del Municipio epónimo del Estado Miranda.

Así, la crucifixión de Jesús, escenas de un domingo entrando a misa, la fachada del templo y otras, hablan del culto que le enseñaron sus padres. Este creador representa “recuerdos de
infancia, crónica popular…y autorretratos”. La cuadrícula de la plaza central de Petare es objeto de su obra.

Su obra

En el Petare tranquilo de la segunda y tercera década del siglo XX, Bárbaro Rivas apartaba tiempo de su jornada como peón del tren, ayudante o pintor de brocha gorda, para empeñar su talento en “la composición,…poniendo en juego rasgos expresionistas, de forma que el tema o anécdota de su obra se mezcla con la ejecución”.

Y esa necesidad de plasmar sentimientos en la tela transmitió la Venezuela del nativismo y lo coloquial: seres que danzan, marchan o hablan vestidos de tradición local y miran con ojos de magia la serranía del Guaraira-Repano se hacen presentes en su obra.

Proyección
Rivas fue identificado en 1949 por Francisco Da Antonio. Una primera presentación de sus trabajos tuvo lugar en 1954 en la colectiva “Siete Pintores Primitivos y Espontáneos de Petare”.

Dos años después se organizó una exposición individual en el Museo de Bellas Artes. En vida Barbarito Rivas obtuvo premios y reconocimientos nacionales; en 1967 sus cuadros representaron a Venezuela en el Museo de Arte de Madrid.

El crítico Alfredo Boulton enjuició así la obra de creador petareño: “imágenes de un acentuado dramatismo, cuya nota profunda se desconocía en nuestra pintura y que nos ha llegado, precisamente, a través de la voz inculta, pura, candorosa y terrible, llena de fuerza, deaquel…Bárbaro Rivas».

Sinóptico
1806

Tricolor en el Leander

Este día ondea por primera vez de modo ceremonial el pabellón tricolor como símbolo de patria. Y el hecho tuvo lugar en altamar cuando, en el mastil del buqe Leander, a las órdenes de Francisco de Miranda se hizo ondear el emblema.

En la ceremonia el héroe de tres guerras hizo jurar a la tropa expedicionaria que le acompañaba, fidelidad a la nueva patria, Venezuela, a la cual se proponía dar libertad tras su desembarco. Miranda había zarpado el 2 de febrero anterior, al frente de 200 hombres, desde el puerto de Nueva York (EEUU), donde su amigo William Smith le pone en contacto epistolar con Alexandre Petión,  Presidente de Haití.

Así, el caraqueño universal desembarcará en Jacmel (Haití) el 17 días después, recabando apoyo material y adquiriendo dos goletas para la expedición, la Bacchus y la Bee. Y tras un fallido intento sobre Ocumare de la Costa, el Precursor tomará el 3 de agosto siguiente La Vela de Coro, ya en tierra venezolana, izando en la torre de la iglesia de dicho poblado, la bandera tricolor.

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