Néstor Rivero Pérez

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El 11 de febrero de 1650 falleció en Turenna (Francia) René Descartes, considerado padre del pensamiento filosófico moderno al abrir camino, con su hábito de someterlo todo a duda, a la revolución científica y el pensamiento filosófico.

Pequeño filósofo”

Desde sus primeros años el autor de El discurso del método mostró inclinación a formular preguntas sobre todos los asuntos; todo llamaba su atención y lo manifestaba preguntando. Sus maestros se percataron de la excepcional inteligencia de un niño que desde muy pequeño se interesaba “por las matemáticas y la filosofía”. Así en el lar paterno le decían “pequeño filósofo”. Tras estudiar Derecho y Medicina en la Universidad de Poitiers (Francia), viaja a los Países Bajos “donde llevaría una vida modesta y tranquila” (www.muyinteresante.es). Su objetivo era encontrar verdades “indudablemente ciertas”.

 

Tiempo de cambios

Tenido como el padre de la geometría analítica, Descartes vivió en la encrucijada de un tiempo durante el cual las doctrinas y conclusiones que explicaban el mundo natural y el orden social, con fundamento en el pensamiento de Aristóteles, se veían de modo repentino desplazadas por nuevas corrientes del conocimiento.

En el tránsito del siglo XV al XVI se produjeron cambios irreversibles en los modos de conocer el mundo, su forma y sus relaciones, que provenían de la antigüedad y que se aceptaban sin cuestionamiento alguno por el mero peso de la costumbre, pues “así se había enseñado desde siempre”. El conocimiento de la brújula e invento de la carabela en Europa, la invención de la imprenta, la reforma religiosa, el heliocentrismo copernicano y los viajes trasatlánticos de Colón y Magallanes -con su subsecuente régimen de sojuzgamiento colonial estos últimos-, dieron al Viejo Mundo una perspectiva distinta.

 

Padre de la razón

Entrar a cualquier ámbito del conocimiento poniendo en duda lo que se proclama como verdad, es propio del cartesianismo. Y precisamente esta disposición a someterlo todo a examen para constatar lo que hay de cierto, separándolo de lo falso, es lo que convierte al filósofo de Turenna en Padre de la Modernidad, como lo consagró Friedrich Hegel en sus Lecciones de historia de la filosofía. Así, para discutir sobre la moral, el Derecho o la mecánica, conviene previamente dilucidar lo relativo al conocimiento en sí. “Basta pensar bien para actuar bien”, reza Descartes en alguna parte. Y para ello recomienda sobreponerse a la escolástica del profesor y al gobierno de los apetitos, pues unos y otros, asienta, no precisamente siempre aconsejaban lo mejor. Así, estudiar, e indagar en el libro de la vida y el mundo a fin de develar sus misterios, es en rigor estar en el mundo, puesto que “Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás”.

Luego, existo”

Previo al pensar es indispensable existir. Tal enunciado que el gran filósofo turenés expuso en su célebre “Cogito, Ergo Sum” (Pienso, luego existo), es un boquete que le abre al empirismo, a la experiencia en el campo de la filosofía. He allí la revolución copernicana de Descartes y su inmenso aporte al pensamiento occidental el que, pasando por Hegel, habrá de llegar a la dialéctica materialista de Carlos Marx. Dice Descartes: “Habiendo notado que en la proposición ‘yo pienso, luego soy’, no hay nada que me asegure que digo verdad… veo muy claramente que para pensar es preciso ser” (El Discurso del Método).

 

Sinóptico

Día de la Mujer y Niña Científica

Este día se celebra el Día de la Mujer y la Niña Científica. La efemérides constituye un reconocimiento a la batalla que durante siglos han sostenido las mujeres que incursionan en las actividades del conocimiento básico y aplicado.

Caso irrecusable de mujer abocada a la ciencia fue el de Hipatia, quien ha pasado a la historia como arquetipo de usuaria de la Biblioteca de Alejandría y quien inventó artefactos para la observación astronómica y la medición.

En Venezuela el retardo en la incorporación de mujeres al campo científico y tecnológico responde a la pervivencia hasta hace pocas décadas, de tradiciones patriarcales respecto al rol de la mujer en la sociedad.

Así, será a mediados del siglo XX cuando se produzca el ingreso de la primera mujer, Hajnal Ildikó Fénye, como catedrática universitaria de Física.

Por esta misma época Lya Imber de Coronil ingresa a la UCV, la primera médica del país. Será a partir de los años ’60, cuando el propio talento femenino reclame sus fueros en centros de investigación, publicaciones y altísima participación en la enseñanza de materias científicas y tecnológicas.

En años recientes, países como Argentina, México y últimamente Venezuela, han iniciado programas para el cultivo de vocaciones científicas, tecnológicas y de investigación.

En el caso venezolano, el Semillero Científico, enlaza iniciativas de sus Ministerios de Ciencia y el de Educación, con el propósito de la identificación, captación y aseguramiento del talento, desde los grados iniciales de la escuela.

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