Néstor Rivero Pérez

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El 18 de enero de 1867 nació en Metapa, actual Ciudad Darío (Nicaragua), Félix Rubén García Sarmiento, quien se dio a conocer con el nombre literario de Rubén Darío y cuya obra poética le colocaría en el pináculo de las letras en idioma castellano. Escribió Azul, Prosas profanasyCantos de vida y esperanza entre otros libros, cultivando además la prosa y el periodismo.

 

Poesía en Nuestra América

El gusto por la palabra poética es de larga data en la América Latina y caribeña. Las lenguas aborígenes de Centroamérica legaron textos del poeta guerrero Netzahualcoyotl. Y en tiempos de la Colonia, la poesía tuvo destacados cultores, como el inca Garcilaso de la Vega, hasta el bardo de transición, que fue don Andrés Bello, cuya máxima obra corresponde a los días de la Guerra de Independencia. En el siglo XIX, además de José Joaquín Olmedo, cultor al igual que Bello del clasicismo, destacaron nombres como José Antonio Pérez Bonalde y José Asunción Silva, románticos y precursores del modernismo.

 

 Poeta continental

Sin embargo, será Rubén Darío el primero que habría de alcanzar en vida notoriedad continental y dará lustre en España a la producción literaria de Nuestra América. La revolución de la musicalidad que Darío estudió y absorbió de autores franceses (“y la linda Eulalia ríe, ríe, ríe”) con un dejo de banalidad en el discurso, cautivará al público suramericano y caribeño. Recepciones triunfales se le tributarán en México, y en Argentina, Uruguay y España grupos de noveles bardos lo rodearán. Después de Andrés Bello, Darío será el primer poeta de renombre continental de Nuestra América. El vate nicaragüense abrió las compuertas para los aedas del siglo XX en Nuestra América. El gran Pablo Neruda se inició en la escuela dariana. Los poetas españoles del ’98 y el 27 tributaron su métrica.

Búfalos Plateados”

Si bien Darío se mantuvo a prudente distancia de la militancia política, hubo momentos en que junto a otros letrados manifestó repudio ante las prácticas de ave de rapiña de EE. UU. contra Latinoamérica, en el paso del siglo XIX al XX. Como se recuerda, en 1898 el presidente William McKinley tomó el control de Cuba y Puerto Rico, además de Filipinas. Ese mismo año el bardo nicaragüense publicó en El Tiempo, de Buenos Aires, un artículo crítico en torno a lo acaecido, diciendo:“No, no puedo, no quiero estar de parte de esos búfalos de dientes de plata. Son enemigos míos, son los aborrecedores de la sangre latina, son los bárbaros. Así se estremece todo noble corazón, así protesta todo digno hombre que algo conserve de la leche de la loba”.

Oda A Roosevelt

Si bien José Martí es figura cimera de la militancia antiimperialista dentro de las letras en Nuestra América en la segunda parte del siglo XIX, Rubén Darío ocupó sitial de excepción por la elegancia literaria, densidad del mensaje político e histórico de la denuncia contenida en su oda A Roosevelt. Bajo el doble influjo de la musicalidad de Paul Verlaine, y el naturalismo de Walt Whitman, Darío escribirá en 1904, luego de la desposesión de Panamá a Colombia por EE. UU., esta larga oda, donde dice: “Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor… eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy /…domando caballos, o asesinando tigres / eres un Alejandro–Nabucodonosor”. El poeta recoge la condición de cazador de animales que distinguía a Teddy Roosevelt. Esta oda en vocativo sobrevive a las décadas, sin duda, por su calidad.

  

Sinópticos

1920

Oscar Varsavsky

Este díanació en Buenos Aires (Argentina) este matemático y docente, quien teorizó acerca de la función social de la ciencia. Radicado en Caracas en los años ’60, ejerció la docencia en la UCV, exponiendo su tesis respecto a la relación que debía tener el científico latinoamericano con su sociedad, objetando al profesional que abandona sus deberes para con su país. Atento a la distorsión de la función científica en estos países, Varsavsky -exiliado en Venezuela en 1968-, y como docente de la UCV, se refirió, en foro sobre la Renovación Universitaria, a los colegas que rechazan el cambio y reproducen una universidad que “se limita a otorgar títulos académicos como recompensa”. A este grupo anticuado, lo denomina “profesores fósiles”. Varsavsky cuestiona la tendencia “cientificista” de numerosos profesionales, abocados a la búsqueda de prestigio por vía de los “papers”, o publicación en revistas extranjeras, olvidando “sus deberes sociales hacia su país y hacia los que saben menos que él”. Varsavsky cuestiona que el grueso de los científicos latinoamericanos desarrolla su actividad en función de prioridades que trazan los países desarrollados. “Es evidente que ningún país tiene cuadros científicos en cantidad y calidad adecuadas, para ocuparse de todos los aspectos del cambio (…) La tarea decisiva, crucial, es el planteo de los temas, la asignación de sus prioridades y la organización del trabajo. Todo depende de la calidad del liderazgo que allí se ejerce (Oscar Varsavsky, Ciencia, política y cientificismo).

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