Henry Arroyo Clemente

Hoy sábado 2 de septiembre de 2023 a las 8:45 de la mañana, falleció Stanley Izturriaga. Nos conocimos hace años, siempre comunicativo, humilde, sincero. Cada uno padre de un niño. El suyo, como mío y el mío como suyo y ambos hijos hermanos compartiendo a los mismos padres.

Durante un tiempo requirió empleo y consiguió una plaza en el Ministerio de Energía Eléctrica como parte del equipo de choferes de planta.
A pocos meses de su ingreso correspondía a ese grupo un bono especial de fin de año, a él no por ser tan reciente. Entonces sus compañeros de ruta se reunieron en asamblea y una pequeña delegación acudió a los jefes del área. Solicitaron una reconsideración, y si no, que redistribuyeran el bono de todos para que lo incluyeran como beneficiario. Pese a que tal medida era imposible pues las normas del contrato colectivo eran precisas, se solicitó autorización y otorgó un beneficio especial equivalente al bono del resto.
Los argumentos de sus compañeros eran justos y claros. Cada vez que se necesitaba de un traslado urgente, cerca o lejos, de día o de noche, se escuchaba una de sus frases frecuentes: *“Yo mismo soy”*.
Fuese Catia o Maracaibo, a las 3 de la tarde o de la madrugada.
En una ocasión se acercó a sus supervisores para plantear la posibilidad de un préstamo personal y explicó el motivo. Se trataba de unas planchas de cinc para techar el rancho de su mamá. Fue una sorpresa aquel petitorio de un trabajador que nunca se avergonzó de su pobreza y siempre luchó por superarla. En esa oportunidad se buscó la forma legal de otorgarle el préstamo y a los días llegó con el agradecimiento de parte de su mamá que ya no tendría coladera de agua en el rancho. A los pocos años ya había hecho ahorros y antigüedad para comprarse a crédito un apartamento en el litoral central.
Fue un trabajador tan eficiente y estimado que en ocasiones llamaban directivos solicitando transporte y algunos agregaban de forma verbal “…y si puedes mandarme mejor a Stanley…”.
Al principio no coincidía plenamente con lo que representaba el gobierno nacional debido a las opiniones prejuiciadas transmitidas por televisión, pero al participar en las ayudas constantes que se dieron a los damnificados de las grandes lluvias que afectaron a vastos sectores de Venezuela ese año, comenzó a cambiar sus criterios.
El Ministerio se convirtió en un albergue de muchas de esas familias. Camas, ropa, alimentos, medicinas, atención médica y sanitaria y otras asistencias en las que él participó activamente, le hacían comentar con frecuencia que se sentía útil, feliz de ayudar y repetía la típica expresión suya que era la prueba de esa voluntad: “Yo mismo soy”.
Los que conocieron a Stanley dan fe de lo escrito, saben que siempre tuvo esa conducta en su trabajo y
vida personal, que fue solidario, gran trabajador, gran padre y gran compañero.
Sólo queda por desearte salud estimado amigo y buena ventura en este último viaje que iniciaste hoy a las 8:45 de la mañana.

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