Néstor Rivero Pérez

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El 1° de agosto de 1719 nació en la provincia de Huesca (España), Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez, político, diplomático y militar español, mejor conocido como Conde de Aranda, y quien en 1783, desempeñándose como diplomático de Carlos III, recomendó al monarca se independizase a las colonias que España poseía en América, enviando príncipes borbones para gobernarlas, pretendiendo de este modo atajar los procesos emancipadores que ya asomaban en la segunda parte del siglo XVIII y él percibía como inexorables.

Aranda en el “Barberillo”

El desplazamiento del Conde de Floridablanca como Secretario de Estado por Aranda, en 1792, dio paso a una mayor cobertura de la opinión popular en el Madrid de Carlos III. Ambos contaban con sus parciales en el pueblo llano, al punto que la fuerza de la tradición hizo que en 1873, se estrenase la zarzuela El barberillo del Lavapiés, cuyo escenario es una antigua y céntrica barriada homónima de la capital de España, y cuyo trasfondo -entre coplas y tertulias de barajas- se pasea, por la rivalidad entre el Conde de Floridablanca y su par de Aranda. Ciertamente, con Aranda se remozan reformas borbónicas adelantadas por Esquilache y Floridablanca, dentro de las cuales se debatió cómo afrontar el futuro de las colonias americanas.

Guerra fantástica

En 1762, en el marco de la Guerra de los Siete Años y dentro de la alianza francoespañola del período, Aranda recibió el encargo de organizar una fuerza de treinta mil soldados para invadir Portugal. Esta última nación mantenía alianza militar con Inglaterra. Y no obstante que las acciones de España en tierra lusitana duraron año y medio, y que en el curso de la invasión no hubo grandes combates, los desastrosos resultados para la Corte de Carlos III -cuyo país perdió cerca de 30 mil efectivos-, dieron escaso lustre como estratega al Conde de Aranda. Las terribles críticas que en Madrid y otras capitales se formularon contra esta aventura bélica, se evidencia en comentario de un autor anónimo, quien al reflexionar sobre el origen de las desgracias en que recurrentemente concluían las empresas militares de España, escribió lo siguiente: “El desdoro de la opinión y la destrucción de un florido ejército en la última entrada [Invasión de Portugal, 1762], ha persuadido a la Europa que nuestro poder era más imaginario que verdadero, con odiosas comparaciones de lo que fuimos en otro tiempo” [Reflexiones Histórico-Militares; tomado de: https://es.wikipedia.org).

El “mal ejemplo” de las Trece Colonias

En todo caso para 1783, ya en las conciencias de las élites mantuanas de las colonias, comenzaba a impactar el ejemplo que daban las antiguas Trece Colonias, que al norte del Nuevo Mundo se habían independizado de Inglaterra, constituyéndose como Estados Unidos de América, tras contienda que se escenificó entre 1776 y 1783, obligando a la Corte de Saint James, a firmar el Tratado de París, mediante el cual Jorge III se obligaba a reconocer la independencia de sus otroras posesiones: Hacia allí apuntaba la propuesta de Aranda.

Independencia con príncipes

Así, para los años ‘80 del siglo XVIII, cuando se suscitaron conspiraciones y movimientos con tintes preemancipadores como los de Tupac Amarú en Perú de 1780, la insurrección comunera de 1781 al oriente de Nueva Granada, y la tentativa que algunos años después encabezará José Xavier Da Silva (Tiradentes) en Brasil -y a lo cual se aunaba la tónica cada vez más autonomista de las nuevas élites ilustradas en el conjunto de las colonias españolas, indujeron en 1783 al Conde de Aranda a proponer a Carlos III, que concediese la independencia a las colonias en los siguientes términos: «Que V.M. se desprenda de todas las posesiones del continente de América, quedándose únicamente con las islas de Cuba y Puerto Rico en la parte septentrional… con el fin de que sirvan de escala o depósito para el comercio español. Para verificarse este vasto pensamiento de un modo conveniente a la España, se deben colocar tres infantes en América: El uno rey de México, el otro de Perú y el otro de lo restante de Tierra Firme, tomando V.M. el título de Emperador» [https://althistory.fandom.com].

Sinóptico

1805

Miranda otorga testamento

Poco antes de zarpar hacia el continente americano con el propósito de dar concreción a sus proyectos independentistas, el Precursor Francisco de Miranda otorga su declaración de última voluntad, para disponer de sus pocos bienes, su Archivo y su Biblioteca.

El forjador de la conciencia de patria suramericana dejaba en Londres, al lado de su esposa, Sara Andrews, a su pequeño Leandro, y en gestación al hermano de este, Francisco, quien nacería en febrero de 1806, cuando el gran memorialista y hombre de acción se encontraba en aguas del Caribe, al frente de la expedición que poco después llegaría a Ocumare de la Costa (Aragua).

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