Néstor Rivero Pérez

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El 13 de febrero de 1814, el general José Félix Ribas, quien había derrotado en La Victoria (Aragua) a las fuerzas realistas comandadas por Francisco Tomás Morales, redactó el parte militar sobre la heroica jornada. Dicho texto, publicado en la Gaceta de Caracas por su director, el médico y poeta Vicente Salias, insufló de ardor patriótico a la población de la capital, donde se aguardaban novedades en el contexto de la Guerra a Muerte.

El período

A finales de enero de ese año 1814, el Libertador todavía confiaba en someter la rebelión llanera que a favor de la Corona se había nucleado en torno al asturiano José Tomás Boves, cuya principal fuente de tropas era Calabozo.

Así, Bolívar escribe al Congreso de Nueva Granada “Las continuas sublevaciones del Llano, el partido que allí tiene Boves me hicieron pensar que el golpe que debía descargarse sobre los desorganizadores ha de ser extraordinario, ha de asegurar para siempre un país que nos alimenta y que sin una pronta pacificación será perdido irremediablemente”. Desde diciembre del año anterior el Jefe Supremo había establecido su cuartel general entre Puerto Cabello y Valencia, procurando contener a Ceballos por el Occidente y tomar por sitio a Puerto Cabello, en manos realistas. Y justamente, los términos en que se dio la Batalla de La Victoria, que enfrentó el día 12 de febrero de ese año a mil cuatrocientos soldados independentistas -entre los cuales descollaban 400 jóvenes universitarios, seminaristas, artesanos y tropa bisoña de Caracas-, comandados por el general José Félix Ribas, contra unos 4 mil llaneros dirigidos por el realista Francisco Tomás Morales, es expresión elocuente de la aniquilación del adversario que aplicaban uno y otro bando frente al vencido.

No se dieron cuartel una y otra fuerza. Precisamente, la movilización hacia Caracas, de las tropas independientes que custodiaban el Puerto de La Guaira -unos 800 hombres curtidos en combate-, dispuesta por Ribas días antes de la acción en la ciudad aragüeña, perseguía reunirlas con las tropas colecticias que organizaba en la capital de la República para congregar una fuerza suficiente como para detener el avance de Boves y Morales, quienes se habían puesto al frente de la insurrección del peonaje llanero en contra de los amos de tierras y esclavos.

Hay allí un aspecto que debe ser examinado con detenimiento, y que encierra la clave para la comprensión de un fenómeno singular del período: mientras los ejércitos al mando de Bolívar, Ribas, Mariño, Arismendi y Campo Elías, proclamando la Independencia de la patria apenas lograban reclutar varios centenares de soldados en el curso de muchos meses; Boves engrosaba sus destacamentos con miles de voluntarios guariqueños, apureños, aragüeños y mirándonos, reponiéndose prontamente de las pocas derrotas que sufrió en su trayectoria militar, como las de Mosquiteros y San Mateo.

El parte de la batalla

“(…) a las 8 y media (de la mañana) se había ya empeñado la acción…[los enemigos] me cerraron por todas partes; y DECIDÍ QUE PERECIERAN PRIMERO TODAS LAS TROPAS QUE ESTABAN A MI MANDO, QUE ABANDONAR LA PLAZA. Efectivamente continuó de ambas partes un fuego horroroso hasta las 4 y media de la tarde, que no quedándome ya la mitad de mis tropas, y muerta o herida la mayor parte de la oficialidad, vi levantar un humo por el camino de San Mateo, y luego debí creer sería el Cmdte Campo Elías que con su fuerza había llegado. Entonces hice salir 100 hombres de caballería y 50 cazadores que protegieron la entrada de las tropas auxiliares. Afortunadamente, esta división encontró empeñada la acción de las tropas enemigas con el general Campo Elías, pero atacando aquellas hubo de facilitar la entrada de aquel valiente Jefe (…) y a las 5 y media de la tarde éste [el enemigo] huyó precipitadamente por todas partes.

No hemos hecho prisioneros porque nuestra tropa no ha dado cuartel. Por nuestra parte hemos perdido como cien hombres y cerca de 400 heridos (…) Boves en persona mandaba la acción, a quien se han cogido todos sus libros de órdenes. Cuartel General de La Victoria, 13 de febrero de 1814, JOSÉ FÉLIX RIBAS”.

Sinóptico

1936

Secuestrador del hijo de Lindberg

Este día fue condenado por un tribunal de New Jersey (EEUU) a morir en la silla eléctrica Bruno (Richard) Hauptmann bajo los cargos de secuestro y muerte de Charles Lindberg jr, hijo del aviador homónimo quien había alcanzado celebridad mundial en 1927 tras haberse mostrado como el primer piloto en cruzar el océano Atlántico en viaje aéreo de forma solitaria, para aterrizar en París.

Como pruebas el fiscal presentó 14 mil dólares de los 50 mil del rescate, la dirección y el teléfono de Condon (el mediador), un croquis para construir la escalera de madera que estaba debajo de la ventana del cuarto del bebé, y planchas de la misma madera. Hauptmann sería ejecutado tres meses después.

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