Néstor Rivero Pérez

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El 16 de octubre de 1944 murió en Buenos Aires, Argentina, el escritor y polemista venezolano Rufino Blanco-Fombona, cuya prolífica pluma reflejó el último período de la Venezuela agraria y el caudillismo en su tránsito hacia la hegemonía del petróleo.

Escritor de América

Idea central de Blanco-Fombona es el panhispanismo, que en gran parte respondía a su postura antiimperialista frente a EEUU. De este modo en su libro Letras y letrados de Hispanoamérica se confiesa hispanista: “No quisiera que me llamasen nunca escritor de Venezuela, sino escritor de América. Escribo para sesenta millones de américo-latinos y veinticuatro millones de españoles. Mi patriotismo es un sentimiento de raza» (…).

 

Judas capitolino

En buena medida don Rufino vivió como personaje de una obra literaria a quien ese demiurgo que es el autor le coloca una adarga al brazo y lo monta sobre un caballo para dar batallas solitarias. Así, Blanco Fombona recorría la literatura emulando los rasgos de quien, naciendo en una época en la cual su patria no transitaba por una guerra de independencia, ni el país que le acoge ofrece fortines donde víctimas aguarden el rescate de un condotiero, retaba su circunstancia.

Con verbo de pasión recoge capítulos del ardor cotidiano. En su libro Judas capitolino apostrofa a Juan Vicente Gómez, como juez que sienta delante de sí al acusado para cobrarle con epítetos e improperios y decapitarlo verbalmente ante la imposibilidad de batirse en duelo presencial. “Fue escritor de gran ritmo… incluso frenético. Su fuerza se concretó a menudo en frases lapidarias ‘una figura, más que una obra; un gesto más que una palabra».

 

¿Trágico y terrible?

Quizá inspirado en el español Andrés González Blanco, quien en 1917 había calificado al autor de Judas capitolino como “hombre trágico y terrible”, el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo habría caracterizado al escritor venezolano (con quien sostuvo fluida comunicación en los años en que ambos coincidieron en París) como “el hombre más terrible que América ha enviado a Europa” [https://tropicoabsoluto.com].

 

El juicio de Picón Salas

En su texto de 1953 Memoria sobre Blanco Fombona, Mariano Picón Salas distingue las dos caras del romanticismo al paso del siglo XIX al XX: la que ofrecían poetas y narradores quejumbrosos, y la otra, la que respondía al instinto de la acción y la revancha.

Y esta delimitación dual le permitió cincelar como ningún otro el genio tumultuoso de Blanco Fombona en los siguientes términos: “Si los románticos del siglo XIX pedían verdes y voltijeantes sauces o graves y olorosos cipreses mediterráneos para adornar sus tumbas, a Blanco Fombona conviene el símbolo de una tuna bravía; de un cardo herido de sol y de pasión, crucificado en los cerros rojos de nuestra tierra, para expresar su virilidad vigilante y aun lo que hubo de incomparable y áspero en su trayectoria humana. Hay páginas de Blanco Fombona que a tanta distancia aún siguen erizadas de espinas” [Íbidem].

 

Obra

Blanco-Fombona, quien por décadas dirigió en España la Editorial América, fue el autor de obras como Diario de mi vida, El hombre de hierro, Bolívar y la guerra a muerte, La lámpara de Aladino (colección de artículos) y textos de polémica como De cuerpo entero y Judas capitolino.

En su libro El conquistador español del siglo XVI, Blanco Fombona, con una perspectiva eurocéntrica y que exalta el individualismo, defiende a quienes arribaron con violencia y saña al Nuevo Mundo para someter a los aborígenes a la autoridad, cultura y religión de la Península.

 

Sinóptico

1817

Manuel Carlos Piar

Este día murió fusilado en Angostura el general Manuel Carlos Piar, héroe del Juncal y San Félix.

Piar se había involucrado en los movimientos emancipadores de Venezuela desde la última década del siglo XIX. En 1813 se unió al grupo de Chacachacare, comandado por Santiago Mariño, que inició operaciones para libertar el oriente del país.

En el accidentado período emancipador en que le tocó actuar, Piar mantuvo una relación tumultuosa tanto con Simón Bolívar como con Mariño, José Félix Ribas, Francisco Bermúdez y José Félix Blanco, entre otros próceres.

Por aquellos años el arrojo personal en muchos casos marchaba junto a la dificultad para subordinarse a otro héroe a quien se consideraba un par entre iguales. Y el reconocimiento de la jefatura suprema del Libertador Simón Bolívar debió sortear años de desconocimiento.

Así tras juicio por insubordinación contra el general Piar, el Libertador, en su carácter de alzada como jefe supremo, resolvió mantener el fusilamiento de Piar, sin degradación, medida complementaria acordada por el tribunal.

Bolívar enfrentado a la turbulencia personalista de Mariño, Bermúdez y Páez, entre otros, afirmaría: “La ejecución del general Piar aseguró mi autoridad, evitó la guerra civil y la esclavitud del país” [Diario de Bucaramanga].

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