Néstor Rivero Pérez

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El 6 de octubre de 1832 nació en Silesia (antigua Prusia) Adolfo Ernst, quien a partir de 1861 se estableció en Venezuela, donde vivirá hasta su muerte en 1899. Ernst es reconocido como el introductor del pensamiento positivista en los estudios científicos en el país.

Positivismo Vs. metafísica

El vocablo «positivo» acredita lo empírico en una doble vertiente: hechos objetivos y sensaciones. En todo caso, el empirismo constituye la base sobre la que se construye el positivismo como doctrina del conocimiento: lo palpable y realmente existente, el hecho inmediato, comprobable y experiencial que se diferencia del saber metafísico, cuyo sustento es un conjunto de “leyes generales antepuestas a los fenómenos singulares reflejados en las ‘experiencias positivas’ del observador individual. Es la parte del mundo que, conforme a la tradición filosófica, se llama dimensión metafísica” (http://userpage.fu-berlin.de).

Con Guzmán Blanco

Con información de que Venezuela ofrecía oportunidades para cultivar la vocación científica y los aprendizajes adquiridos en Europa, así como para adelantar investigaciones, Ernst desembarca en La Guaira en diciembre de 1861 trayendo al país su gusto por las lenguas extranjeras e ideas sistematizadoras de la historia natural enunciadas por Jean Baptiste Lamarck y el evolucionismo de Charles Darwin.

A poco de llegar, Ernst se vio cautivado por el paisaje nativo. Comienza su labor como propagador y docente, y concita el interés de noveles estudiantes universitarios. De entre sus discípulos surgirán muchos de los que liderarán el pensamiento científico, social y político de las últimas décadas del siglo XIX y la primera parte del siglo XX, entre quienes destacaron Rafael Villavicencio, Jesús Muñoz Tébar, José Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz y Alfredo Jahn.

Si bien el arribo de Ernst a Venezuela coincide con el período más intenso de la Guerra Federal, a partir de 1870 su labor se inscribe en el programa político y de despotismo civilizador encarnado por Antonio Guzmán Blanco.

Museo de Ciencias

Con ideas muy claras acerca de cómo organizar colecciones botánicas y muestras del suelo y las especies endógenas para el conocimiento de los curiosos, Ernst cultiva un discurso que a sus pupilos de las nuevas generaciones les despertaba el interés hacia la naturaleza y el acervo que ofrecía el propio territorio y los incitaba a proseguir el empeño de descubrir las riquezas naturales y del paisaje de Venezuela, que se detuvo en los inicios del siglo XIX, desde las exploraciones de Alejandro de Humboldt.

Al respecto apunta Ernst: “No se diga que importa poco saber qué animales viven en nuestra fauna, qué plantas crecen en nuestra flora o cuáles sean las condiciones geológicas de nuestras montañas y nuestras llanuras. La Historia Natural, considerada en un sentido más lato, no es solamente motivo de estudio para satisfacer inclinaciones personales: es una fuente de verdad que satisface la sed de aprender que se desarrolla en toda inteligencia” (http://cic1.ucab.edu.ve).

Docencia

Con motivo del centenario de Ernst en 1932, el doctor Alfredo Jahn, uno de sus expupilos y quien por entonces presidía la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, pronunció un discurso en el que recordaba que el sabio se mantuvo al frente de sus cátedras durante 35 años, impartió clases de alemán, además de “Botánica, Zoología, Mineralogía y Zoología”.

Asienta Jahn que Ernst “con su trato afable y bondadoso supo ganarse los corazones de todos sus discípulos y el cariño y respeto del público en general”.

Ernst falleció en Caracas en 1899, a la edad de 66 años.

 

 

Sinóptico

1976

Voladura del avión cubano

Ese día estalló en un vuelo frente a la isla de Barbados una aeronave de Cubana de Aviación, lo que constituyó uno de los hechos más siniestros en la historia de Latinoamérica y el Caribe y que tuvo por perpetradores a un grupo que cumplía directrices de los contrarrevolucionarios cubanos Luis Posada Carriles y Orlando Bosch.

Agentes pagados por jerarcas de grupos contrarios a la Revolución Cubana, conectados con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense, y entre quienes se identificó a dos personas nativas de Venezuela, fueron enjuiciados como autores materiales.

De las investigaciones surgió la responsabilidad intelectual de Luis Posada Carriles y Bosch.

La presión de la opinión pública nacional e internacional obligó al entonces presidente Carlos Andrés Pérez a posibilitar el juicio contra figuras relacionadas de modo muy directo con su aparato de seguridad. Así el 14 de octubre de 1976 fue detenido en Caracas Posada Carriles.

La Corte Penal No 11 condenaría a los autores materiales a 20 años de prisión. Posada Carriles lograría evadirse de la Penitenciaría de San Juan de los Morros y Bosch quedó libre debido a la deficiencia de las pruebas, según el expediente.

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