Néstor Rivero Pérez

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El 5 de mayo de 1902 el diario New York Journal, de EE. UU., publicó información concerniente al genocidio perpetrado sobre la población nativa del archipiélagho de Filipinas, por tropas de dicha novel potencia, cumpliendo órdenes del general Jacob H. Smith. Tan trágica circunstancia que derivó en la muerte de unas 700 mil víctimas, se inserta en la Guerra contra España, iniciada en 1895 en el Caribe por los mambises, que luchaban por la uindependencia de Cuba y en la cual intervendrá militarmente EE. UU. en 1898.

De Cuba a Filipinas

Estados Unidos hace rendir a las fuerzas españolas y somete la resistencia patriótica en la Mayor de las Antillas. Y a finales de 1898 llegaron a Filipinas las primeras tropas norteamericanas de ocupación. Al paso de los cuatro años siguientes, la crueldad de estas fuerzas de ocupación, que comenzaron a reprimir la resistencia anticolonial de los filipinos, empaparía en sangre al archipiélago, cuyo nombre tributa al monarca del siglo XVI, Felipe II. La ocupación de este territorio insular, ubicado en el océano Pacífico, por fuerzas estadounidenses que operaban a varios miles de kilómetros de su país de origen, reflejaba la musculatura imperial de una nación, Estados Unidos, que comenzaba a disputar así a Inglaterra su supremacía mundial.

 

Rizal, Bonifacio y Aguinaldo

Las ideas de reforma política moderadas del médico y poeta José Rizal, inspiraron los primeros nícleos proindependentistas de Filipinas. Sin embargo, el ajusticiamiento en la Península de Rizal en 1896, indujo a Andrés Bonifacio, del movimiento Katipunan, a tomar la vía armada, para lograr la independencia, al tiempo que en la isla de Cuba acontecía otro tanto.  Y en medio de profundas disensiones internas por el liderazgo del movimiento, la jefatura pasará a manos de Emilio Aguinaldo, quien proclamará la independencia frente a España.

 

Juicio contra Smith

Escandalizada la opinión pública estadounidense por las informaciones sobre los masivos homicidios de guerra ejecutados por oficiales egresados de West Point, que debían comprometerse con ideas de honor y caballerosidad, el 17 de marzo de 1902 se dio comienzo a una causa penal en contra del mayor Littleton Waller, un subalterno de Smith, bajo cargo de once ejecuciones. Sin embargo, citado como testigo contra su subordinado, Smith negó haber dictado órdenes verbales en el sentido de que se quitase la vida a filipinos,con el claro propósito de salvar su carrera” [https://www.elconfidencial.com]. Y oída la deposición de su jefe, Waller pidió que se llamase a tres capitanes, a objeto de que corroborasen “la versión de la conversación y órdenes recibidas, así como las copias de varias órdenes por escrito que habían recibido (…) Waller informó al tribunal que se le había ordenado no hacer prisioneros y matar a todo “quisque” que pasara por delante del punto de mira de cualquier rifle o fusil [Ibídem].

 

Justicia póstuma

”Gracias al honroso proceder de oficiales -distintos a Smith- con elevado sentido del honor y una prensa de honradez incuestionable, con periodistas de raza encastrados en aquellos cenagales, la verdad se hizo luz. De esta forma la vil orden fue divulgada y llegó a oídos del gran público. Juzgado por crímenes contra la humanidad, un tribunal de guerra expulsaría del ejército a aquel mendaz -Smith-, sin pérdida de grado ni paga; algo en sí, bastante sospechoso, pues sus atrocidades en Filipinas habían empañado gravemente la imagen y la reputación del Ejército de norteamericano. Para rematar, fue enterrado en el mayor cementerio del mundo -Arlington-, junto a otros militares que hicieron su trabajo, pero de otra forma” [Ibídem].

A propia confesión

Develada su grave actuación como jefe militar en Filipinas, el mismo Smith habría de declarar que la contienda contra de los patriotas del archipiélago “era ‘peor que la guerra contra los indios’ y había adoptado las tácticas apropiadas aprendidas en la lucha contra los ‘salvajes’ en el oeste de Estados Unidos, sin esperar para ello las órdenes” [Wikipedia].

Sinóptico

1818

Carlos Marx

Este día nació en la ciudad de Tréveris (Alemania), Carlos Marx, a quien puede reconocerse su condición como el pensador social y filósofo más influyente de todos los tiempos. La repercusión de su obra sobre la acción política de intelectuales y líderes de los últimos ciento cincuenta años, sobrepasa el legado de cualquier otro teórico o filósofo de la política. A propósito de la instauración del Premio Libertador del Pensamiento Crítico en Venezuela, autores como Iztván Mezsáros, Enrique Dussel, Atilio Borón, Jorge Veraza e Ignacio Ramonet, entre otros, han contribuido a desentrañar nudos temáticos dentro de una visión crítica frente a un modelo de modernidad que remachó la división internacional del trabajo. Entre los libros de Marx destacan El Capital en tres volúmenes, Crítica de la Economía Política y Manuscritos económico-filosóficos.

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