Umbrales que amenazan toda forma de vida en la Tierra
El autor es periodista y abogado.
Alberto Vargas
Desde 1492, cuando se genera la “primera ayuda humanitaria” que arrasó con poblaciones y culturas enteras (se estima que fueron masacrados más de 80 millones de seres humanos, entre niños, niñas, adolescentes, jóvenes, mujeres, hombres y abuelos), Europa proyectó un tipo de desarrollo que le permitió llegar a ser lo que hoy es, pero a costa de nuestros pueblos.
El asunto no es que exterminó y empobreció solo a una parte de la humanidad, sino que el tipo de desarrollo que produjo la modernidad occidental, hoy está destruyendo las dos únicas fuentes a partir de las cuales es posible producir y reproducir cualquier forma de vida: La naturaleza y el trabajo humanizado.
Luego, los fundamentos del conocimiento desde lo que habitualmente partimos no son los nuestros, sino que son conceptos muchas veces con una fuerte carga de eurocentrismo, de la que no nos damos cuenta. Por eso es necesario volver a pensar, pero no desde el horizonte histórico y cultural que genera el problema, que es la modernidad, sino desde la perspectiva histórica que la modernidad sistemáticamente negó, encubrió, excluyó y empobreció.
Es en Nuestra América donde se puede ver de modo más evidente las consecuencias nefastas que para la humanidad ha producido la modernidad y por las que afirmamos que la modernidad como proyecto de vida es inviable y no factible para la especie humana.
En nuestro caso, el futuro no es de la modernidad, ni está delante, sino atrás; se trata de darle la cara a lo que siempre le dimos la espalda. La colonialidad también consiste en creer que esta realidad que el colonizador sembró, es la única que posee el colonizado; que más allá de esa realidad no hay más.
La modernidad ha encubierto nuestra historia, y a partir de esa historia negada, podemos empezar a descubrir el carácter ideológico del discurso científico o filosófico de la modernidad.
Debemos develar la estrecha relación que existe entre la modernidad como proyecto de dominación concebida como paradigma universal de conocimiento, a partir del cual la modernidad europeo-occidental se relaciona con la humanidad en términos de dominación; es decir, su conocimiento, su saber y su ciencia como si fuera lo único.
Pues bien, si el criterio de la acción racional ha de ser la producción y reproducción de la vida, el concepto o concepción de racionalidad no lo puedo tomar de la modernidad; esto es, no lo puedo tomar de su ciencia y filosofía, porque ellas son las que han hecho “aparecer” la lógica de la acción capitalista y moderna, como “racional”.
Las consecuencias de esta concepción, cuando son llevadas a la práctica, han sido no solo nuestro subdesarrollo, sino la explotación de nuestra fuerza de trabajo y de nuestra Pachamama.
De lo que se trata es de tomar el criterio de lo que vaya a ser concebido como racional, de la capacidad o potencia de las acciones humanas por producir y reproducir tanto la vida nuestra como la vida de la Madre Tierra.
Hay que tomar conciencia, porque el problema no es solo objetivo sino fundamentalmente subjetivo, es decir, ahora el problema somos nosotros, nuestra conciencia enajenada, colonizada, es decir, modernizada.
De ahí, pues, que lo que debemos hacer es tomar conciencia de lo que hemos llegado a ser, de lo que éramos y de lo que queremos ser, pero no desde la conciencia o cosmovisión moderna, sino desde la conciencia que aún late en el fondo negado de nuestro ser y que aparece un poco en estos lemas como el Suma Qanalam Ñandereco (vida armoniosa), Teko Kavi (vida buena) y Qhapaj ñan (camino o vida noble) y que debemos desarrollar nosotros mismos sin caer en el subdesarrollo.
Sabemos que la idea de desarrollo como la economía, racionalidad y ciencia que ha producido la modernidad son irracionales, porque va hacia el socavamiento de las condiciones de posibilidad de sí misma y de la vida.
Por esto es irracional, porque tiende hacia la muerte, no hacia la vida. Es irracional porque no desarrolla la vida humana en general, sino que produce la destrucción de ella. Estas son las consecuencias que han producido 500 años de modernidad. Por eso decimos que el problema no es solo el capitalismo, sino la racionalidad y la cultura de muerte que ha generado, lo que es la modernidad.
“Inventamos o erramos”
Simón Rodríguez, que es otra referencia acerca de la Doctrina Bolivariana, a quien el Libertador llamó “filósofo consumado” y “el Sócrates de Caracas”, constituye un referente epistemológico.
Rodríguez, el Robinson de Bolívar, se alzó por encima del hambre y también mucho más allá de su desaparición física. Mostró un entendimiento preclaro no solo por Bolívar sino también por el amor a la Patria, en el propio momento, inclusive, en que se abrían las puertas de su tumba. Escribió hasta los 80 años y muere joven de mente y espíritu.
Muchos intelectuales y políticos de la época ya habían sido seducidos por el colonizaje mental que comenzaba a acelerar al eurocentrismo y aunque había surgido la doctrina Monroe en 1823, al escudriñar la historia se corrobora que tanto la Revolución Francesa como la Declaración Americana, están circunscritas solamente al grito de libertad, pues en esencia, en su fragor, era ya un fruto de una digestión de las clases dominantes. Esto no ha variado en nada. Por el contrario, el dominio del opresor se ha profundizado, incluso allende los mares.
Sostenemos que es salvajismo de unos pocos; es la manopla esclavizadora que actúa mediante acuerdos para adormecer a la especie humana y manipularla a su antojo, siempre conforme a sus intereses. Existe en la historia una maraña de perdición.
Rodríguez nos ofrece una de sus expresiones más connotadas de su intelecto, en estas palabras:
“La América española es original; originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales los medio de fundar uno y otro. ¡O inventamos, o erramos!”.
Sostiene la tesis de que hay que ir al razonamiento, a la reestructuración del carácter. “Solo la educación impone obligaciones a la voluntad”, advierte, y “¡Una voluntad recia, orientada por certero burilar educativo, da por consecuencia un Simón Bolívar!”.
Es apreciable que la Doctrina Bolivariana es el ser, que traza el camino desde la cosmovisión del conocimiento, que va más allá de todos los campos de la vida, que trasciende como un valor consustancial a la especie humana, es el fragor, la semilla que debemos poner a germinar y cosechar mujeres y hombres probos y facultos, abnegados por la Patria Bolivariana.
“Enseñen y tendrán quien sepa; eduquen y tendrán quien haga”, dijo Rodríguez. He aquí el doble rumbo: La teoría y la práctica.
Hay que visualizar el poder del hombre y la mujer en el discurrir de la historia, que en última instancia es su propia historia, toda vez que como apunta el inmortal Rodríguez, “los hombres que figuran en las revoluciones son motores, no actores”.
De la misma manera sobre el papel de los hombres y las mujeres en la historia, Carlos Marx, precisa:
“El hombre hace la historia, pero sometido a circunstancia dadas”. Entre tanto, Federico Engels, escribió: “La historia la hacen los hombres, no siempre de acuerdo totalmente con su voluntad, sino en función de un paralelogramo de circunstancias”.
Rodríguez refuta que aún no hemos alcanzado la libertad, En ese sentido, indica:
“Somos independientes, pero no libres; dueños del suelo, pero no de nosotros mismos. Otras fuerzas de las que empleamos para emanciparnos, debemos emplear para libertarnos: La de la razón”.
A la luz de estas apreciaciones del Maestro de Bolívar, en el marco de la historia de la civilización y la cultura de Nuestra América, encontramos como un referente la Doctrina Bolivariana, cuyo contenido esencialmente es un canto a la paz, a la fraternidad, a la unión, a la solidaridad y al humanismo, que en esta hora menguada que vive la humanidad, aparece como un punto de cohesión, de unidad, para alcanzar una vida en la que todas y todos podamos vivir como lo que somos: Seres humanos.
Así, podemos aseverar que en los más hondos estratos de la conciencia humana está cobrando inusitada fuerza, está germinando la aurora de un proceso profundamente consciente, un parto maravilloso del pensamiento que vendrá a asegurarnos la oportunidad de luchar en mejores condiciones que nunca, con las únicas armas del intelecto, por una vida donde el niño, la niña, el joven, la mujer, el hombre y nuestros abuelos y abuelas, sientan verdaderamente vivir a plenitud y en toda su dimensión humana.
Bolívar tiene mucho qué hacer todavía en Nuestra América. Ahí estará siempre como fuente de inspiración para la batalla, al lado de su invencible y epopéyico pueblo.
Escenarios apocalípticos
Si la humanidad, y en especial los gobiernos no se ponen de acuerdo para contener el proceso de autodestrucción de nuestra Madre Tierra, no habrá Dios que valga. Es un imperativo ineludible que el género humano conciencie que la naturaleza no es un coste económico que se puede destruir sin más miramientos que los beneficios que produce al acrecentar los volúmenes del gran capital en perjuicio de la especie humana.
Para contrarrestar esta debacle contraria a toda forma de vida en el planeta Tierra, el último objetivo histórico del Plan de la Patria incorpora el ecosocialismo como elemento fundamental del Socialismo Bolivariano, frente a la crisis del sistema depredador, insostenible ecológica y socialmente del capitalismo.
Somos parte de la naturaleza y a ella nos obligamos, por eso hay que preservar la naturaleza contra todo riesgo que conlleve su destrucción, y por sobre todo, debemos amarla como la única forma de garantizar toda forma de vida, ante la amenaza del depredador sistema capitalista que gradual y progresivamente está arrastrando a la humanidad hacia su exterminio total.
El Quinto Objetivo Histórico (2019-2025), el cual precisamente está destinado a contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana, nos recuerda:
Los objetivos nacionales que conforman este objetivo histórico, son a saber:
1.- Construir e impulsar un modelo histórico social ecosocialista, fundamentado en el respeto a los derechos a la Madre Tierra y del vivir bien de nuestro pueblo; desarrollando el principio de la unidad dentro de la diversidad, la visión integral y sistémica de la participación popular, el rol del Estado Nación en la incorporación de nuevas tecnologías y formas de organización en la producción, distribución y consumo que apunten al aprovechamiento racional, optimo y sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza.
2.- Proteger y defender la soberanía permanente del Estado sobre su patrimonio y riquezas naturales para el beneficio supremo de nuestro pueblo, que será su principal garante, así como una contribución a la vida en el planeta Tierra.
3.- Defender y proteger el patrimonio histórico y cultural venezolano y Nuestra América.
4.- Contribuir a la conformación de un gran movimiento mundial para contener las causas y reparar los efectos del cambio climático, que ocurren como consecuencia del modelo capitalista depredador.
5.- Construir un modelo de ciudades, urbanismos y edificaciones ecosocialistas en consonancia con las variables geográficas, tradiciones y costumbres, dignos y eficientes para el desarrollo del buen vivir.
A manera de conclusión
Somos optimistas. En consecuencia podemos aseverar que en los más hondos estratos de la conciencia humana está cobrando inusitada fuerza, está germinando la aurora de un proceso profundamente consciente, un parto maravilloso del pensamiento que vendrá a asegurarnos la oportunidad de luchar en mejores condiciones que nunca, con las únicas armas del intelecto, por una vida donde el niño, la niña, el joven, la mujer, el hombre y nuestros abuelos y abuelas sientan verdaderamente vivir a plenitud y en toda su dimensión humana.
Luego, Bolívar tiene mucho que hacer todavía en Nuestra América. Ahí estará siempre como fuente de inspiración para la batalla al lado de su invencible y epopéyico pueblo.