Néstor Rivero Pérez

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El 2 de abril de 1796 nació en los puertos de Altagracia (estado Zulia) Ana María Campos, cuyo arrojo conspirativo la llevó a proclamar en la ciudad de Maracaibo, en tiempos en que dicha urbe estaba bajo control de Francisco Tomás Morales, a que capitulase, con la expresión “Si Morales no capitula, monda”.

Mujeres en la gesta

La mujer venezolana mostró temple de patria en el curso de la Guerra de Independencia. Figuras como Josefa Camejo, Juana Ramírez, La Avanzadora; Josefina Machado quien acompañaría la Expedición de Los Cayos; además de Luisa Cáceres de Arismendi, asumieron protagonismo al expresar su ideal republicano.

Numerosos grupos de damas, que marchaban a la retaguardia de los ejércitos, acompañando al marido combatiente, eran llamadas “las juanas”, según recuerda Daniel Florencio O’Leary. Cuenta el evangelista del Libertador que en el ascenso de la cordillera de los Andes, cruzando el páramo de Pisba, se vio una mujer embarazada dar a luz un niño, y al otro día iba con su bebé en brazos de lo más tranquila en la penosa travesía.

 

Ana María

Educada dentro de los cánones de la Colonia, según los cuales la mujer recibía menos instrucción que el hombre, Ana María Campos sobresalió “en las artes sociales y hasta en los puntillos de caballería, llegándose a conocer como consumada Amazona”.

Es muy probable que haya acompañado a quienes capitanearon el pronunciamiento del 20 de enero de 1821, mediante el cual la Guarnición de Maracaibo se pronunció a favor de la Independencia.

El suceso, como se recuerda, tras la ruptura del armisticio de 1820, conduciría a la reanudación de hostilidades hasta la Batalla de Carabobo del 24 de junio de aquel año.

“Monda o capitula”

“Mondar” es verbo cuya acepción en este caso significa “pelar”, como se hace con las cáscaras de frutas. Así, para le época el significado de la frase de Ana María Campos era desfavorable a la figura de Francisco Tomás Morales en todo término, pues ofendía el orgullo español. Y dicha frase la repetía la joven heroína en distintos escenarios de la capital zuliana, hasta que llegó a oídos del capitán general. Morales, caracterizado por su extrema dureza y crueldad desde los días de José Tomás Boves. No dejó pasar el suceso.

El ensañamiento

Los realistas retoman Maracaibo en 1822. Denunciada por participar en reuniones clandestinas, Ana María Campos fue castigada por orden del gobernante realista Morales, quien impone como pena lo que en página web de la Armada Nacional Bolivariana pretendería “herir su condición femenina”.

Así, Ana María es atada con su espalda desvestida, sobre un asno y obligada a recorrer calles de Maracaibo. En el trayecto se le daba de latigazos. Y ella erguida orgullosamente sobre el animal, a cada latigazo del verdugo, repetía para martirio del jefe español: “si Morales no capitula, monda”.

El suplicio no logró doblegarla ni física ni intelectualmente (www.armada.mi.ve). Se dice que Morales desde un balcón veía el suplicio.

Homenaje

Cinco años después, con 32 de edad, no habiendo logrado sobreponerse al brutal maltrato de los latigazos, muere Ana María Campos. En su Canción de Primavera Rosa Virginia Martínez, reconocida poetisa marabina del siglo veinte, escribió en homenaje a Ana María “Heroína del alba y de la rosa:/Entre espadas y sangre,/Tu corazón de fuego en fuego arde/¡Cómo pasa tu nombre por la historia,/En ritmo de jazmín, laurel y gloria”.

Una plaza con su nombre y una estatua ecuestre le honra en la parroquia Santa Lucía de Maracaibo. También otro zuliano, Rafael Urdaneta pasaría a la historia como uno de los militares venezolanos con mayor número de heridas en campos de batalla de la Independencia.

Sinóptico

1819

Queseras del Medio mostró el arrojo homérico de soldados venezolanos

El 2 de abril de 1819, 150 lanceros a caballo al grito de “Vuelvan Caras” dado por el general José Antonio Páez se batió con una fuerza realista de 4 mil doscientos efectivos jefaturados por el general Pablo Morillo. El encuentro, a orillas del río Arauca (Apure) tuvo como resultado cuatrocientos muertos de la tropa realista, varios centenares de heridos y otros tantos dispersos, debido al autoarrollamiento que dentro del ejército monarquista produjo la brusca devolución e inesperada acometida en plena carrera de los llaneros venezolanos.

Al grito “Vuelvan Caras” de Páez, que significaba volver grupas de modo repentino y concertado, cuando ya estaban a punto de ser alanceados por los realistas, los llaneros hicieron girar repentinamente sus caballos, para atacar la caballería enemiga. Mientras los realistas empleaban lanzas de seis pies y medio, los llaneros de Páez manejaban varas de nueve pies.

Al día siguiente pasmado por la hazaña llanera, el Libertador concede la “Orden de los Libertadores” a los 150 lanceros, dictando una proclama “Soldados (…) lo que se ha hecho no es más que el preludio de lo que podéis hacer (…) contad con la victoria que lleváis en las puntas de vuestras lanzas y vuestras bayonetas”.

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