Néstor Rivero Pérez

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El 28 de abril de 1503 se libró en la región de Apulia, dentro de la Italia Meridional, la Batalla de Ceriñola. Dicha jornada, que enfrentó las tropas españolas al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, y las francesas jefaturadas por Luis de Armagnac, conde de Guisa, tuvo gran significado en el curso de las guerras modernas, al dar origen en las siguientes décadas, a cambios que se harían definitivos en cuanto al tipo de armamento a usarse, como en una nueva concepción respecto a la organización que debía darse a los ejércitos en el campo de combate.

Las nuevas guerras

Luego de esta jornada, en la cual se midieron 9.500 franceses contra 9.150 efectivos al servicio de España, oficiales y estudiosos de la polemología del Viejo Continente, comenzaron a promover la llamada “revolución militar” del siglo XVI, con la transición de la pica al arcabuz y la relevancia de la infantería respecto a la caballería que combatía con espada, o lanza y escudo, a la usanza de la Alta Edad Media.

Y ello se hizo palpable en las jornadas subsiguientes a Ceriñola, como se vio especialmente en la batalla de Biccoca en 1522, la de Sesía de 1524 y en la jornada de Pavía, dada al año siguiente, y en la cual se impondría de forma definitiva el arcabuz como arma principal para dirimir el resultado de los enfrentamientos.

Fuego portátil

La primera arma de fuego que registra la historia, el cañón de mano, surgió al igual que su materia prima, la pólvora en China, durante el mandato de la dinastía Wang en el siglo XIII. Por entonces dicho material se usaba como propelente de la lanza de fuego.

Medio siglo después el cañón de mano ya era conocido en Europa, adonde llegó posiblemente con las invasiones mongolas.

Avances tecnológicos condujeron a que poco después apareciesen los primeros cañones de mano “con mecha”, lo cual reducía el margen de accidentes y pérdida de manos por el soldado al momento de accionar el arma. Tal es el origen del arma corta y de los cañones.

 Arcabuz

Tras la caída de Constantinopla en 1453 en manos de los turcos y donde rol fundamental lo desempeñó la artillería que hizo desplomar los muros de la capital bizantina, el rey Corvino de Hungría tomó la perspicaz decisión de convocar “en torno a él a lo mejor de las diferentes tropas de mercenarios… ya fuera en referencia a las tácticas de guerra como al nuevo armamento militar” (Wikipedia).

El monarca captó el impacto que tendría en las contiendas un uso extensivo del arcabuz, cuyo delgado cañón de madera, de unos 140 cm, requería que sus proyectiles fuesen cargados por la boca.

Cien años después, el arcabuz, con alcance efectivo de unos 50 metros, comenzó a ser suplantado por el mosquete, con disparo más largo, no obstante que algunos países continuaron utilizándolo hasta el siglo XVIII.

El Gran Capitán en Ceriñola

Al tanto que el siglo XVI abrió las compuertas a grandes innovaciones como la expansión marítima y colonial de Europa y los grandes imperios, la imprenta, la Reforma religiosa y el Renacimiento, en los campos de batalla se producía una “revolución militar”, con sus adalides, entre quienes destacó Gonzalo Fernández de Córdoba.

Conocido como el Gran Capitán por su coraje y la cantidad de victorias que el azar y su talento le permitieron encabezar, Fernández de Córdoba ideó una máquina de asedio, construida con “las puertas de las casas” para cubrir la acometida de sus fuerzas en el combate.

Antes de Ceriñola había intervenido en la Guerra de Sucesión Castellana, las campañas de Granada contra los moros y la Primera Guerra de Nápoles. Y consciente del poder del arcabuz, en la Batalla de Ceriñola, donde enfrentaba a los franceses, González de Córdoba supo atraer a la caballería enemiga hasta un punto en el cual fuese efectiva la acción de artilleros y arcabuceros, infligiendo graves daños a los galos con sus cuerpos de infantería, obteniendo así el triunfo de la jornada.

 

 

Sinóptico

1921

Capablanca campeón de ajedrez

Este día el cubano José Raúl Capablanca, quien había nacido en La Habana en 1888, se tituló campeón mundial de ajedrez al vencer en el tablero al matemático alemán Emanuel Lasker.

El “Mozart” del juego-ciencia, como se le conocía por su sorprendente precocidad en el movimiento de las piezas, se mantuvo como campeón mundial hasta 1927, cuando lo perdió a manos de Alexander Alekhine.

Capablanca, quien además del castellano hablaba inglés, publicó obras en ambos idiomas, dando a conocer trabajos que se han reeditado en distintas ocasiones: Fundamentos del ajedrez, Lecciones elementales del ajedrez y Arte y secretos del ajedrez.

Este genio del tablero, estimaba que si se imponía la tendencia de las grandes figuras relativa a “terminar tablas” los encuentros, el ajedrez habría de entrar en decadencia, en razón de lo cual concibió la propuesta de tablero ampliado de “10 por 10” o “10 por 8”, opciones que habrían de permitir al jugador más apto definir al final la jornada con el mayor número de piezas.

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