Yoselina Guevara López

@lopez_yoselina

“Si perdemos Brasil, no será otra Cuba. Será otra China».

General Vernon Walters

Esta frase del general Vernon Walters, agregado militar en la Embajada de Estados Unidos en Brasil, durante el golpe de Estado en 1964, resume la visión de Washington sobre el gigante suramericano. Han pasado 60 años pero la interpretación sigue siendo la misma; a Estados Unidos le interesa mantener una buena relación con Brasil, siempre en clave de dominación, porque lo ve como un potencial estado hegemónico a nivel regional, como no es descabellado afirmar que podría llegar a dominar Suramérica con el tiempo.

Posiciones encontradas, razones bajo la mesa

Recientemente las declaraciones del presidente de Brasil, Lula Da Silva, donde cuestionaba el desarrollo de las inscripciones de los candidatos para la contienda electoral presidencial en Venezuela, han creado un fuerte roce en las relaciones entre ambos países. No obstante se trata de una maniobra política de alineamiento temporal de Brasil con los amos occidentales, y aunque muestra un desconocimiento de las leyes electorales y de la situación real en Venezuela con sus palabras, aparte de causar un revuelo mediático, pudieron satisfacer las ansias del distanciamiento entre Caracas y Brasilia.

Es obvio el conocimiento de la realidad política que tiene cualquier asesor de una embajada, o en todo caso al más alto nivel presidencial, aun sin manejar a la perfección las leyes electorales venezolanas, y que corresponde a saber que la imposibilidad de la inscripción de la candidata que trató de imponer a los factores de oposición el conglomerado de “Vente Venezuela”, se debió sencillamente a que no posee una tarjeta electoral propia, porque no es oficialmente un partido político y por lo tanto dicho grupo no está registrado legalmente en el Consejo Nacional Electoral.

Pero esta inesperada sintonía de Brasil con los Estados Unidos y sus aliados, que tomó por sorpresa a algunos analistas, tiene su lógica en el pragmatismo de la política exterior de Lula Da Silva, como buen negociador, por ser formado dentro del ambiente sindicalista, el primer mandatario brasileño ha demostrado que es capaz de jugar a dos manos.

Por una parte tiene que manejar las tensiones con occidente por los posicionamientos de Brasilia en cuanto a la guerra en Ucrania, su condena al genocidio en Gaza, los ataques al dólar como divisa de referencia comercial y el fortalecimiento de las relaciones con Pekín y Moscú. A nivel regional la Cumbre de Brasilia de 2023, que desembocó en el Consenso del mismo nombre, que no es letra muerta, sino que sigue su curso de integración a través de reuniones multilaterales de alto nivel.

Pese a todo ello, Lula quiere que lo miren con agrado cuando celebre en Río de Janeiro, la Cumbre del G20 en noviembre, de allí su búsqueda de condescendencia con Washington. Sin olvidar que la visita de Emmanuel Macron a Brasil, sirvió de marco para actuar en bloque contra Caracas, en nombre de la democracia, siendo abiertamente injerencistas.  Así que en los próximos meses corresponde mantener las apariencias, bajar el tono, y lamentablemente, sin ser profetas, es posible que veamos un cierto distanciamiento entre Lula y Nicolás Maduro.

Brasil, China, Rusia… en una palabra, BRICS

Las negociaciones brasileñas se dan cediendo sin perder: Cedo un poco Caracas, pero mantengo Moscú y Pekín, cuyas relaciones con estos dos últimos países son mayormente comerciales, además de pertenecer al poderoso bloque de los BRICS plus. No obstante, Estados Unidos ve cada vez más estas relaciones entre Brasil con China y Rusia como posibles aperturas que las dos potencias adversarias pueden aprovechar para colarse en zonas estratégicas del planeta, especialmente en Suramérica, que continúan llamando su “patio trasero”.

En cuanto a Pekín, en cambio, Washington ha concedido a Brasil algunas libertades, ya que las exportaciones brasileñas a China no afectan a sectores estratégicos  como por ejemplo, el sector tecnológico.  En resumen, en esta fase de creciente tensión, Brasil está replanteándose su postura ante la presión estadounidense. Estamos seguros que Lula no llevará a cabo una alineación completa de intereses, arrastrándose como un simple lacayo, pese a las declaraciones desentonadas. Brasil no renunciará a sus vínculos con el Sur Global; su fortalecimiento económico y su posicionamiento lo demuestran. Sin embargo, si llega Trump a la Casa Blanca, es posible que otro gallo cante.

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