¡Criminales! Ordenaron matar hasta las mascotas para evitar «testigos» en magnicidio en Haití

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Los testimonios de los exmilitares colombianos fueron revelados por un medio de ese país. Foto Internet

VEA / Noticias Caracol

Exmilitares colombianos detenidos en Haití acusados del asesinato del presidente Jovenel Moïse, ocurrido el pasado 7 de julio en su residencia de Puerto Príncipe, además de admitir su responsabilidad en el magnicidio, confesaron que la orden era que no quedara nadie vivo, «hasta las mascotas debían morir». Así se escucha en unos audios con declaraciones inéditas a los que tuvo acceso el portal colombiano, Noticias Caracol.

El capitán Germán Rivera, alias Mike, y jefe de la operación, fue quien impartió la instrucción que había que asesinar a todos los que se encontraban en la casa de Jovenel Moïse.

«Mike sí dijo que tocaba entrar y matar a todo el mundo, tocaba matar a todos los policías, mejor dicho, si había; hasta matar las mascotas; que no podía haber ningún testigo. Nos vendieron la idea de que sí, que la orden era de captura, eso sí nos lo dijeron, que era orden de captura; pero Mike nos dijo que si tocaba pelar al Presidente había que hacerlo», narró el subteniente (r) Jheyner Carmona Flórez, uno de los exmilitares colombianos involucrados en el asesinato.

En el reportaje de investigación realizado por Noticias Caracol, y que dura 23 minutos y 28 segundos, relata que en poder de los exmilitares fue hallada una orden de captura ilegal con la que pretendían darle un golpe a Moïse y justificar la operación.

Describen que el día del ataque, el grupo de mercenarios colombianos estaba reunido en la casa de Jaar Rodolfhe, alias Dodof, un mafioso de Puerto Príncipe señalado de participar en la conspiración y que habría ayudado a conseguir las armas. 

“En total, yo creo que hubo 16 armas no más, entre 15 y 16 armas. De hecho, no todos los hombres iban con armamento”, contó Carmona.

Los colombianos se repartieron en cuatro equipos de cinco integrantes. El sargento Duberney Capador supervisaría la operación dentro de la casa del Presidente, en comunicación constante con el capitán Germán Rivera, que esperaría en la entrada, reseña https://noticias.caracoltv.com/.

La noche del magnicidio

Hacia la 1:00 de la madrugada, el grupo salió en seis carros a ejecutar la operación. Iban acompañados de los haitianos Joseph Badio, James Solages y cuatro policías locales. «El primer vehículo iba con los 3 policías y 2 de los 20 hombres de acá; iban y llegaban a un punto donde está la policía y ellos paraban y neutralizaban a los policías que estaban ahí», contó el sargento (r) Ángel Yarce Sierra.

Rivera por su parte, agregó: «Los primeros disparos se escuchan cuando estamos con los policías en el segundo puesto de seguridad. Como nos empezaron a disparar de la casa, los muchachos se fueron caminando, ya no en los vehículos como estaba planeado (…) como unos 80 metros, una avenida muy angosta, recta».

Los mercenarios colombianos pasaron los tres puntos de control tras reducir a la guardia y llegaron hasta la puerta de la residencia presidencial. «Comenzamos a recibir disparos, entonces todo el mundo se metió a unos muros y eso. Entonces en ese momento yo, claro, busqué cubierta de protección, nosotros… ahí hubo fuego cruzado y pues nosotros respondíamos el fuego obviamente, pues, para tampoco dejarnos matar», dijo Carmona.

En medio de la balacera, los colombianos descubrieron que el portón principal de la casa estaba abierto. Según Carmona «Había una puertica pequeña y ahí pues con la pulidora comenzaron a tratar de brechar, entonces cuando yo estaba así buscando cubierta de protección, veo que alguien se le da por empujar la puerta del portón y estaba abierta. Entonces la abre y ahí comenzamos a ingresar».

Los primeros grupos, entre los que iba Carmona, se encargan de asegurar el primer piso. «Ingresamos a la casa y en el primer piso cogimos a mano izquierda, había como una especie de salón, como una mesa de juntas, una mesa grande, al fondo había un baño… entonces hicimos el despeje de ese baño».

Los mercenarios colombianos que ocupaban el primer piso descubrieron a varios policías que en lugar de enfrentarlos, se escondieron.

«Había entre 4 y 5 policías dentro de esa oficina acostados pero vivos y decían: No, por favor, por favor, no, así… Entonces, nosotros pues alumbrando y nosotros… Algunos compañeros, yo me quedé alumbrando porque era el único que tenía la linterna y otros compañeros se quedaron asegurando, otros les colocaron las esposas. Tenían armamento ahí, fusiles, pistolas, tenían muchas cosas ahí, simplemente no las utilizaron», relata.

Mientras sus compañeros aseguraban el primer piso, el Grupo Delta tenía la misión de avanzar a la segunda planta y buscar al presidente Jovenel Moïse. Eran los mejores soldados, quienes en Colombia habían hecho parte del comando especial del Ejército contra capos del narcotráfico.

En el segundo piso encontraron dos habitaciones. El soldado (r) Naiser Franco Castañeda y el soldado (r) Mario Palacios fueron a la de la derecha, que tenía la puerta abierta, donde no había nadie. «Nosotros inclusive entramos hasta el fondo y lanzamos una aturdidora al cuarto, hay como un baño… Entramos, revisamos, levantamos camas, abrimos… hacemos el despeje normal, Palacios conmigo», contó Franco.

¿Quién le disparó a Moïse?

Yepes, Pineda, Romero y Capador entraron a la habitación de la izquierda, que tenía la puerta cerrada. Encontraron al presidente Jovenel y a su esposa Martine Moïse . En medio del llanto, Franco dijo que Víctor Pineda fue quien le disparó al mandatario. «Dicen que fue Pineda. (…) Le escucharon a él mismo. (…) Está preocupadísimo, ese muchacho no tiene paz».

A la pregunta sobre quién le disparó a Moïse, Carmona respondió: «Quiero que apunte simplemente un apellido ahí y ya lo investigan ustedes a ver si es cierto o no: Pineda».

Según las declaraciones, Pineda entró a la habitación con un fusil M4. El presidente Jovenel Moïse recibió 12 disparos. Su esposa recibió varios disparos en el abdomen y un brazo, pero sobrevivió milagrosamente.

La fuga

El asalto en la casa del presidente de Haití el día del magnicidio duró alrededor de 30 minutos. Con Moïse muerto, los mercenarios colombianos se concentraron en el dinero. Antes del operativo les habían informado que Moïse tenía entre 18 y 45 millones de dólares en su casa. En la habitación encontraron dos maletas y tres cajas al parecer cargadas de billetes.

El dinero, declararon, era para CTU, la empresa que reclutó a los mercenarios, y otra parte sería el pago de los colombianos. También se llevaron documentos del Presidente y el sistema de grabación de las cámaras de vigilancia, según contó el capitán Germán Rivera.

«Las maletas se embarcaron en el primer vehículo donde iba con James, ahí se embarcaron las maletas, se embarcó el sistema de cámaras, se embarcaron unos sobres de manila que tenían unos documentos».

Para ese momento, los colombianos ya estaban solos. Joseph Badio y los policías haitianos cómplices, habían desaparecido. El soldado Franco contó que “él llegó con nosotros y en el momento que se formó eso, se fue con los policías, él nos dejó solos. Andaban en una Ford gris».

Los mercenarios tomaron rumbo al Palacio presidencial. Según el plan, allá juramentarían a un nuevo mandatario que concretaría el golpe de Estado y los convertiría en su guardia personal. “Capador nos llevaba para el Palacio, porque en el Palacio nos iban a proteger allá, que estaba la policía y nos iba a proteger. Vamos despacio, bien despacio, porque está la mañana apenas amaneciendo”, narró Yarce.

«Me doy cuenta de que el primer vehículo se encuentra con unos carros que están atravesados en la carretera, que no nos van a dejar pasar. Al estar bloqueados ahí nos toca parar, nos bajamos de los vehículos y nos quedamos sobre la vía», dice.

La policía haitiana les bloqueó el paso con camionetas y tanquetas. Los colombianos se refugiaron en una casa, esperando un rescate que les prometió Arcángel Pretel, el colombiano que dirigía la empresa reclutadora CTU. La ayuda nunca llegó porque sencillamente nunca existió.

En su confesión, Yarce contó esos momentos: “Pues estamos aquí, el tiempo pasa, no nos solucionan nada, pero qué pasa, por qué no han venido pues a hacer lo que nos prometieron, que estuviéramos en el Palacio, que allá nos recibían y que íbamos a estar protegidos. Entonces no dicen nada, nada dicen, no, que estamos hablando, que estamos coordinando, es lo que dice Capador: Tranquilos, que estamos coordinando”.

Los mercenarios pasaron toda la mañana esperando respuesta y en comunicación con Pretel. El contraataque de las autoridades haitianas comenzó en la tarde, según contó Carmona. “Eran por ahí tipo 4:00 de la tarde. Comenzaron a tirar humo lacrimógeno, luego comenzaron a sonar los disparos, si no recuerdo mal se escuchaban disparos de fusil y luego de .50”.

Los colombianos se atrincheraron. “Eso fue una locura total, eso, escuchar y recibir tanto impacto, tanto plomo. Eso fue bastante aterrador para todos ahí, uno siente mucho miedo. Le daban ahí a la puerta, a las paredes, luego se iban y le daban a la casa de abajo”, contó Carmona.

En medio de la arremetida cayó el primer colombiano, el sargento Javier Romero. “Nos atacaron muy fuerte. Nosotros pues teníamos muy pocas armas, muy pocas municiones y lanzaron una granada de mano y Javier estaba en una esquina agachado y le cayó la granada de mano”, dijo el capitán Rivera.

Luego murió el sargento Duberney Capador, el hombre que reclutó a la mayoría de mercenarios y el militar más experimentado del grupo.

Rivera recordó ese momento: “Después de la granada nos fuimos para la otra esquina, a refugiarnos en la otra esquina de la parte de atrás de la casa. En esa nos tiran otra granada en la misma dirección y una esquirla hiere a Capador. De atrás hacia adelante, una esquirla con orificio de entrada y orificio de salida. Ahí lo dejamos, tratamos con el paramédico de hacer lo que pudiéramos pero todos los botiquines, todo eso estaba en las camionetas».

Después murió el exsoldado Miguel Garzón, que al parecer se disparó por accidente, según el relato de Carmona.

«Garzón simplemente lo que decía en esos momentos, nos decía a nosotros era: Mátenme, mátenme, mátenme, no me dejen así, esto duele mucho, esto duele mucho, mátenme (…) pero luego nos dimos cuenta que a él no lo mataron, a él se le disparó el fusil, él tenía la costumbre de andar con el fusil desasegurado».

Para ese momento, los colombianos ya se sabían perdidos, contó Carmona. “Yo dije: No, yo no quiero que me lleguen a coger, si es así que me maten, o si me van capturar prefiero matarme, prefiero quitarme la vida, decía yo así”.

La casa en la que se refugiaron recibió una gran descarga de balas de las autoridades haitianas. En la noche, los colombianos aprovecharon la oscuridad para moverse entre muros y tejados y buscar refugio en la embajada de Taiwán, que quedaba a pocos metros. “Luego entramos a la embajada, Mike nos decía: No, garra, aquí ellos no pueden entrar. Esto es otro gobierno, esto es tal cosa, esto aquí, o sea aquí estamos seguros, ya el embajador de Taiwán ya sabe que estamos acá”.

Pasaron la noche en la embajada de Taiwán. Las cabezas de la conspiración les seguían haciendo promesas falsas y delirantes al desesperado grupo de mercenarios. Carmona contó: “Nos decían luego que ya la embajada de Estados Unidos se estaba moviendo, que iban a traer yo no sé cuántos soldados americanos, que para que nos sacaran”.

A la mañana siguiente, un día y medio después del magnicidio, las autoridades haitianas entraron a la embajada de Taiwán y encontraron a los colombianos escondidos en una habitación. “Estábamos ahí encerrados y ya empezamos a escuchar desde por la mañana que habían ingresado, estaban haciendo registro en la habitación donde estamos, y a la final se metieron, ingresaron, nos capturan, ahí pues nos colocan las esposas”, narró Carmona.

Los mercenarios colombianos sostuvieron la fuga durante casi 36 horas. Hoy enfrentan condenas que podrían mantenerlos en una prisión haitiana por el resto de sus vidas.

Los conspiradores

Los mercenarios colombianos capturados han mencionado ante las autoridades a varios líderes y políticos como presuntos autores intelectuales del magnicidio. Detrás de la trama hay personajes, algunos ya capturados, que según los detenidos intentaban tomarse el poder de Haití.

“Sanon no es político, él es médico y pastor de una iglesia. Entonces en CTU le dijeron que había la posibilidad, que había que hacer un plan de gobierno para que esa fuera su propuesta en sus aspiraciones a ser Presidente”, declaró el capitán Germán Rivera.

Este testimonio llevó a que el médico y pastor Emmanuel Sanon, detenido por la conspiración para asesinar a Jovenel, se convirtiera en uno de los primeros sospechosos.

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